miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ver el mundo con otros ojos


El 25 de diciembre varios amigos que leen mi blog aunque no lo comentan, me sugirieron que contara esta historia en este espacio. Me la estaba guardando para una ocasión especial y creo que el paso de un año a otro es algo muy significativo, tanto como para contarles hoy una historia que marcó profundamente mi existencia. Ahí les va...

En esta vida me ha tocado empezar de cero más de una vez. Una de las historias más dramáticas e increíbles por las que he pasado y he tenido que volver a empezar es la del día que descubrí con mis propios ojos lo hermoso que es el mundo.
Aunque quizás no me lo crean, yo viví en el borroso panorama de la miopía avanzada durante 22 años. Así como lo leen.
Nadie nunca se dio cuenta de que yo era miope y así me acostumbré a vivir, si no rodeada de tinieblas, rodeada de “paisajes” al estilo de los cuadros de Monet. Un mundo en el que a la distancia los objetos no tenían formas definidas ni colores claros. Todo se mezclaba en una amalgama amorfa y descolorida ante mis ojos.
Como soy de baja estatura, siempre me tocó sentarme hasta adelante y el problema visual me orilló a la lectura y a dejar de lado el deporte y las actividades al aire libre. De hecho nunca aprendí a ver rótulos, carteles o carteleras. De ahí mi falta de costumbre de ir al cine.
No sé si fue porque éramos muchas hijas (cinco), lo cierto es que nadie se dio cuenta de que yo no veía bien. El tiempo fue pasando y me adapté a mi mundo borroso que era mi normalidad.
No necesitaba ver de lejos. Mi papá nos llevaba y traía a la escuela y años después, al instituto y yo no salía mucho de la casa. Jugaba muñecas y cosas que no requieren de vista a la distancia.
Cuando yo tenía 15 años hubo una jornada médica del Hospital Rodolfo Robles (para ojos) en el instituto donde estudiaba. Al terminar de hacerme el examen, un médico me dio un papelito. Me dijo que yo no veía bien y que le dijera a mis padres que me llevaran para hacerme más exámenes y ponerme lentes.
Recuerdo tan claramente cómo me sentí indignada y, a la vuelta, hice un nudo el papel y lo tiré a la basura. ¿Ciega yo? ¡Bah!
Jamás sentí, pensé o imaginé que no veía bien. Me gradué como maestra y luego entré a la universidad… ese mismo año conseguí mi primer trabajo.
Como tenía que tomar camioneta (bus, burra, o como le quieran decir), llegaba a la parada y le hacía el alto a todas las que pasaban allí. Al tenerlas enfrente me daba cuenta si iban para mi casa o no. Algunos choferes se molestaban, pero nunca entendí por qué. Era una completa versión femenina de Míster Magoo.
Se preguntarán cuándo fue que me di cuenta de que no veía. Resulta que cuando estaba en el tercer año de mi carrera (periodismo) entré al diario oficial a hacer prácticas, pero el director me consiguió una plaza y me quedé trabajando como reportera. Mi fuente obviamente era el Palacio Nacional, donde funcionaban todos los despachos ministeriales.
Me di cuenta de que alguien decía: “¡Allá va el ministro X!”, y todos salíamos corriendo tras el personaje. “Allá va el funcionario Y”… etc.
No entendía cómo lograban saberlo. En aquella época, los años ochenta, no había celulares, ni nada que se le parezca. Era un enigma para mí cómo lo adivinaban.
Una noche, cuando íbamos con mi papá en el carro a dejar a unos compadres y ahijados de mis papás, íbamos con la novedad de que al hijo mayor de ellos le acababan de cambiar los “espejuelos o gafas” por lentes de contacto.
El chico, unos años menor que yo, iba súper feliz y sus hermanos y mis hermanas empezaron a pasar de mano en mano los recién defenestrados anteojos.
Cada uno se iba probando los lentes y exclamaba cosas como “Uyyy, qué feo se ve” o “¿Cómo podés ver con esto?”
Finalmente me tocó el turno. Recuerdo perfectamente que íbamos por la Avenida Bolívar, eran como las siete de la noche. Me coloqué las gafas y, en lugar de exclamar lo mismo que mis antecesores, me quedé sin aliento... me quedé sin palabras. Descubrí lo más hermoso que jamás hubiera imaginado. Tenía ante mí un mundo lleno de formas y colores, entendí el concepto de profundidad y se revelaron en una milésima de segundo cientos o miles de interrogantes que tenía desde hacía muchos años atrás.
Veintidós años, ¡toda mi vida! había pasado entre tinieblas.
El mundo era hermoso, era tan hermoso. Los colores eran brillantes. ¡La gente tenía rostro que podía verse desde lejos! Los buses, esas chatarras ambulantes que han circulado siempre por las calles guatemaltecas ¡tenían contorno! ¡tenían formas definidas! Y tenían hermosos y brillantes colores.
Aquella noche me cambió la vida y, al día siguiente, fui a que me pusieran lentes… eso sí, de contacto. El mundo no volvería a ser el mismo para mí.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Gran inauguración


Amigos

Están todos invitados a visitar mi otro blog: Mis dibujitos, en el que he ido colocando todas las ilustraciones de mis posts en Historias citadinas.
Incluye los headers y las versiones que no salieron a la luz pública de algunas historias o headers.
También incluye versiones con modificaciones de algunos temas para jugar como cuando cantábamos las canciones de Plaza Sésamo: "una de estas cosas, no es como las otras..."
A partir de hoy, todos los dibujos que haga en paint pasarán a alimentar dicho blog.

Fanática de su individualidad

"La copia es el mejor elogio". No sé dónde ni cuándo leí esa frase, pero siempre me gustó, aunque en el fondo siempre he sentido que es mejor ser imitado que imitar.
Pero bueno, todo esto viene a colación por la historia que hoy les contaré.
Desde muy pequeñita, mi hija menor (que ahora tiene 13 años) ha tenido una personalidad muy marcada, muy definida. Es esa niña que sabe lo que quiere, que goza lo que hace y que gusta de ser quien es. Así la historia, una de las cosas que más cuida es no ser confundida con nadie más. Para ella siempre ha sido muy importante no tanto "ser diferente", como "ser ella misma": la oveja verde, o de cualquier otro color que no haya en el rebaño.
No digo con esto que sea una excéntrica y extravagante (aunque a veces se acerque a estos límites).
Pues bien, como además tiene un liderazgo innato y muy marcado... ya se imaginarán que siempre encuentra niñas que quieren ser como ella, lo cual le molesta sobremanera.
Cuando algo así ocurre se queja conmigo y yo trato de hacer que vea esta situación con ojos más optimistas.
-Mija, qué bonito es que traten de imitarte, eso significa que quieren ser como tú, las inspirás. Le digo, y remato siempre con la consabida frase: Recordate que "la copia es el mejor elogio"
-Ala mama, pero cae mal... que se busquen una personalidad ¿qué les cuesta?
Y bueno... el asunto no es nuevo. Una de las historias más simpáticas que le ocurrieron fue cuando ella estaba en segundo primaria. Cuando todos los niños estaban bien sentados, ella decidió "ponerse en reposo" por el puro impulso de no estar igual que los demás. Pero se dio cuenta de que la compañerita de al lado también se puso en reposo. Esto le molestó pero no le dio mayor importancia.
Más adelante, cuando la maestra los puso a todos en reposo, como ella tiene ese espíritu de contradición por querer ser individual, no se puso en reposo sino que se sentó recta.
En ese momento vio que su amiguita también se incorporó.
Esto ya no le gustó, por lo que decidió tomar sus libros y ponérselos en la cabeza.
El colmo fue que la niñita de al lado también tomó sus libros y se los puso en la cabeza. Entonces se los quitó y los puso en el escritorio... cosa que su seguidora hizo también.
Mi hija, ya casi fuera de sus casillas, se volvió a poner los libros en la cabeza y la niña hizo lo propio.
Entonces mi hija, muy molesta, le dijo:
-Vos mano, ¿por qué te pusiste los libros en la cabeza?
-Es que me pareció divertido...
-grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr

martes, 23 de diciembre de 2008

Alucinación colectiva


Al igual que muchos de ustedes, yo también he sido muy feliz. Mi infancia estuvo siempre llena de amor, magia y fantasía.

Mis papás tuvieron cinco hijas y, aunque algunas éramos más lloronas que otras, y unas más peleoneras, en general el amor en mi familia siempre ha sido palpable. La gente que entraba a la casa se sentía a gusto y era frecuente escuchar comentarios como "aquí se siente calor de hogar".

Así las cosas, no había fiesta más mágica en el año que la navidad. Por supuesto, mis hermanas y yo creíamos en Santa Claus, le escribíamos cartas y le dejábamos comida para él y sus venaditos.

En las vísperas, hacíamos manualidades, nuestras propias tarjetas y regalos, luego fueron las galletas y los pasteles. Mi mamá siempre hizo tamales de arroz al estilo quetzalteco.

Recuerdo que cuando yo tenía como 5 o 6 añitos, una nochebuena regresábamos de la casa de mi abuela, luego de la cena navideña. Íbamos cansadas y medio dormidas. Era cerca de la media noche. Cuando de pronto vimos al cielo y creímos ver el mismísimo trineo de Santa.

No sé si fueron luces pirotécnicas, o algún globo o qué se yo, lo cierto es que le vimos la forma del trineo de Santa.

El sueño se nos espantó y entramos a la casa felices y seguras de encontrar nuestros regalos bajo el árbol (claro, mis papás los habían dejado desde que salimos para donde la abuela).

Puede que sea una historia un poco infantil, pero nunca olvidé esa emoción y esa certeza de haber visto a Santa en persona.

Que quede este post como mi tarjeta navideña para todos ustedes la cual les dejo junto con mis mejores deseos por que tengan unas alegres y tranquilas fiestas de fin de año en compañía de sus seres más queridos.

¡Apapachos muchos!

viernes, 19 de diciembre de 2008

De por qué bendije mi casa


Lo prometido es deuda y hoy voy a contarles la historia que me obligó a bendecir mi casa, pese a que, como he dicho, no soy creyente, ni practico ninguna religión, ni tengo santos ni cosa que se le parezca en mi casa.
Ya he contado que en mi colonia pasan fenómenos con la electricidad. También saben que en casa hemos visto, olido y escuchado cosas. Todas podrían tener una explicación científica, el problema es que no he contado con las herramientas para controlar mejor las situaciones.
Así las cosas, en un principio, yo no comentaba mucho estas situaciones con nadie. Quizá una que otra vez con mi ex. Era sólo el susto del momento, y nada más.
Mis niñas a veces iban a jugar donde su papá (que vivía al lado) y a veces estaban en la casa. Era un ir y venir entre dos casas.
Una noche, mi chiquita estaba en mi dormitorio y yo lavaba ropa en el patio de atrás. Mi hija mayor estaba con su papá. Serían quizás las 7 de la noche cuando mi niña pequeña llegó corriendo y llorando hasta donde yo estaba. ¿Qué te pasó? pregunté, y me dijo entre lágrimas “mamita, ¡yo no quiero tener imaginación!, ¡yo no quiero tener imaginación!”. Ella no tenía ni seis años, creo, por lo que su susto era genuino. Entre sollozos me contó lo que le pasó:
En mi cuarto, que daba al jardín delantero, ella estaba viendo tele cuando escuchó un “psssst pssssst”, ella volteó hacia la ventana que da a dicho jardín pues pensó que era su hermanita quien le hablaba desde el jardín. Como no vio nada en la ventana, siguió viendo tele. Entonces escuchó una voz que le dijo, “aquí estoy”. La voz, obviamente, no era la de la hermana, por lo que la niña hizo un gesto reflejo con el brazo como para apartarse. Entonces escuchó “Auch, eso dolió”. Con terror la pobrecita todavía apagó la luz del cuarto antes de salir corriendo y la voz volvió a decirle “eso a mí no me afecta”…
Cuando llegó conmigo el corazoncito le latía fuertemente, lloraba asustada. Cuando le pregunté cómo era la voz trató de hacer una imitación y respondió “como la de un viejo”.
Si me lo hubiera contado cualquier persona, obviamente yo no le habría creído. Pero tenía frente a mí a mi pequeñita, muerta de susto, llorando y contando una historia que no podía haberse inventado.
A partir de esa noche, no podía dormir, lloraba mucho. Ella entonces empezó a dormir conmigo y para que conciliara el sueño le coloqué bajo la almohada un rosario de un recuerdito de primera comunión. Entiendo que los niños necesitan algo a qué aferrarse y de esta manera conseguí que durmiera. Pero yo no pude y pasé muchas noches en vela esperando no sé qué, quería que aquella voz que había aterrado a mi niñita se enfrentara a mí, quería saber de qué se trataba todo aquello.
No conseguí nada más que acentuarme las ojeras y tener que trabajar desvelada. Mi niña siguió con mucho miedo muchos días. Por supuesto que conté la historia a mis papás y a un amigo que sí es muy creyente y que me dijo que le pusiera a la niña un escapulario verde a la hora de dormir. Mi papá le regaló el suyo. Pero mi niña le tenía miedo incluso al rostro de la virgen del escapulario. Fue una verdadera pesadilla que duró mucho tiempo.
La bendición de la casa
Finalmente, cansada de esperar algo, la voz, una figura, lo que fuera; agotada porque no encontraba respuestas o explicaciones, acepté el consejo que desde un principio me dio todo el mundo y tuve (a pesar de mi orgullo) que llamar un sacerdote para que bendijera mi casa.
Luego de la bendición, creí que las cosas cambiarían. En realidad me planteé bastante seriamente si había llegado la hora de creer en algo más. Yo había sido muy honesta con el sacerdote y le había dicho de mi falta de religión. A él no le importó y fue muy amable de su parte el seguir adelante con el ritual.
Incluso una amiga mía llegó a la casa para ver con sus propios ojos que un sacerdote bendijera MI casa… Era simplemente increíble que yo accediera a ello.
Todo apuntaba a que no volveríamos a tener experiencias paranormales. Sin embargo, no fue así.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Despistado III

¿Recuerdan a Carlos Rodrigo? Para quienes no leyeron las versiones de Despistado I y II, les contaré que era un chico muy despistado, hijo de una amiga de mi mamá a la que llamaremos Sara.

Sara era de esas mujeres a las que no se les escucha mal cuando dicen palabrotas. Tenía mucha gracia para decirlas.

Una calurosa tarde, mi mamá y Sara descansaban y platicaban en el jardín. Sara se quejaba con mi mamá de los despistes de su primogénito (el mentado Carlos Rodrigo):

-No sé qué hacer con el muchachito, fijate. No entiende por las buenas. De hecho cuando lo llamo no entiende. Hasta que me pongo como la gran Piiiiiiiiii entonces viene. Por ejemplo, le digo "Carlos Rodrigo, vení por favor", y nada; (sube el tono de voz) "Carlos Rodríiigo, mijo, vení", y nada; (vuelve a subir el tono de voz)"Carlos Rodrigo, te estoy llamando, ¡que vengás te digo!", y nada. Entonces le grito "Patojo #$&***#$& hijo de la %%$#&*** ...

En ese preciso momento, la charla se interrumpe. Aparece Carlos Rodrigo y pregunta:

-¿Qué manda mama?

¡Plop!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Fenómenos inexplicables

Como les contaba el viernes pasado, en mi colonia pasan cosas inexplicables. Muchas de ellas con aparatos eléctricos que no están conectados. Estos fenómenos yo los atribuía a situaciones físicas, algo así como aquellos lugares en donde no funcionan las leyes de la gravedad. Si bien en mi familia hay personas que han vivido experiencias inexplicables, que poco a poco iré contando, yo realmente era escéptica hasta que llegué a vivir a esa colonia. Empecé a sentir y a pensar que lo que ocurría en mi casa no era normal casi desde el principio. Han pasado tantas cosas extrañas que no sabría por dónde empezar. Sonidos y olores extraños No recuerdo cuándo fue la primera vez que me asusté, la primera vez que vi o escuché algo extraño.
Recuerdo, sí, que siempre que planchaba escuchaba una especie de “cuchicheo” a mis pies. Obviamente no había nada y yo lo atribuía a un extraño “eco” que hace que a veces los sonidos de los vecinos entren en la casa y no podamos ni escuchar lo que hablamos dentro. Es decir, ha habido también muchos fenómenos acústicos extraños. También hemos experimentado fenómenos “olfativos”. Es decir, muchas veces la casa o la calle se llena de un aroma delicioso, como de flores, pero es difícil explicar qué tipo de perfume es. Esto viene acompañado de una sensación muy plácida. Otras veces, quizá menos frecuentes, la casa se ha llenado de olores nauseabundos pasajeros (ojo que no son gases, jajaja). Como de cosas en estado de putrefacción.

Lo peor que me pasó en ese sentido fue un día en que me arreglaba para salir. Tomé un frasco de perfume Paloma Picasso y al presionar el atomizador no salió el delicioso aroma que tanto me gustaba sino una hedentina espantosa, tanto, que mi ex me preguntó ¿Qué le echaste a esa cosa? Nunca nos lo pudimos explicar. El tufo salió de ese frasco, pero en mi cuello (que fue donde lo apliqué) no quedó rastro ni del perfume, ni del hedor. Volví a usar el perfume, no sin cierta desconfianza, pero no volvió a suceder ese desagradable incidente. Por supuesto que nunca volví a comprar esa marca.
Sombras y otras imágenes A los pocos meses de vivir en esa casa mi ex me dijo un día, muy asustado, que había visto pasar una sombra. Le creí porque yo también la había visto, e incluso “escuchado”, y no había nadie más en aquella casa. Estas “imágenes” no eran tan frecuentes, pero sí muy contundentes (hablo en pasado pues no les he visto hace tiempo). Nunca hablábamos con las niñas de esas cosas para no sugestionarlas ni asustarlas. A todo esto, yo atribuía estos fenómenos a la mala relación con mi ex. Así que pensaba que era un fenómeno visual que se debía quizá a la acumulación de energía negativa. Al divorciarnos los fenómenos siguieron apareciendo, generalmente por las noches. Era frecuente que mi nena pequeña viniera a dormir conmigo porque “tenía miedo”, aunque no sabía de qué. Una noche, mientras dormíamos juntas, algo me despertó. Volteé a ver hacia su lado y allí justo junto a mi nena, flotaba una figura de un color opaco que tenía una forma más o menos humanoide. Me asusté mucho, y cuando me incorporé para ver mejor, desapareció. Otra noche, mientras dormía, volví a sentir algo extraño y vi sobre mí unas cinco o seis figuras redondas que flotaban y giraban violentamente. Esa vez no pude contener el grito y creo que desperté a media humanidad. Mi ex, que vivía en la casa de al lado, me llamó preguntando lo sucedido. Podría seguir poniendo ejemplos, pero temo aburrirlos. Sólo les diré que un día fui a la casa de mi amiga Claudia N. y casualmente había allí una mujer de esas que hace limpias en las casas. Como dentro de mi escepticismo no encontraba explicaciones lógicas a esas situaciones, le comenté lo que estaba pasando. Le dije que la noche anterior yo estaba muy mal porque había tenido que despedir a una persona y eso me tenía mal. Por la noche, mientras lloraba, vi pasar esa figura que flotaba y me enojé tanto que le grité palabrotas muy feas para que se fuera. - No lo hubiera hecho, me dijo ella. No hay que enojarlos, hay que hablarles y pedirles por las buenas que se vayan. Yo le dije que lo hice sin pensar pero que había funcionado porque la figura desapareció. En ese momento, ante la mirada atónita de mi interlocutora y otras dos o tres mujeres más que participaban de la charla, varios CD que estaban en un mueble ubicado a mis espaldas salieron volando con fuerza y cayeron al suelo. -¿Cómo se explica eso?, me preguntó esa mujer. - No lo sé, quizá vibró mucho la bocina, dije, sin creer en mis palabras pues eran ilógicas. - Lo que pasa, agregó, es que “ellos” vinieron con usted.

lunes, 8 de diciembre de 2008

No doy mordida I

Hace muchísimos años, cuando aprendí a manejar, pasé mucho tiempo impune, sin licencia. Un día me pararon unos policías mafiosos y como yo no tenía licencia me iban a quitar al Hirohito (el pick up Toyota 1000 que fue nuestro primer carro -nuestro=de mi ex y mío-). En aquel entonces no había celulares para llamar y pedir ayuda, así que con toda la impotencia del caso tuve que pagarles los Q100 que me pidieron. Eso sí, me juré que nunca en la vida volvería a dar mordida... aunque para ello tuviera que recurrir a la frase "el fin justifica los medios".
Pues bien, no me curé con lo de la licencia, tuvieron que pasar muchos años para que al fin la fuera a sacar. Lo cierto es que, en el ínterin, un par de años después, me volvió a parar la Policía. Esta es la historia de cómo ni pagué mordida, ni me pusieron multa.

Fue en 1995, durante mi período post natal con mi segunda beba. Iba yo por el periférico hacia Ciudad San Cristóbal, cuando vi el retén de la entonces Policía Nacional. Llevaba conmigo a mi pequeña de apenas mes y días de nacida. Como tenía mi pecado (es decir, no tenía licencia), me comporté muy mansita.

- Sus papeles, me pidió el oficial

- Ay señor, no los traje, sólo voy a Novicentro a comprar leche para mi bebé. Como es aquí cerca no traje mi bolsa conmigo.

-Pues vamos a tener que proceder a quitarle el vehículo, dijo ridículamente.

- Pero señor, esto es ridículo. Habiendo tanto ladrón, tanto asaltante y le va a quitar el carro a una mujer con una beba.
- Lo siento, pero la ley es la ley.

- Pero eso no dice la ley, repliqué (sin conocer exactamente lo que la ley decía).

Al ver que el tipo no cedía, tuve que recurrir a algo de lo que aún hoy me avergüenzo. Le dije:

- Mire, yo sé que hay otra forma de arreglar las cosas, pero no está bien, no es correcto.

En ese momento se le iluminaron los ojos al policía y me dijo:

- Usted diga, seño, a ver qué pasa

- Es que me da pena, porque no es correcto.

-Usted sólo diga, no tenga pena-. Me dijo.

- Lo que pasa, dije resuelta, es que yo soy amiga de Ángel (en ese tiempo el director de la Policía era Ángel Conte, pero yo no dije apellido, que conste), y él me ha dicho que lo llame si tengo algún problema. Pero no me parece correcto que lo llame por esta situación. La verdad es que me daría pena decirle que olvidé mi licencia porque sólo venía a comprar leche.

La cara del policía cambió y me preguntó

- Y usted ¿de dónde lo conoce?

(aquí viene la parte que me da vergüenza)

-Pues soy periodista.

-¿Dónde trabaja?

- En la Crónica.

El policía no lo pensó mucho y me dijo:

-Mire, mejor váyase, pero no le vaya a hablar de mí (se supone que a Ángel)

Entonces le dije

- Pero oficial, usted sólo cumple con su deber, mejor póngame una multa

- No seño, mejor váyase

- Ya sé, levánteme una infracción

- Seño, mejor váyase

- ¿Sabe? tome el número de la placa

- Ay seño, mejor váyase

- Muchas gracias oficial, perdone la molestia, yo sé que sólo cumple con su deber. Que tenga feliz día.

sábado, 6 de diciembre de 2008

¿Experiencias sobrenaturales?


Mi colonia pela cables. Bueno, no sólo aquí pasan cosas realmente extrañas, muchas de ellas sin explicación aparente, sino, para colmo de males, la energía eléctrica parece tener vida propia. Y no lo digo por que suceda solo en mi casa. Cuando digo mi colonia, es mi colonia. Al menos sé que en buena parte de las 255 viviendas que la componen han ocurrido situaciones extrañas con la electricidad. A lo mejor alguien que sepa de Física o de lo que sea me lo puede explicar.

Para muestra, les contaré algunas de las cosas que por aquí suceden.

Varias personas de distintas edades, estratos socioeconómicos y escolaridad me han comentado que las luces se encienden o apagan sin explicación alguna. Mi casa no es excepción, pero eso no es tan frecuente. En cambio ha habido casos realmente feos en ese sentido: Una noche un amigo de mi hija mayor llamó aterrado a otro vecino pues cuando se disponía a salir de su casa se fueron apagando una a una todas las luces que tenía encendidas. En su casa no había nadie más que él. El amigo llegó y encendieron las luces, pero al rato éstas se apagaron y ambos salieron corriendo.

Un día, hace algunos años, otro amigo de mi hija mayor estaba en su casa solo, viendo el arbolito de navidad cuando, de pronto, éste se encendió. Él, que en ese entonces era un chiquillo, salió corriendo aterrado al darse cuenta de que el cable de las lucesitas estaba desconectado.

Eso para comentar sobre otras casas. En la mía también se encienden o apagan las luces. Se sube o baja el volumen del radio. Podría deberse a "bajones" de la corriente... posiblemente. Lo horrible es cuando sucede a media noche. En muchas ocasiones, a las 12 en punto de la noche se ha encendido el equipo de sonido de la sala, a todo volumen. Digamos que "se activó" por X o Y circunstancia el sleep... pero que se suba inexplicablemente el volumen, da mello, como dice Alexxx.

A mi nena grande varias noches se pone en pausa su equipo. A la pequeña se le cambia de canal el televisor de su cuarto. Un día que yo estaba arreglando mi camita, vi con horror cómo los numeritos del sonido aceleraban al compás del volumen y nada estaba presionando el control remoto. ¿Qué pasa aquí?

Yo no sé. Hace como dos años, mis hijas estaban solas en la casa. De pronto me llamaron con miedo a la oficina:

-Mami, fijate que estábamos almorzando y sentimos un gran calor. Cuando vimos, el hornito tostador se encendió solito.

-No se preocupen mis amores. A lo mejor sin querer lo encendieron. Apáguenlo y mejor desconéctenlo.

Así lo hicieron... pero pasado un tiempo bastante largo, volvieron a sentir calor. Al ver hacia el hornito, vieron que estaba al rojo vivo... esta vez sin que el cable estuviera enchufado.

Y así, podría seguir poniendo ejemplos mínimos. Ah, olvidé el día que estaba solita en casa pues mis nenas se habían ido a pasar vacaciones a Honduras. Entonces estaba solita y aburrida leyendo cuando, de pronto, se encendió la secadora de pelo. Ah, no, eso no me gustó. No estaba mal colocada, no es algo que use a diario. En fin... Nunca pude explicarme cómo pudo haberse encendido. Eso sí, los problemas eléctricos son mil veces mejores que los sonidos y las imágenes que, ahora cada vez con menos frecuencia, también se asoman por esta su casa.



viernes, 5 de diciembre de 2008

Pido pelo


Por razones ajenas a mis buenas intenciones y voluntad (compromisos laborales y familiares impostergables), tendré que publicar hasta el fin de semana la historia de fenómenos insólitos que estaba preparando para hoy..

Los espero...

jueves, 4 de diciembre de 2008

martes, 2 de diciembre de 2008

En las piernas de Santa


Llegamos por fin al mero mes navideño, diciembre, pese a que la publicidad se adelantó desde agosto. A mí me gusta la navidad, pero más por los recuerdos de mi niñez que por otra cosa.
Pero bueno, la historia que hoy les cuento tuvo lugar durante la época navideña. Fue en mi primer o segundo año de la universidad, así que yo tenía unos 19 o 20 añitos.
Resulta que un diciembre de finales del siglo pasado iba yo “sexteando” (gerundio del verbo sextear, ahora ya casi en desuso: pasear vitrineando o de compras sobre la sexta avenida de la zona 1) cuando de pronto, al pasar frente a una heladería, el Santa Claus que ese negocio había contratado para atraer a los niños, me tomó del brazo y me hizo sentarme en sus piernas.
Todo pasó tan de pronto que mil pensamientos pasaron al mismo tiempo por mi mente. No quería pasar por pedante, había un chico que quizá le tenía miedo y yo podría demostrar que Santa no es malo… en fin. Como soy maestra (y por aquel tiempo trabajaba como tal) me senté en las piernas de Santa, no sin mucha vergüenza. Tenía el rostro colorado e hirviendo. La vergüenza era enorme.
Entonces Santa, para tranquilizarme, me regaló su mejor sonrisa y con un gesto me invitó a husmear tras la postiza barba.
Fue allí donde descubrí que no era el verdadero Santa, jajaja, sino un compañero de la universidad que, aprovechando que me vio pasar frente a él, decidió jugarme una broma.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Sonrisa de oreja a oreja

La historia de hoy, acaba de sucederme. Apenas hace un par de días le decía a alguien que yo nunca me gano nada, y que el día que gane algo será cuando rifen una "camorra", y sin haber comprado número. Lo decía en alusión a mi mala suerte.
Sin embargo, le dieron un premio a mi bloguito y eso me hace muy feliz y me coloca una sonrisa de oreja a oreja.
El primero en dármelo fue mi querido Ángel Elías, luego, mi querido Kontra y poco después mi querida Abril. ¡Mil gracias!
De acuerdo con las reglas, yo tendría que darle el premio a otros 7 blogs, como mínimo. Así que intentaré no repetir nombres que ya han recibido el premio... aunque veo que casi todos mis blogs favoritos lo tienen ya. Lo haré en orden alfabético, pues no existe un orden jerárquico en importancia. Como diría yo: "A mí todos me gustan".
  • Aúgeme el ínclito placer superlativo. (Vida y milagros de Johan Bush Walls) , un blog autobiográfico que escribe Johan Bush, quien no sólo nos entretiene con sus andanzas sino que, sin proponérselo, nos muestra cómo le ha tocado vivir el racismo chapín en carne propia.
  • El calaquero, este es el blog de uno de los periodistas que más admiro, por sus agallas, por su vocación. por su inquebrantable moral: Julio Lara, quien el sábado recibió también un reconocimiento a su trayectoria en el marco de la celebración del Día del periodista.

  • Guatemala en décimas, un original blog poético escrito en décimas o espinelas por los poetas Roberto Cifuentes y Walter González

  • Kerosene, de Alfredo Vicente, un joven que a través de sus poemas y artículos nos transmite su punto de vista sobre diversidad de temas, siempre con un chorro de creatividad.

  • Mil orillas, de la periodista Lena Yau. No la he leído como periodista, pero es una gran poeta y narradora. La popularidad de su blog es indiscutible.

  • Pensamientos combatiendo al silencio, de Alexxx, un joven que nos invita a volver la mirada hacia las cosas sencillas y valiosas de la vida.

  • Qué pasa Guate, el blog de Vash, una joven preocupada por el acontecer nacional cuyos posts invitan a reflexionar y demuestran un auténtico y ejemplar amor por su país.

  • Totalmente chic, de Claudia Huerta, una chica que, a sus 18 añitos, derrocha su vocación de diseñadora y que, además, tiene un excelente gusto musical. De hecho, cuando hago mis dibujitos en paint, lo hago escuchando la música que tiene en su blog.

  • Xiuhcoatl, de Roberto Díaz, quien sin palabras y a través de bellas imágenes nos lleva al mundo mítico de los dragones (y, por ende, al de las princesas rescatadas por héroes...)
Reglas generales
1.- Al recibir el Premio, se ha de escribir un post mostrando el premio y se ha de citar el nombre del blog o web que te lo regala y enlazarlo al post de ese blog o web que te nombra ganador.
2.- Elegir un mínimo de 7 blogs que creas que brillan por su temática y/o su diseño. Escribir sus nombres y los enlaces a ellos. Avisarles de que han sido premiados con el "Premio al esfuerzo personal". Para que lo recojan.
3.- Opcional. Exhibir el Premio con orgullo en tu blog haciendo enlace al post que tú escribes sobre él.