miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mi propio Pepe Le Pu (ya perdí la cuenta de los despistes)


Terminemos de una vez con mi Pepe Le Pu, ese vecino que no se daba cuenta que yo no tenía el más mínimo interés en él, tan así que ni siquiera me percataba de su presencia.
En cierta oportunidad anunciaron por todos los medios que tendría lugar un eclipse de luna que sería visible a simple vista pues se esperaban cielos despejados, luna llena y esas cosas. No quería perderme tremendo regalo de la naturaleza, así que, a la hora anunciada, salí de casa rumbo a la cancha de básquetbol que está cerca de mi casa para poder presenciar el espectáculo celeste. Iba con las manos entre las bolsas del pantalón y con la mirada dirigida al cielo. Realmente no quería perderme ni un solo detalle.
Como mi colonia es muy tranquila y no pasan muchos carros, iba a media calle metida en mis pensamientos. Sólo tenía una cosa en mente y era la Luna.
De pronto choqué con alguien ¿adivinen? El vecinito. Me sentí apenada, ¿cómo pude ser tan irresponsable y lastimar a alguien?
-Perdón, dije con cierta vergüenza. No lo vi, iba distraída.
-No se preocupe usted, bla, bla.
De la vergüenza, me regresé a casa para ver mejor desde la terraza y no lastimar a nadie.
Fue allí donde pensé: cómo soy de tonta. Qué casualidada que el tipo también iba a media calle, ni que tan estrecha fuera. Además, él ni sabía que habría eclipse, no iba viendo a la Luna... él sí sabía precisamente a dónde iba, todo estaba fríamente calculado.
Grrrrrrrr
Afortunadamente no lo volví a ver. No sé si ya no vive en la colonia o si por su trabajo sigue siempre lejos. Lo cierto es que no se me ha vuelto a acercar... ¿o sí y ni cuenta me he dado?
Así soy de despistada.
Apapachos



domingo, 27 de septiembre de 2009

Mi propio Pepe Le Pu (Despistada, no sé qué parte)


Hace algunos años tuve mi propio Pepe Le Pu. ¿Recuerdan a ese "zorrilló apestosó" que se hacía mil quesos para conquistar a una gatita, a la que él creía una zorrilla, pero que no le hacía caso?
Bueeee, despistada que soy. Las veces que me enteré que "me había tirado los chuchos" lo hice horas, e incluso días, después. Debe ser que el tipo no me agradaba ni me desataba la menor química. 
No sé si hubo otras historias que no llegaron a convertirse en anécdotas por el simple hecho de que yo siempre ando despistada. Lo cierto es que hay unas tres que recuerdo con una sonrisa pues muy muy tarde me daba cuenta de las intenciones del vecinito. Mejor así, porque, si no, hubiera sido muy incómodo mandarlo por un tubo.
Para quienes no lo saben, generalmente soy una buena samaritana que le da "jalón" a las personas que caminan por la calle de terracería que va de mi colonia hacia la civilización y viceversa. Pues bien, una noche que iba hacia mi casa encontré a un hombre que también se dirigía a mi colonia por la referida calle y quien cargaba una gran maleta. Como todo el que va por ese camino es porque va a mi colonia (no hay a dónde más ir), no tengo problemas en subirlo a mi súper Chevy y llevarlo. Y así lo hice con él.
Como buena despistada (sin contar que padezco de ceguera nocturna), casi nunca me fijo a quien le doy jalón. Así que el hombre se subió sin que yo supiera quién era, pero él sí me conocía porque me llamaba "doña Nancy". 
En el camino me contó que venía de trabajar en un lejano departamento, en un lugar donde sólo puede llegarse por aire. Hubo un accidente, así que en la avioneta donde él tenía que regresar tuvieron que traer a los heridos. Él había llamado a su familia para contarles que no podía regresar aquella tarde. Sin embargo, poco después llegó un helicóptero y hubo lugar para que él regresara a la capital por la noche. No tuvo tiempo de avisar a su gente que vendría a casa.
Noté que el vecino puso un énfasis distinto en su voz cuando dijo que su familia no lo esperaba... es más, lo repitió supongo que en espera de que yo reaccionara de alguna manera (pero esto lo entendí al día siguiente). 
Entonces yo, dentro de mi más cándido despiste, le respondí: 
-Pues ya ve, ahora su familia se va a poner muy contenta porque siempre sí regresó hoy a casa.
En ese momento noté un dejo de contrariedad en su rostro, pero tampoco entendí por qué. Lo cierto es que cuando le pregunté dónde vivía, me di cuenta de que se trataba de don Fulano y que su casa me quedaba en el camino, así que lo dejé justo frente a la puerta.
Bajó medio contrariado y se despidió.
Yo me fui muy contenta con mi obra buena del día. A la mañana siguiente recordé de nuevo la plática con aquel señor. Y até cabos. 
Don Fulano me había dicho que no había visto a mis hijas en esos días. Y yo, la bocona con patas, le respondí: -"es que se fueron a Honduras con su papá". 
Ay... ¡francamente! menos mal que ni me di por enterada de sus intenciones sino hasta el día siguiente, porque si no, lo dejo tirado a medio camino. jajaja

viernes, 25 de septiembre de 2009

El espanto de la calle

Bienvenidos a un viernes más de historias citadinas… pero, ya saben, por ser viernes son historias de esas que nos dejan con los pelitos de punta. Hoy ¡por fin! les traigo la prometida historia de Aarón quien, dicho sea de paso, fue espantado en su casa la noche en que me envió esta historia. Pero bueeee, eso nos lo contará otro día. En fin, sin más presentaciones los dejo con él:
No sé si ya se los había contado, pero de igual manera que vi la sombra en la universidad me la he topado en otros lados. Decidí no cruzar palabras con mi ex, por salud mental, pero siempre la curiosidad mata.
Una noche no tan noche, iba por la calle que está abajo de Matamoros (un cuartel militar). Iba para mi casa, algo molesto y pues pensando que era mejor tranquilizarme, cuando pasé el puente, muchas veces apagan las luces por allí, no se por qué, y como solo iba yo cometí el abuso de poner las luces altas. A mi lado derecho vi un señor sentado con varios bultos, y como es de costumbre ver a más de algún bolito tirado en nuestras calles, pensé, ojalá que no llueva, porque me dio lástima que el señor se mojara. Al pasar al lado de él claro no se podía ver bien, pero cuando lo pasé, venía algo atrás otro carro e ilumino la vía, cuando vi por mi espejo izquierdo vi al señor parado y me sorprendió porque pensé que estaba dormido, y regresé mi vista al frente para ver si no venía ningún vehículo y cuando voltee a ver por mi espejo interno, la luz del carro o del farol que estaba algo prendido, no recuerdo, me hizo divisar al señor parado en medio de la calle, con una gabardina larga y un sombrero algo grande. Me asusté y cuando vi las luces volvieron y pues no pude dejar de voltear a ver y no había nada. Preferí continuar mi trayecto y no voltear a ver allí nuevamente.
Esto pasó en cuestión de segundos. Yo no iba tan rápido y pude ver varias veces para percatarme que no me estuviera equivocando, pero al entrarme ese miedito, preferí acelerar y no regresar a detenerme. Eso sí, les digo que esa sombra la he vuelto a ver otras veces, pero para no matar la pasión se las contaré otro día.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

La mujer invisible

La historia de hoy nos la contará Maribel de Morales. Es un caso insólito pero estoy segura de que muchos de ustedes conocen más de alguna historia parecida.
Los dejo con nuestra querida invitada:

Hablando de la ola de violencia y asaltos, me recordé de una historia que me la contaron dos veces, una por medio de terceros y la otra, fue la misma protagonista de esta historia.
Resulta que esta chica viajaba en bus hacia la universidad y el trayecto que tomaba el bus para acortar distancias era el periférico. Lógicamente en este tramo no hay paradas y se viaja súper rápido.
De repente se pararon dos hombres cada uno con arma (no recuerdo si eran pistolas o cuchillos), en fin, empezaron a asaltar desde el primer pasajero, pasando por el lugar de la joven, hasta el último.
Ella estaba sentada del lado del pasillo y en el asiento del lado de la ventana, iba un señor.
Cuando se dieron cuenta los pasajeros, todos automáticamente empezaron a entregar sus pertenencias y a rezar para que nada más les pasara. La chica sacó de su bolsa una estampa de un santo que en ese tiempo todavía no había sido canonizado, pero el rezo de la oración les había resultado beneficioso a muchos de sus seguidores, sin importar cual fuera la ocasión.

Así que se disponía a rezar la oración cuando se dio cuenta que no podía pasar de la palabra Padre… y allí se quedó diciendo Padre, padre, padre…
El ladrón pasó a su lado y le recogió al señor sus cosas, pero a ella no. Era como ser invisible. Ella llevaba puesta una cadena de oro al cuello, que era muy difícil no verla, pues la llevaba sobre su blusa. También llevaba anillos y su reloj. Nada de esto le fue quitado y cuando los asaltantes terminaron, le exigieron al chofer que parara para poder bajarse con el botín.
Después de semejante susto, la pobre mujer regresó de su trance y se dio cuenta que a ella no la habían asaltado. El señor que iba a su lado le dijo asombrado: “señorita que afortunada, parece que usted era invisible para los ladrones, porque ni siquiera se percataron que usted iba a la par mía”. Los otros pasajeros se dieron cuenta y la veían raro a lo que ella decía que más de alguno habrán pensado que ella era su cómplice, pues no le pasó nada.
Así como pasan fenómenos raros, también hay otros que nos muestran que el Ser Todopoderoso que nos ha creado, tiene formas extrañas y a la vez humanas de expresarnos que nos ama y que siempre podemos confiar en El, sin importar cual sea nuestra creencia.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Los ojos del amor

Para empezar esta semana con la mejor de las vibras, les traigo una de las historias que casi había olvidado pero que, por toda la ternura que encierra, mi corazón y mi memoria no desecharon nunca.
Como soy bastante olvidadiza, puede que el tiempo haya borrado algunos detalles y corro el riesgo de poner algo de mi cosecha. Trataré de apegarme a la versión que hace muchísimos años me contó mi hermana Winy, ya que lo que hoy les contaré le sucedió a los papás de una su amiga, como decimos en buen chapín.
Don Fulanito de Tal (porque no recuerdo el nombre) solía celebrar siempre de manera muy especial su aniversario de bodas con su esposa, doña Fulanita (idem). No cabe duda de que aquel era un matrimonio muy feliz en el que no había menguado la llama del amor.
En cierta oportunidad en que el número de años compartidos era más que especial (digamos bodas de plata, 30 o 40 años… qué se yo), aquel hombre la llenó de halagos. Le envió flores, la invitó a cenar… Además, le entregó un paquete envuelto con muy buen gusto, comprado en uno de los almacenes más exclusivos del momento.
La mujer estaba muy emocionada y pronto se dio a la tarea de averiguar qué detalle escondía aquel delicado presente.
Al abrirlo, un halo de contrariedad bañó su rostro. Con incertidumbre (y quizá con algún mal pensamiento revoloteándole por la cabeza) tomó entre sus manos dos diminutas y delicadas piezas de fina lencería.
-Debe haber un error, le dijo ella, esta ropa es muy pequeñita, como para el cuerpo de una jovencita.
- No hay error, dijo el marido en tono de quien tiene la verdad absoluta en sus manos. En ese momento sacó de su bolsillo un arrugado papel, amarillo por el tiempo, y exclamó:
¡Pero si son las medidas que tú misma me diste cuando nos casamos!
La mujer no podía creerlo. El hombre con quien había unido su vida todavía conservaba aquella reliquia y, lo mejor de todo, ante sus ojos, ella seguía siendo la joven esbelta de quien se enamoró. Para él las libras de más que se instalaron en el cuerpo de su esposa con el paso de los años simplemente no existían.

domingo, 20 de septiembre de 2009

No se vale


Como ya le ha ocurrido a otros blogueros chapines recientemente, fui víctima del robo de mi contraseña de gmail.

Es una sensación muy desagradable la que se siente cuando violan tu espacio. Fueron momentos muy desagradables los que pasé pensando que quien haya cometido el ilícito pudiera afectar o molestar a otros utilizando mi cuenta.

Agradezco la rapidez con la que gmail resolvió mi problema.

Saludos a todos y los espero mañana con una hermosa historia de ****.

Apapachos

viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Sabía que el puente está brujeado?

Viajar en grúa con el súper Chevy empieza a hacerse casi una tradición. No es cierto, jajaja, pero el año pasado debí hacerlo unas dos o tres veces y este año ya nos “echamos el colazo” en marzo pasado.
Lo cierto es que en uno de aquellos viajes del año pasado, justo cuando pasábamos por el puente del Naranjo, el conductor de la grúa (que resultó ser muy platicador, quizá en otra vida fue taxista) me preguntó: ¿Sabía que este puente está brujeado?
Yo no entendí muy bien la interrogante pues creo que nunca había escuchado la palabra “brujeado”.
- ¿Qué es eso? Le pregunté.
- Pues que hay apariciones. Dice la gente que son los espíritus de quienes han muerto violentamente o accidentalmente en este lugar: Algunos albañiles, durante la construcción; algunos suicidas o atropellados; o víctimas de accidentes de tránsito… respondió el hombre.
En ese momento no recordé nada, pero, cuando el conductor me empezó a contar su historia, recordé que una maestra de mi hija mayor les había contado a sus alumnos algo similar… y lo que es peor, justo algo idéntico le había ocurrido al hermano de un querido ex compañero de trabajo.
La historia era muy similar en las tres versiones. Así que les contaré la que aquel hombre me narró en esa oportunidad.
Iba conduciendo de noche por el puente mencionado (durante la época en que no estaba iluminado aún –el puente tendrá unos nueve años-) cuando de pronto una silueta llamó su atención. Fue algo que quizá duró segundos pero que a él le dio la impresión de que se trataba de una figura humana a mitad de la calle, es decir, justo en medio del puente. Como desapareció casi instantáneamente, creyó que se había tratado de su imaginación.
Sin embargo, unos segundos después le pareció haber pasado al lado de una mujer que caminaba desorientada por el lugar. Tuvo la intención de detenerse, pero en ese momento un escalofrío recorrió su cuerpo y empezó a sentir pesadas las piernas. Sintió miedo, así que pisó el acelerador para huir de aquel lugar que empezó a parecerle tenebroso. Sin embargo, el vehículo parecía transitar a lenta velocidad. Tan lenta, que pronto la figura se acercaba al auto, casi lo alcanzaba (según vio por el retrovisor lateral).
Muerto de miedo, se puso a rezar mientras topaba hasta el fondo el pedal. Algo dentro de él le impedía comportarse de manera más humana y detenerse para ver si podía ayudar en algo a la mujer. Ese algo, que en un principio no entendía, pronto se le revelaría como una manera de “instinto de conservación”, ya que en un segundo vistazo por el espejo confirmó que la mujer no tocaba el suelo sino que levitaba.
El trayecto debe haberle parecido una eternidad ya que el bulevar tiene varios kilómetros.
No estoy segura de si las tres historias ocurrieron solo en la época cuando no estaba iluminado aquel camino. Por eso, si alguna vez pasan por allí pasada la media noche, cuéntenme si ven algo.
Para tranquilidad de los más miedosos (como yo) les contaré que yo lo recorro a diario, pues está en la ruta que me trae a casa. Afortunadamente nunca me he encontrado con aquella dama quien, dicho sea de paso, dicen que viste de blanco.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Despistada (elevada a la potencia N)

No me considero una persona rencorosa y creo que en mi vida nunca he odiado a nadie (y espero no hacerlo jamás).
Si sumamos esa característica a otra que me pinta de cuerpo entero: mi eterno despiste, tenemos como consecuencia anécdotas realmente tontas. Como esta que me ocurrió hace un par de semanas y que quiero compartir hoy con ustedes.
Como muchos saben, hace unos meses perdí mi trabajo de nueve años. Aunque nunca me dijeron la causa del despido (argumentaron reorganización de la oficina) yo sé que algo hubo entre líneas y que no fui capaz de interceptar… despistada, al fin.
Indicios tuve suficientes para darme cuenta de que quien actualmente está en mi puesto tenía muchas ganas de desempeñarse en él. No digo que al final él fuera el responsable de mi salida, pero casi podría pensarse…
Lo cierto es que descubrí muchas traiciones y bajezas de su parte, pero aún así nunca lo creí capaz de meterme zancadilla.
Así las cosas, cuando aún trabajaba en aquella empresa, un día entre broma y broma, después de un falso olvido de su parte que me afectaba ante el jefe inmediato superior, le dije al descarado compañerito que “cualquiera juraría que me querés hacer daño”. Respondió medio tartamudeando que había olvidado entregar lo que le pedí porque se le había traspapelado en su escritorio…
Para no hacer largo el cuento, el día que yo fui a recoger mis cosas, el tipo no me dio la cara. Todos los compañeros se acercaron a comentar mi partida y a darme palabras de ánimo… pero él salió de la oficina casi toda la tarde y cuando regresó se refundió en un rincón y de su boca jamás salió una palabra de despedida para mí. “El que calla, otorga”, me dije al recordar de golpe todo aquel rosario de incidentes en los que él me había hecho daño.
En fin, el tiempo ha pasado y yo he vuelto a la docencia universitaria.
Una tarde de estas, al terminar mi clase, fui a devolver los cables y el control de la cañonera a la respectiva oficina. Justo al salir con mis hijas que me acompañaban, me topé con el famoso ex compañerito. Al ver su rostro familiar lo saludé muy feliz como si de un gran amigo se tratara. Mis hijas me preguntaron ¿Quién es él?
-Fulano, les dije.
-¿Cómo? ¿El tipo que te hizo todas esas cosas malas? ¿por qué lo saludaste?
-Ay mis hijas, despistada que soy.
La verdad, no puedo ir con los rencores a flor de piel. Pero creo que tampoco puedo saludar tan amablemente a quien considero un traidor y un mezquino. En fin, como soy de la idea de que la educación no pelea con la gente, pues de plano si me lo vuelvo a encontrar no podré negarle un "buenas noches". Aunque, la verdad, la verdad, ojalá no se vuelva a cruzar por mi camino.

martes, 15 de septiembre de 2009

Pastel de piña parte 2 (o boca de calcetín parte 2)

La semana ya empezó, y antes de que avancen los días, espero que todos la vivan con buen humor. Por eso hoy los dejaré con una historia de mi amigo Aníbal Ruiz, firma que ya conocen por el incidente del pastel de piña. Pues bien, los dejo con la zaga de aquel simpático incidente:

La semana pasada visitamos a mi cuñada favorita y les mostré el post de Nancy "Boca de calcetín", lo cual les ocasionó mucha diversión y comentarios "no a mi favor".

Mi cuñadita me recordó que el infame incidente del pastel de piña tenía corolario. "Convenientemente" yo ya lo había olvidado. Esto fue lo que pasó a continuación:

En vista de la firme negativa de doña Carol de hacer un pastel de piña al estilo de mi mamá, yo conseguí la receta y me dispuse a hacer una gran cantidad de masa para el pastel de piña. Medí los ingredientes para hacer suficientes pasteles para un mes. Saqué la batidora de doña Carol, su adorada y nunca bien ponderada Kitchen Aid y llené el tazón hasta el tope. Y la puse a batir y a batir y a batir...Hasta que comenzó a salir humo y se detuvo. La masa estaba ya batida y pude meterla al horno pero la licuadora se negó a arrancar de nuevo. Doña Carol estaba que también echaba humo...No acabó allí la humazón. Salí un rato de la casa y al regresar había humo en la cocina. ¡Los pasteles de piña! Corrí a sacarlos del horno, pero para nada... estaban como que eran pasteles de chocolate...Final feliz. La Kitchen Aid sólo tenía un fusible quemado y no perdí más que unas cuatro o cinco libras de harina, un par de docenas de huevos, mantequilla, azúcar, piñas y todo eso, además de una buena porción de mi orgullo y autoestima.Creo que yo tampoco vuelvo a hacer el pastel de piña para mí...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Ojos bien cerrados

Cada vez que llega la fecha en que una de mis bebas cumple años, no puedo evitar remontarme (casi podría jurar que en cuerpo y alma) a ese día en el que las tuve por primera vez entre mis brazos.
Hace 19 años me convertí en mamá por primera vez. Fue un día de muchas emociones pues era un embarazo de alto riesgo. Había quedado embarazada justo un año después de la quimioterapia y podía haber riesgo de que efectos residuales en la sangre afectaran de alguna forma a mi beba, pero solo lo sabríamos hasta después del parto.
Los nervios me daban mucha batalla y la ansiedad me estaba matando.
Hubo algunas complicaciones en la operación pues perdí mucha sangre por problemas derivados de la quimioterapia (que no les puedo explicar porque creo que ni yo misma entendí).
Lo cierto es que cuando me entregaron a mi bebé, ya en la habitación, todos los dolores, miedos, ideas malas y similares desaparecieron para dejar que mi humanidad se llenara de hermosos sentimientos y de una emoción que se me escapaba en forma de lágrimas y sonrisas.
Como toda madre, destapé aquel “tamalito” para contarle los deditos de pies y manos y cerciorarme de que todo estuviera en su lugar.
A pesar de que esta operación era algo incómoda para la personita recién llegada, nada hacía que abriera sus ojitos. Llegó con los ojos bien cerrados y todo el tiempo que estuvo conmigo los mantuvo así. Y así pasaron dos días sin que yo pudiera vérselos. Entonces, el miedo empezó a apoderarse nuevamente de mí.
Cuando llegó el pediatra le hice saber mi preocupación por que mi bebé no abría los ojos.
Él trató de calmarme y me dijo que en cualquier momento los abriría. Yo le dije que no importaba si la despertaba pero que POR FAVOR hiciera que los abriera.
Entonces, la tomó en sus brazos y me dijo: “A esto se le conoce como el efecto de la muñeca”, mientras hacía a mi nena hacia abajo y luego hacia arriba. Pero cuando se suponía que debían abrirse los ojitos, más cerrados parecían.
Casi rompí en llanto. Pensé que mi nena no tenía ojos.
El doctor debe haberse reído de mí por dentro, pero mi miedo era auténtico.
Salimos del hospital al cuarto día y, finalmente, mi Mau abrió sus ojos.
Al fin pude respirar tranquila. Me había quitado un enorme peso de encima.
Hoy mi beba es, ante mis ojos, una hermosa joven llena de vida, de sueños y de alegría.
Siempre ha sido demasiado madura para su edad, demasiado crítica, demasiado perfeccionista y exigente (regañona), demasiado dulce… y mi brazo izquierdo (porque es zurda, jajaja).
Un poco mandona para mi gusto, pero es quien pone orden con el presupuesto y mesura en los gastos.
Comparto, pues, con ustedes esta felicidad que hoy me invade. Deseo tener la dicha de seguir festejando y recordando aquel 13 de septiembre muchos años más.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El portón

Viernes de nuevo. Una cita más para reunirnos a contar historias insólitas de fenómenos inexplicables. Hoy tenemos como invitada a Maribel de Morales, quien no sólo tiene muchas historias familiares de sucesos extraños, sino que además los cuenta de una manera muy amena.

Los dejo con ella:

Es una historia cortita protagonizada para variar por mi tía y mi prima (la lavandera y la cocinera sonámbula). No sé que tenía este dúo, pero más de algo les pasaba, menos mal que ahora viven bien lejos una de la otra, porque sino seguirían contando sus historias de aparecidos y todo tipo de cosas extrañas.
Mi tío llegaba del trabajo religiosamente todos los días a las cuatro de la tarde y como tenía su llave, no necesitaba tocar el timbre para entrar en la casa.
Mi tía que era modista, se sentaba a la máquina de coser por las tardes a terminar las prendas que le habían encargado. Mi prima le acompañaba haciendo algo. El costurero estaba al extremo opuesto del portón, de pronto escucharon que la puerta del portón que daba a la calle se abría y luego se cerraba. Esperaron ver aparecer a mi tío que de seguro era el que venía, pero se quedaron burladas, pues nadie entró. Luego de un rato, dejaron lo que estaban haciendo y fueron a ver, la puerta seguía cerrada y no había nadie.
Muchas personas dicen que los sonidos se quedan atrapados en las casas y que se oyen regularmente después de los hechos. En lo personal pude escucharlos un par de veces y les digo que eran sonidos muy precisos: metían la llave en la chapa, abrían y cerraban la puerta y cuando íbamos a ver, solo estaba el vacío.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Regáleme una mi agüita, porfa

Los chapines tenemos cada expresión que deja pensativos y confundidos a nuestros interlocutores hispanohablantes.
Nosotros pedimos que nos regalen, aunque sepamos que vamos a pagar lo que pedimos.
A todo le anteponemos un posesivo, así, decimos cosas como tengo un mi vestido... Voy a salir con unas mis amigas... quiero comprarme unos mis zapatos... etc.
A las gaseosas o sodas les decimos "aguas"...
Y por si fuera poco, tenemos la maña de hablar en diminutivo... :s
En fin, si sumamos todo esto y lo ponemos en una oración... sacamos de onda a cualquiera que no conozca nuestros brillantes chapinismos.
Justo eso me pasaba a cada rato cuando viví en Honduras. Para muestra, este botón:

Asistí a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras donde saqué un diplomado en docencia universitaria. Una tarde que hacía un calor tremendo, al divisar una caseta sólo pensaba en tomarme "una mi agüita" bien fría. Así que me acerqué y le pedí al muchacho que atendía:
"Regáleme una mi agüita, porfa".
-¿Cómo dice? me preguntó confundido.
A lo que repetí: Que me regale una mi agüita, porfa
- Yo vendo frescos. Si quiere que le regalen agua, tome de la llave...
De más está decir que finalmente aprendí a pedir que me vendieran y no que me regalaran. Era un poco bochornoso que la gente creyera que estaba mendigando...

lunes, 7 de septiembre de 2009

¡Qué arrecha!

El idioma sí que es curioso. Por más que en muchos países hablamos español siempre hay palabras que significan distintas cosas en uno u otro lugar y que cambian el sentido de las frases.
Ahora que recordaba una anécdota sobre el uso de la palabra “arrecho(a)”, que en Guatemala significa “diligente” y en El Salvador, Honduras y Nicaragua, “enojado”, decidí buscar en el diccionario y encontré una tercera acepción que me dejó boquiabierta: “adj. amer. vulg. Excitado sexualmente, lascivo o lujurioso: se pone arrecho solo con mirarla.”
Como no era el de la RAE, me fui directo a esa página a ver qué decía y quedé aún más sorprendida con lo que encontré.
Pero volvamos con la anécdota. Hace muchos años, cuando me casé, viví un tiempo en Honduras. Allí me pasaron cosas muy simpáticas con el uso distinto que tenemos chapines y catrachos de algunas palabras.
Conversando sobre esta situación con un matrimonio amigo, ella me contó que había vivido escenas similares en Guatemala: Resulta que vivió en casa de una amiga y su esposo. Como eran muy buenas personas, un día quiso sorprenderlas y aprovechando que no estaban se puso a limpiar la casa a conciencia. Le tomó muchas horas y estaba exhausta, pero el trabajo había valido la pena, la casa deslumbraba de limpia.
Cuando sus anfitriones llegaron y vieron su casa se emocionaron mucho y le agradecieron diciéndole “Qué bueno que amaneciste tan arrecha”.
Ella apenas si pudo disimular su confusión. Pensaba ¿cómo que arrecha? Si lo hice con el mayor de los gustos. ¿Acaso uno limpia la casa solo cuando está arrecho?
La amiga, al ver su rostro de extrañeza, le tuvo que explicar que aquí en Guatemala arrecho es el diligente, hacendoso, laborioso… Así que ella quedó muy tranquila y satisfecha con la explicación.
Eso sí, ¿les cuento un secreto? A veces, cuando estoy molesta (conmigo, con alguien, con la vida), es decir, arrecha, según los catrachos…, me pongo a hacer limpieza como envenenada (arrecha, en buen chapín) y poco a poco se me pasa el mal humor.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Tragaluz

Dicen que los ojos son las ventanas del alma, y debe ser cierto. Hace 14 años, exactamente el 5 de septiembre de 1995, me convertí en mamá por segunda vez.
A diferencia de mi primera hija, mi Ena (como le digo a mi segunda beba) nació con los ojos bien abiertos. Siempre me ha parecido que los suyos no son ventanas, sino tragaluces o ventanales.
Cuando me la llevaron después de la cesárea iba con sus ojitos puestos en todo (ya sé que al nacer ni enfocan ni nada). A mí me parecía que observaba todo detenidamente. No lloraba, no hacía ningún gesto, sólo “veía” su entorno con una especie de gesto de curiosidad que mantiene 14 años después.
Era una niña extraña (y lo sigue siendo). Dormía casi todo el tiempo, de día y de noche. Apenas despertaba para alimentarse… seguramente estaba reservando sus energías para todo lo que vendría después. Pero otro día les contaré sobre eso; hoy me enfocaré en sus ojos.
Desde sus primeros meses los colores y las formas ejercían sobre ella una fascinación casi mágica. Antes de caminar, habló y una de sus primeras frases completas fue “quelo pintá” (traducción: quiero pintar). Tendría unos diez meses cuando se paraba en su cunita desde las primeras horas pidiendo a vivo pulmón “quelo pintá”. Lo crayones fueron de sus primeros amigos.
Cuando conoció la plasticina, se enamoró perdidamente de ella. Fue amor al primer contacto, de ahí que a sus cuatro añitos montara una exposición escultórica: era una muestra de muebles y otros aparatos que hizo en miniatura.
Para ella la comida más que sabor tenía colores y formas. Pintaba y decoraba su mesita de bebé con espaguetis y frijoles. Luego cada mordida a su tortilla convertía a esta en una figura diferente, lo mismo para el pan, la galletas o la carne. Empezó a pintar en papel, pero no le fue suficiente, por lo que luego vinieron las paredes, los muebles y muchas otras superficies más.
Es una seguidora de la luz. Para ella la noche se hizo para dormir y el día es su principal fuente de energía. Es un espíritu libre para quien la vida no puede transcurrir entre paredes. Es una tragaluz que adora al sol, se nutre con sus rayos. Se la traga con los ojos y luego la convierte en forma y color en todo lo que toca.
Imaginarán que se ha inclinado por la plástica… eso esperaba yo. Es tan polifacética que lleva cinco años estudiando teatro (una de sus más grandes pasiones). Desea ser bióloga, específicamente entomóloga. Y, no es de extrañar, en la actualidad tiene una fuerte inclinación por el diseño de moda femenina. Hata diseñó su propia marca y las vitrinas de sus almacenes.
Es una soñadora, una bella genio con mal genio muchas veces, pero con un corazón grande y generoso. Una líder nata y una payasa de primera marca.
Hoy que cumple un año más de iluminar mi mundo con su luz comparto con ustedes mi alegría de tenerla, la alegría de celebrar su existencia.
Feliz cumpleaños a una de las dos personitas que me han dado vida.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Una sombra perturbadora

Estoy muy consciente de que muchas de las cosas extrañas que nos suceden tienen una explicación científica. Sin embargo, el no conocer esta explicación siempre nos permite a los mortales comunes compartir con otros mortales hechos inquietantes que, de conocer su verdadero origen, dejarían de serlo, perderían su encanto. A mí me atrapan estas historias, aunque debo reconocer que siempre las creí ficción hasta que me empezaron a ocurrir en vivo y a todo color. De esto hace ya casi diez años.
Pues bien, hoy les voy a contar una serie de sucesos que se desencadenaron un día de esos que no quisiera recordar. Fue en el 2004 o 2005 cuando llegaron a trabajar a la oficina dos jovenes reporteros que prometían ser muy buenos periodistas. Sin embargo, aunque uno de ellos, Carlos, era bastante bueno para olfatear las noticias, muchas de sus actitudes y conductas reñían con la ética. Llegó a mentirme descaradamente y a engañar a otros editores. El día que descubrí que todo era una farsa y que nunca me había respetado como su jefa, fue un golpe muy duro para mí pues lo había recomendado para una plaza fija en otra sección.

Me vi obligada a despedirlo, pasé un mal día y por la noche caí devastada sobre la cama. Estaba frustrada, enojada con él y conmigo por no haber advertido la situación... en fin...

Esa noche casi no pude dormir, la cabeza me daba vueltas. Era la primera (y la única) vez en la vida que había tenido que despedir a alguien, y estaba muy afectada. De pronto, en la madrugada, cuando por fin el sueño ya me había vencido, algo me despertó... una sensación de frío y miedo. Abrí los ojos y empecé a incorporarme cuando de pronto vi pasar frente a mi puerta (que nunca cierro, por claustrofóbica) una figura "gaseosa" que flotaba a través del pasillo. Como no era la primera vez que la veía (ya lo conté en otra historia), no me asusté tanto. En cambio, la empecé a insultar. Me molestó el hecho de que me despertara y yo, que no suelo ser tan malhablada, le dije unas groserías muy feas para que se fuera. Y de hecho así fue, desapareció y yo pude seguir durmiendo.

Un par de días después fui a la celebración por la nueva casa de Claudita, una gran amiga, y allí estaban Lily (otra amiga, ex compañera de trabajo), su cuñada y otras dos mujeres. Yo le conté a Lily lo que me pasó y ella me dijo que se lo contara a su cuñada, quien sabe mucho sobre espíritus y esas cosas, así que conté mi historia a estas últimas cuatro mujeres. Estábamos sentadas en la sala de la nueva casa de Claudita.

La cuñada de Lily reprobó el hecho de que yo hubiera tratado mal a lo que sea que haya sido esa cosa flotante. Me dijo que son almas en pena y que hay que hablarles de buena manera para hacerles entender que este no es su mundo. Pero si las insulto puedo atraer energía negativa y eso haría que esos malos espíritus se quisieran adueñar de mi casa (o algo así). Lo cierto es que le dije que no creía en espíritus y fantasmas y esas cosas. Quizá todo era producto del estrés y de mi imaginación.

En ese momento, sin que hubiera viento, temblor de tierra o sin que alguien pasara por allí salieron disparados varios CD del mueble que se encontraba a mis espaldas. Volaron violentamente y cayeron al suelo.

¿Y eso qué cree que fue? me preguntó la cuñada de Lily...
Intenté dar alguna explicación pero todo sonaba muy tonto.
En tono de sentencia ella me dijo: Lo que pasa es que "ellos" vinieron con usted...

Tantos años después, la pregunta sobre qué fue todo eso sigue revoloteando en mi cabeza y yo aún no he encontrado la respuesta.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Adiós Goushis (2002 - 2009)

Te vamos a extrañar muchísimo. Gracias por toda la alegría con que llenaste nuestros corazones durante tu paso por la vida.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Cómo dices que se dice?


Buscando una historia que me envió hace meses mi hermana Vivi, encontré esta otra que protagonizaron nuestras hermanas menores cuando eran unas bebas. Aquí se las dejo contada por "la Vivi".


Mis hermanas Zully y Bele estaban viendo el periódico (Zully como 3 años , Bele, 4)

Zully: Bele mirá, venden un "NINONOO"

Bele: No se dice nino noo, se dice “LI NO DO DO"
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*Traducción: Ninonoo o linododo significan inodoro, retrete, excusado, etc.