viernes, 27 de febrero de 2009

Un juguete con vida propia

Bienvenidos una vez más a las historias de viernes. Hoy les contaré una corta historia, pero que me dejó muy molesta ante la imposibilidad de poderme explicar el fenómeno que experimenté.
Hace pocos años, durante unas vacaciones en las que mis hijas se fueron por unos días, yo me quedé sola en la casita. Siempre me prometía aprovechar el tiempo para salir, ir al cine o de visita, pero nunca cumplía. En cambio, me quedaba en la casa como buena niña.
Una tarde, la nostalgia por mis bebas era tanta que me fui al dormitorio de mi hija pequeña y me acosté en su cama para leer un libro.
No tenía ni diez minutos de estar leyendo cuando, de pronto, se activó el sonido de algún juguete en el "cuarto de los tiliches", un frustrado estudio en el que está mi escritorio y la compu y mis libreras, pero también cosas viejas, juguetes, revistas, periódicos, y un sin fin de cosas que no sirven, que algún día regalaré, pero no sé cuándo.
El sonidito empezó bajito. Yo me asusté y me incorporé para buscar de dónde provenía. Pronto entré al cuarto de los tiliches y, de plano mis nervios me traicionaron, pues sentí que el sonido se intensificó. Buscaba guiándome por el sonido y encontré que venía de una bolsa de juguetes viejos que iba a regalar. Saqué todo y en el fondo estaba un celular de juguete. No había manera de detener su sonido. Era de esos juguetes a los que se les presiona un botón y suenan por espacio de unos segundos. Pero este no tenía nada que presionara sus botonesa y ya llevaba varios minutos sonando.
Ah, no -me dije- esto no me va a ganar a mí. Como no tenía nada para desarmarlo y quitarle la pequeña pila lo lancé al suelo para quebrarlo. Entonces la música se intensificó, el ritmo se aceleró y el volumen era mayor.
Absolutamente presa de pánico empecé a pizotearlo. Ya no podía detenerme. La pila salió volando y el juguete espantoso seguía sonando. Lo deshice, lo hice pedacitos hasta que por fin se calló. Recuerdo que recogí todas las piezas y las tiré en una bolsa que saqué de la casa. Antes, revisé si no tenía otra pila oculta que explicara la razón de que siguiera sonando, pero no la encontré.
Nunca me pude explicar cómo aquel juguete funcionó sin pila, y les aseguro que nunca antes un inocente juguete me llegó a asustar tanto como aquél.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El autógrafo

Una de las más grandes satisfacciones que me ha dejado el oficio de periodista es que me ha acercado a muchas de las personas que más admiro. Qué lujo ¿no?
Hace muuuuuuchos años, leí un pequeño libro de cuentos titulado "Asalto nocturno", de Eraclio Zepeda, y me encantó. Con el paso de los años fui leyendo más sobre él, pero confieso que no volví a comprar su obra. Le perdí la pista hasta que, de pronto, el año pasado se anunció su presencia en Filgua.
Así que no dudé en gestionar una entrevista exclusiva la cual, dicho sea de paso, me confirmó lo que siempre supe de él a través de sus letras: es un ser humano extraordinario. Quizá no lo pude reflejar en mi texto, pero el punto no es ese sino la historia para hoy.
Aprovechando que estaría conversando con él, me fui al stand del Fondo de Cultura Económica y compré los tres títulos que tenían de Zepeda en ese momento. Así, libros en mano, aprovecharía la entrevista para pedirle un autógrafo.
No había condiciones para la entrevista, así que don Eraclio no tuvo reparos en aceptar que nos sentáramos en dos banquitos fuera del stand del Fondo.
No hubo hielo que romper, su trato es amable y cariñoso. Le mostré los libros y se alegró mucho, así que dijo que los firmaría a lo largo de la entrevista.
Esos tres autógrafos resumen cómo a lo largo de la charla la empatía, la simpatía, se apoderó de los dos:
"Las grandes lluvias": Para doña Nancy Arroyave con la gran alegría de conocerla, Eraclio Zepeda (Filgua... etc.)

"Asalto Nocturno" : Con alegría firmo este ejemplar para Nancy, Eraclio Zepeda (etc.)

"Tocar el fuego": Para Nancy, que ya es mi amiga, así de pronto y eso me hace feliz, Eraclio Zepeda.

¿Lindo, no?

lunes, 23 de febrero de 2009

Encuentro con la Siguanaba

Queridos todos
Antes que nada quiero ofrecerles disculpas por haber abandonado el blog por unos días y no haber publicado la historia de miedo el viernes pasado. Por eso va mi disculpa especial para Aarón Lechuga quien había enviado la historia para dicha cita de misterio. Pero como cualquier noche es buena para los cuentos de aparecidos, aquí les dejo este encuentro con la Siguanaba. Feliz noche...


Para Navidad y año nuevo la familia de mi ex se reunía toda en su casa. En serio que eran uuuuuuun montón, pero igual me llevaba bien con la mayoría. Los más patojos, nos poníamos a ver quién aguantaba más tiempo desvelado. Claro, yo tenía experiencia ya que como había pasado tres años estudiando arduamente, me desvelaba mucho. Entonces pensé: un día más de desvelo no me matará y además les podía ganar a todos.

Justo pasadas las doce, luego de ir a mi casa corriendo a saludar a mi mamá (jajaj eso sono como aquella canción vieja), pasaban por mí y nos íbamos a ver quién ganaba la apuesta. Ese año nos pusimos a contar historias de miedo para asustar a algunos y que se quedaran dormidos o desistieran de la apuesta. Claro yo conté la historia de la Siguanaba, un personaje que llegaba al patio de las casas y se bañaba a guacalazos. Les dije que se escuchaba como si alguien estuviera tirando agua sobre el piso del patio y que cuando iban a revisar no había nadie, solamente se sentían escalofríos y el patio estaba húmedo, no mojado pero sí húmedo.

Fue en ese instante, cuando estábamos justo en medio del padio de todas la casas, cuando me quedé callado y escuché perfectamente que estaban tirando agua en la vencidad. Si uno se paraba sobre la pila de la casa de mi ex, se podía ver el patio de la casa de la par, debido a que la pared no era muy alta.

Les aseguro que lo pensé mil veces antes de hacerlo, pero me arriesgué, me subi, y empece a buscar de dónde venía aquel sonido de guacalazos. No sabía qué esperaba ver, pero de pronto vi una silueta en medio de la oscuridad, parecia una persona adulta, pero la poca luz impedia que lo viera bien. De un instante a otro la persona o ente que estaba tirando el agua se detuvo y note que empezó a caminar hacia donde yo me estaba. Claaaaaro que no esperé a ver si se acercaba más, solamente pegué un salto de la pila hacia el suelo y sin decir mayor cosa les dije a todos que mejor entrábamos a una casa, y sin preguntarme todos nos metimos en la sala de la casa del tío de mi ex.

Debido a la cara de susto que tenía todos se dieron cuenta de que no estaba jugando y por desgracia nadie ganó la apuesta, ya que nadie pudo dormir esa noche, de pensar que se nos iba a aparecer algo. Yo no esperaba que se me apareciera ya la habia visto y no deseaba verle el rostro, solo de pensar cómo sería o qué sería. Esa vez sí me asuste bastante.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Kerosene: memorias de rápida combustión II

Mis queridos amigos, he perdido el ritmo ;o) pero afortunadamente siempre hay almas piadosas que comparten sus historias citadinas. Así que los dejo con esta de la saga de Kerosene. Disfrútenla y ríanse un poco con las cosas del querido Chente.

Insultos equivocados

Esta historia es parte de una serie de anécdotas llamada “Crónica de apartamentos”, de cuando mis hermanos y yo vivimos solos (2003-2008) en diferentes edificios de la ciudad. A continuación, algo que sucedió hace ya unos cuatro años, cuando vivíamos en el tercer nivel de un apartamento frente a la Reforma.
En aquella época pedíamos comida a domicilio y pocas veces cocinábamos, éramos un desastre nutricional… sin contar otras irresponsabilidades. Yo aún no trabajaba, y pasaba mucho tiempo en la casa con mis dos hermanos.
Era la hora de almuerzo, un día entre semana. Mis hermanos ordenaron una pizza, de esas de 30 minutos o gratis. Luego de llamar al restaurante, uno de ellos, “JD”, habló por teléfono con un amigo suyo que lo venía a visitar, y que estaba “a unas cuantas cuadras” del apartamento. Este amigo informó a mi hermano que iba a llegar rápido a la casa, así que al cabo de unos 10 minutos (no recuerdo bien exactamente, pero fue bien rápido), tocaron el timbre. Mi hermano JD descolgó el intercomunicador, apretó el botón que abría la puerta del edificio, y gritó, creyendo que era su amigo:
“¡Subí, cerote!”
Silencio.
Yo tenía la costumbre de asomarme a la terraza cuando alguien llegaba, así que al ir a ver, me quedé de piedra porque ahí estaba la moto del repartidor de pizza. Cuando entré a la sala para contarle a mi hermano, éste seguía gritando por el intercomunicador:
“¡Apachá la puerta, hueco!”. Para abrirse, el portón del edificio tenía que empujarse fuertemente, al mismo tiempo que se sujetaba la manecilla y se abría desde el intercomunicador, porque se acababa de estropear. Mi hermano le estaba explicando al repartidor (quien no respondía), creyendo que era su amigo.
“¡No, mula, es el de la pizza!”, le dije a mi hermano, callado y preocupado. “La cagaste”…
Mi hermano simplemente se “hizo el loco” y se fue a su cuarto, y me tocó esperar al muchacho de la pizza (ahí si les convenía aprovecharse de que yo era “el mayor de los tres”). Cuando el repartidor tocó la puerta y le abrí, lo primero que le dije, muy apenado, fue:
“Disculpe compa, es que creíamos que era otra persona que estaba aquí a la vuelta”.
El muchacho de la pizza, muy tranquilo, muy humilde, e incluso apenado también, me dijo
“No se preocupe”. No recuerdo más, pero creo que intenté compensar lo mal que me sentía, y la “metida de pata” de mi hermano, con más propina. Esa vez aprendimos a no responder el intercomunicador sin preguntar primero quién era, aunque estuvieran cerca.

sábado, 14 de febrero de 2009

Sábado literario

Queridos todos,
Quien me conoce sabe que lo mío no es la literatura, sin embargo, me enganché con un proyecto de Mercedes, así que los sábados hago mis pininos literarios intentando producir un cuento cada vez. El de hoy corresponde a la serie "La vida de las cosas", pero por ser el día del cariño había opción de escribir un cuento de amor. El mío, como no estaba preparada psicológicamente, es de desamor.

Los dejo con un
ROMPIMIENTO

¡Eres un tonto! Un tonto y un desconsiderado. Siempre lo he dicho pero mi opinión te vale madre. Conduces como un enfermo mental, abusas del licor, de tus reflejos, de mi motor y de mi diseño reciente. ¿Eres sordo? ¿No oyes cuando mis pobrecitas llantas claman piedad en cada curva que agarras a 100kph? ¿No escuchas mi motor cuando te grito que ya no tengo una sexta velocidad?
¿Acaso eres ciego que no puedes ver cuando te advierto que vas por encima de la velocidad máxima permitida? ¿Eres tan ciego que no ves los pidevías de los demás, los semáforos en rojo, las señales de tránsito en general?
Dices que soy una chatarra que no sirve, cuando me rehúso a cooperar. Me golpeas, me insultas. ¿Qué clase de vínculo podría nacer entre tú y yo?
Lo siento, es hora de terminar. Crees que esta vez sí te desharás de mí y me venderás al mejor postor. Ignoras, pedazo de tonto, que es a mí a quien se le acabó la paciencia. Hoy no arranco. No señor, no se me da la gana arrancar. Te fregaste, te va a salir caro. Aunque te deshagas de mí te voy a hacer pagar caro el trato que me has dado. Esto incluye pago de grúa, pago de taxi para ir a trabajar y el pago del anuncio clasificado (cuyos precios están por los cielos) para venderme.
¿Cómo te quedó el ojo?

viernes, 13 de febrero de 2009

Un saludo del más allá (II)

Como quien dice nada, es viernes de nuevo. Y los viernes contamos por acá historias de aparecidos y fenómenos de esos que dan ñáñaras.
Pues bien, hoy les contaré una historia que me contó hace muuuuuchos años mi ex suegra, una persona a la que quiero y respeto mucho, y de quien jamás pondría en entredicho sus historias. Como vive lejos, no le pude preguntar detalles y que me confirmara algunos datos, así que se las cuento (detalles más, detalles menos) de la forma como quedó guardada en mi memoria.
Resulta que doña Rosa*, la mamá de mi ex suegra, vivía en la provincia hondureña. Un día que estaba de visita en Tegucigalpa (la capital), se encontró con un conocido a quien no veía desde hacía muchos años.
-¿Don Fulanito, usted por acá? ¿Qué se ha hecho?
Don Fulanitto le respondió que todo bien, y que U y que A y que bla bla bla.
Después de conversar por un rato, doña Rosa se despidió, no sin antes preguntarle a su intelocutor si se le ofrecía algo para sus hijas (que vivían en una localidad cercana a donde ella vivía).
- Por favor, dígales que estoy bien, que las quiero y que se cuiden mucho, etc., etc.,
Al regresar doña Rosa a su casa, pasó por el pueblo de las hijas de don Fulanito para llevarles el mensaje de su papá.
-Doña Rosa, que bueno verla. ¿A qué debemos su visita?
-Acabo de regresar de Tegucigalpa y me encontré con don Fulanito con quien estuve platicando. Les manda saludos, etc., estc.
Las hijas de aquel señor hicieron un gesto de extrañeza.
-Doña Rosa, no bromée por favor...
- No es broma, ¿por qué habría de serlo?
-Porque papá falleció hace X meses (o años, no recuerdo)
-Pues entonces, recen por su alma, llévenle flores. No sean ingratas. Como que ustedes se olvidaron pronto de su papá, si no él no les habría hecho llegar este mensaje.

*Nombre ficticio, aunque en realidad no sé por qué a último momento decidí no colocar el verdadero.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Kerosene: memorias de rápida combustión (I)

Hola a todos. A partir de hoy empezaremos a publicar en este su blog una serie de posts escritos por Alfredo Vicente, mejor conocido como Kerosene, quien tiene una cantidad de anécdotas increíbles. Pero mejor los dejo con él para que les explique mejor.
Apapachos
Nancy
Con este post, que escribí hace ya casi un año en mi viejo blog, inauguro la serie de historias Kerosene: memorias de rápida combustión (más información sobre el proyecto en este link). Este es un bonito recuerdo de aquellos primeros años en la URL, de la cual aún tengo mucho que escribir. De esta primera historia “base” se irán desprendiendo, en el futuro, varias anécdotas relacionadas con esos años de locura y aprendizaje, escritas en nuevos posts. Nostalgia universitaria fue el título que le puse cuando lo publiqué por primera vez, en marzo del 2008.
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De cuando viví mis primeros años en la Landívar (nostalgia universitaria)
Hoy por la mañana acudí a la universidad para reunirme con mi asesora de tesis.Todo hubiera sido un procedimiento normal salvo que ella se demoró un poco y mientras tanto empecé a recordar...Pasar por aquella facultad, que ahora está en otro lugar, más grande, y más ostentosa, detonó muchas memorias de mi paso por la Landívar (antes la facultad era un diminuto espacio chapucero en otro edificio, pero era simpática, ahora es grande y absorta, indiferente).Cómo ha cambiado todo...Recuerdo que cuando entré a la "U" tenía 18 años recién cumplidos, e ingresé con muchos clavos psicológicos a mi carrera. No inmadurez precisamente, pero mucha debilidad moral, mental, y una creciente baja autoestima, que sin embargo no me impidió pasar unos magníficos momentos en esos dos primeros años de Ciencias de la Comunicación.La cafetería estaba monopolizada y era ampila, ahora ya hay un Burger King, y miles de mini-cafés de comida rápida. Cuando entré en el 2001 aún fui testigo de las largas y tediosas colas para asignarnos cursos manualmente, resultando en unas 2 horas de bonita espera, eso sí teníamos suerte y no se "caía" el sistema. Ahora cada quien en su casa se asigna por Internet en 5 minutillos y ya... No sé... pensando y pensando, me empezó a entrar la nostalgia... de alguna manera, sentía más humano aquel largo y odiado proceso de asignación...Recuerdo que la Universidad la veía enorme, gigantesca. Ahora me aburre. La gente era única, cada quien tenía su poco de músico, poeta y loco (cada uno era toda una personalidad! hasta los "mierdas"). Ahora se ven "chavitillos" en serie que ya vienen con su etiqueta del momento marcada: "Emo", "Punk", "caquerín", o "rockero". Los normales pasan inadvertidos. Antes hasta los normales hacían algo digno de llamar la atención... No sé, tal vez uno ya se empieza a sentir viejo en ese aspecto.Antes la vibra era más humana, insisto. Ahora en sus laptops, ensimismados, estos chavos le dejan a uno la sensación de que en mucho menos de una década los pencazos socioculturales van siendo cada vez más duros.Recuerdo cuando editábamos manualmente los videos. Ahora todo es en software. Recuerdo aquellos divertidos momentos en el cuarto oscuro para revelar los rollos en la clase de fotografía. Recuerdo los talleres de video con John Dunn. Los primeros "reductazos", mis primeros "clavos alcohólicos", y el descubrimiento del "high" de la yerba (recuerdo haber llegado una vez a contar que más de la mitad de la clase habían probado la marihuana en aquél entonces).Después del segundo año todo empezó a cambiar. Uno avanza, claro. Uno mejora su propia versión, porque uno estaba harto del malogrado hardware que traía del colegio y demás asuntos. Recuerdo que vivía quejándome de todo, sobretodo de las clases y de los catedráticos. Bueno, todos vivíamos quejándonos. Antes incluso existían para nosotros los "santos" y los "villanos" entre los catedráticos de la facultad. Hoy en día, incluso los que solíamos llamar "villanos", ya ni gracia tienen. Uno los ve tan normales...En el tercer año muchos empezaron a dejar la universidad, algunos se casaron, otros se metieron de lleno a trabajar (al día de hoy algunos son famosos en el ámbito mediático) y pocos desgraciados fueron víctimas de su holgazanería y demás desperfectos. Éramos felices la verdad. Tampoco es que me jacte de que hayamos sido una generación de universitarios revolucionarios e ideológicos ni nada de esos cuentos habituales, pues ya esa atmósfera se había perdido hace tiempo (cuando entré definitivamente aún los landivarianos estaban viendo en qué empezaban a encajar). Luego, el cuarto y quinto año fueron la despedida. Definitivamente me di cuenta que ya empezaba la transición hacia los nuevos "chavitos" cuando me empecé a dar cuenta que en las clases que llevaba el 90% eran nuevas caras. Lo bonito fue que esos dos primeros años, los "supuestamente" más atrasados y "criticados" años, fueron para mi, los mejores. Los más intensos. Como bonito recuerdo me quedan: las fotografías de las jodederas, algún que otro teléfono del 10% que sí se mantuvo en contacto luego de encontrar trabajo, una tesis pendiente, y una enorme deuda en la biblioteca por un compañero a quien le presé el carnet para que sacara libros y nunca los devolvió. Todos nos prometimos, en esa pseudosociedad que en algún momento llegamos a formar, amor eterno. Amistad perpetua. Puras pajas, viendolo bien. Ahora lo único que nos queda son estas memorias. Pero bueno, pasa como en todo, supongo que así pasa por ley natural. Estoy seguro que todos nosotros, muy en el fondo, ya nos hemos perdonado grupalmente por ello.En fin, que nunca pensé que iba a llegar ese momento en que iba a mirar para atrás y decir "puta, ya empiezo a envejecer". La verdad es que me sorprendí. Por un momento me empezó a envolver esa nostalgia, yo que era una mala versión de mí mismo, que me sentía incompleto, me quejaba de todo... ahora que lo veo, realmente era más libre aún, no tenía verdaderamente de qué preocuparme, no trabajaba, sólo cumplia con ir a la U a emborracharme, a pasarla bien, y empezar a disfrutar de la vida... AHH.. AQUEL PRIMER AÑO... Gracias por esos momentos a: "Sebas", "Fhurer", Mónica, Juliana, los "chicos bien", Gabriel, El "Freak", Héctor, Alejandro "el pimp" Méndez, Ana Ruth, Josué, Pedro, Diego, Carla, Maria José, "Chofo", "Amadeus" Castro, Gustavo, Nadya, Heber, Pérez Canto, y demás protagonistas, tanto héroes como villanos, que hicieron de mis dos primeros años universitarios unos momentos que, a pesar de no haberlos apreciado en aquel entonces, ahora atesoro con nostalgia.Por un momento empecé a revivir esos momentos, tantos recuerdos... incluso llegué a pensar que qué bonito sería seguir, solo por volver a vivir esos tiempos, recibiendo clases con mis compañeros, pero luego desperté... vi a mi alrededor y observé las caras de esos nuevos alumnos (que se ven más chavitos de lo que uno era al entrar a la "U")... y entonces... ZUAS! "a la mierda!", pensé (De vuelta a la realidad). "Tengo que graduarme y salir de esta mierda cuanto antes", volví a pensar. Y entré a la facultad, a mi cita.
Alfredo Vicente

lunes, 9 de febrero de 2009

¡Sin frenos! (Como que me cuidan I, Dura de matar y de morir IV)


En el último post sobre "Dura de matar", la bloguera Nicté hizo el siguiente comentario: "Como que te cuidan Nancy".

Y es cierto. Aquí donde me ven, he salido bien librada de muchas situaciones peligrosas. El comentario disparó mil recuerdos en mi mente. Este es uno de ellos:

Hace un año, a lo sumo, mis hijas y yo nos fuimos de paseo a la costa con mi amiga Miriam y su sobrina. Dejamos al súper Chevy en casa de mi amiga y nos fuimos en su carrito. Regresamos de noche y al querer arrancar al Chevy, me di cuenta de que el pobre no tenía batería. Había pasado toooodo el día con las luces encendidas.

El hermano de Miriam nos dijo por teléfono cómo arrancarlo empujado. Como la calle donde ella vive es muy inclinada, empujar sería lo de menos.

Sin embargo, resulta que yo soy mera pilas para esas cosas y no pude arrancarlo. En cambio, el carrito alcanzó gran velocidad en segundos y yo no podía frenar pues mientras el motor no arranca, los frenos ni en cuenta.

Así las cosas, me fui cuesta abajo como en una montaña rusa. No sólo no podía frenar sino que el Chevy no tenía luces y la calle estaba oscura. Si venía un carro en la calle perpendicular, no podría ver que el Chevy se aproximaba. Así que rogué por que no pasara ningún carro, pero, oh, terror, yo sí pude advertir las luces de un vehículo contra el que me estrellaría al llegar ambos a la bocacalle.

Sólo me aferré al timón y frené con todas mis fuerzas. El Chevy se detuvo como por arte de magia, y a medio metro, a lo sumo, pasó hecho pistola el vehículo cuyas luces había advertido.

No me pude explicar cómo fue que a último momento mi carrito paró, sólo puedo pensar que a lo mejor es cierto que "me cuidan".

viernes, 6 de febrero de 2009

Halloween

Nuevamente tenemos una historia tenebrosa de esas que Aarón vivió con su ex. Después de leerla comprenderán por qué me muero del miedo, ya que son las 23.35 h. Aquí les va:
Mi ex tenia unas amigas que vivían cerca de la casa de ella. Al principio me caían bien, luego no lo sé. En la casa de ellas sucedían cosas peores de las que he contado.
La casa de ellas, a quienes llamaré Sucy y Ángela, era de dos niveles, el segundo nivel estaba deshabilitado, debido a que ellas contaban que las luces se prendían, los jueguetes se caían y las pelotas rebotaban solas. Comentan que unos primos de ellas que murieron en un accidente que sucedió en el aeropuerto son los que provocan estos fenómenos, ya que ellos se dirigían a su casa cuando fallecieron. Entonces era típico que Ángela, la más pequeña fuera un poco más miedosa que Sucy.
A mí me encantaba asustarlas, debido a que era fácil que cayeran en mis bromas. Pero de tanto que me habían contado yo sugerí que el día de halloween lo pasáramos en el segundo nivel de la casa de ellas. No soy muy partícipe de esta fiesta, es algo que no me agrada, pero ese día quería ver qué sucedía.
Llegó el dia de Halloween y nosotros no organizamos nada. Entonces nos quedamos en la calle frente a la casa de mi ex, molestando un poco. Se me ocurrió una broma: como ellas contaban que las luces se prendían, iba a fingir haber visto que estas estaban prendidas. Pero en vez de que la broma se ejecutara, nos asustaron a todos. Cuando estaba a punto de hacer la broma, volteé a ver al segundo nivel de la casa de ellas y efectivamente las luces estaban prendidas, pero habían sombras extrañas en las ventanas. Para ser específico, eran dos siluetas de niños y una sombra grande a la par de estas dos. La última no sabíamos qué podría ser, pero mientras todos mirábamos hacia la casa, las luces se tornaron de blancas a rojas, y por ultimo estas se fueron apagando, debido a que la sombra grande, fue creciendo hasta dejar todo a oscuras..
Les juro que esa vez si me moría del miedo, pero la historia no acaba acá, todos asustados nos entramos a la casa de mi ex, y ese día salí a las 12 de la media noche de la casa de ella. Justo cuando salí, no volteé a ver, y como a dos casas después de la casa de mi ex, vivía una amiga mía, quien estaba en silla de ruedas, debido a que sus piernas son débiles y desde que la conozco ella está así, entonces cuando pasé a la par de la casa de mi amiga, escuché que habló alguien, volteé a ver y había una niña parada en la ventana de una pequeña cúpula que había, en ese entonces. No le puse atención, pero reaccioné y no habia nadie. No me pude contener y toqué la puerta y mi amiga salió a abrirme.
Le conte lo que había visto y ella me dijo que también la ha visto a veces y la molesta mucho porque ella no puede moverse con mucha libertad en su casa y que muchas veces se le aparece frente a ella y mi amiga se asustaba por no poder correr. Ese fue un halloween muy tenebroso y les juro que aun tengo la duda de querer saber qué fue lo que sucedió ese día.

jueves, 5 de febrero de 2009

No doy mordida II. Dura de matar (y de morir... y de lo que sea) III

En estos tremendos tiempos en que lo de "policías y ladrones" no es un juego de niños sino un par de sinónimos, que lo paren a uno los policías a la una de la mañana da ñáñaras ¿no?
Pues fue justo lo que me pasó hace unos seis años. Fue un miércoles o jueves santo en el que a la salida del trabajo me fui a casa de uno de mis mejores amigos donde se celebraba una fiesta.
No soy de desvelarme mucho y tampoco de ingerir alcohol, así que es común que con las 12 campanadas desaparezca el encanto y salga en mi carroza mágica (el súper Chevy, por supuesto) hacia mi casa.
Aquella noche no fue la excepción. Debía atravesarme medio mapa desde Villa Nueva hasta mi casa, del otro lado del mundo. Cuando faltaban unos cinco kilómetros para llegar a casa, en un lugar oscuro de comercios cerrados y sitios baldíos, tres policías agazapados me hicieron el alto.
Me detuve pensando que mi licencia estaba vencida.
Se me acercó "el jefe" y me pidió mis papeles. Al reparar en la fecha vencida me dijo:
- Su licencia está vencida, nos va a tener que acompañar
- ¿Cómo que está vencida? pregunté, haciéndome la sueca.
- Aquí mire, me dijo casi a gritos. ¡Hace un año venció! tine que venir con nosotros a la comisaría de Tierra Nueva.
Como cosa extraordinaria no me alteré, sino que respondí.
- Lo siento. Ustedes no son autoridades de tránsito y me detuvieron al azar, no porque yo cometiera alguna infracción. En todo caso corresponde una multa.
"El jefe" empezó a impacientarse y a levantar la voz.
- Tiene que acompañarnos.
Se me acercó el policía más joven y casi en tono de súplica me pidió
- Seño, por favor, no se oponga. Haga lo que dice "el jefe". No lo haga enojar.
- Mire oficial, yo ya me identifiqué, en cambio ustedes tienen las chumpas cerradas hasta el cuello y no me han dejado ver sus placas. ¿Quién me garantiza que no sean corruptos o farzantes?, dije en tono sereno.
El joven dio la vuelta para reunirse con los otros dos que discutían aparte. Al rato regresó y me volvió a pedir que "colaborara".
Para entonces ya habían transcurrido más de 10 minutos, por lo que pensé necesario cambiar de estrategia. No he sido nunca amiga de identificarme como periodista porque creo que no es ético hacerlo cuando estoy en una situación de ciudadana común y no de trabajo. No debería haber privilegios. Entonces les dije que me permitieran llamar a mi abogado (qué bueno que ya hay celulares). Llamé a mis amigos, uno de los cuales trabajaba en la SAE, pero a esas alturas de la fiesta estaban absolutamente etilizados y, aunque no entendía sus balbuceos, seguí con la charla:
- Sí, cómo no, licenciado, entiendo.
Colgué y les dije:
- Los voy a acompañar, pero vamos a tener que esperar un ratito a que el licenciado venga. Dice que esto está fuera de la ley, pero que le den unos minutos, que ya viene.
Los policías se sintieron molestos e impacientes. Yo trataba de ganar tiempo y así transcurrieron otros cinco o diez minutos (que me pareció media hora). Jamás me bajé del Chevy y ellos se retiraban por momentos a discutir entre sí.
Pasados unos diez minutos, "el jefe" se me acercó enojado y gritó
- No podemos esperar toda la noche, ¡nos vamos!
En ese momento comprendí que estaban dispuestos a que los "acompañara"
No tuve más remedio que insinuar mi condición de periodista como último recurso.
- De acuerdo, dije. Voy entonces a llamar a mis compañeros del periódico y los acompañaré en cuanto asome el licenciado o uno de ellos. El que venga primero.
Llamé a otro amigo y respondió la esposa porque él estaba absolutamente momo, no podía articular palabra, de la borrachera.
Yo seguí la plática:
-¿Ya cerraron la edición? Excelente. Aquí los espero pero, porfis, apúrense.
No cabe duda que la palabra "periódico" fue el abracadabra mágico que hizo desistir de sus intenciones a los policías.
Los vi discutir entre ellos. De pronto, arrancaron la motocicleta que tenían y "el jefe" llegó en ella junto a mi ventanilla. Evidentemente molesto (aceleraba la motocicleta) me gritó
- ¡Tome esta su m...! y me lanzó por la ventanilla la licencia. ¡Póngase al día!
y agregó
-¡A mí no me importa si es hija del presidente!
- Oficial, perdone, yo no dije serlo.
Sin escucharme agregó
- Ya me cansé de esperar, mejor nos vamos porque hay otros asuntos más importantes qué atender. ¡Ni que tan jovencita fuera!
Se fueron.
En ese momento el "ni que tan jovencita fuera" me golpeó. Tuve la certeza de que acababa de salvarme de quién sabe qué terrible experiencia. Me alegro de haberme comportado serena, de no haberme alterado ni asustado.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Un pequeño castor

Ya viene carnaval, pongan atención a los disfraces que les pidan sus hijos.

lunes, 2 de febrero de 2009

Deudas de honor

Retomemos las historias citadinas y también el tema de los niños.
Hoy no se trata de una niña indiscreta, sino todo lo contrario.
Un día, iba mi mamá con mi prima Eu por la calle haciendo mandados. De pronto, al pasar frente a un negocio, la Eu, que en ese entonces no tenía más de siete añitos, se regresó en un gesto de pretender ocultarse.
-¿Qué te sucede? preguntó mi mamá. Y la niña muy seria le respondió quedito:
-Es que mi papá le debe a ese señor.
Ante semejante respuesta, mi mamá que tiene una mente de escritora de novelas, se puso a maquinar mil cosas. (¿En qué estará metido ese mi cuñado...? etc.).
Sin embargo, respiró tranquila cuando al preguntarle a la Eu
-¿Qué cosa le debe?
la niña respondió
- Una disculpa, porque no ha pasado a saludarlo, como lo prometió.
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