lunes, 18 de agosto de 2008

Casi un asalto

Hola, esta historia no es mía sino del cumpleañero de hoy (¿o de ayer?) mi amigo Ángel Elías. Sí el mismo que parece Tasso, está en la radio, en el club de lectura del IGA y en cuana actividad cultural se presenta. Eso sin olvidar todas las actividades que organiza tanto en la capital como en Chimaltenango y no sé donde más. En fin, dejo con ustedes la historia de un casi asalto... por el casi, que hizo la diferencia.
Nancy
Casi un asalto
Hace algunos años sufrí un casi asalto. Y es que en eso de los asaltos, según me han contado, se es asaltado o no se es asaltado. Aunque puedo decir que yo sí sufrí un casi asalto. Como aquellos que dicen, casi me caigo.
Pues resulta, que vagando en unas de la calles de la zona 4 de la ciudad de Guatemala, sobre la pasarela de la 7 avenida y una tienda de conveniencia, andaba distraído con la vista que tiene la torre del Reformador y la avenida, que de alguna manera da una perspectiva muy característica de la ciudad y del centro cívico. Cuando de pronto un tipo se me pone enfrente y con algo que aparentaba ser un arma bajo el suéter me dice –Mano, caéte con lo que tenés –ambos estábamos solos en aquella pasarela.
Yo no tuve reacción inmediata. Al notarlo me dice –bueno mano, dame lo que traigás o te tiro de la pasarela –allí reaccioné que lo que sucedía iba más en serio de lo que me imaginaba. Al hacer un repaso a lo que me pedía y lo que llevaba me di cuenta que llevaba las de perder. Teniendo en cuenta no llevaba más allá de los pasajes de mi camioneta. Que por cierto no es mucho. ¿Objetos de valor? Un celular viejo, una mochilla con libros, un suéter y una botella con agua. ¿Es que se puede tener menos para ofrecer y no salir sopapeado por pobre? Es que a estas alturas, uno: o me dejaba ir por lástima (cosa poco probable) o me pegaba por mi pobreza.
Al verme envuelto en tan incomoda posición opté por lo lógico. Negociarlo. Sí, tratar de hablar y negociar el asalto.
-Compa –le dije –fijate que yo no traigo varos.
Le extendí la mano y continué, -mirá maestro, la cosa está jodida, y no traigo nada para vos, pero ya sabes –cruzándole mi brazo sobre su hombro, -si tuviera unos lenes te los daba, pero… ta’jodido vos, -entonces el sacó su mano del suéter y vi que no tenía en las manos, ni arma, ni nada.
Me relajé y sin perder el paso, acompañado de él, bajé presuroso las gradas de la pasarela, soltándolo con una palmadita en la espalda a la mitad de aquellas gradas.
El asaltante se quedó pensativo sobre lo que había pasado y así logre salir del casi asalto. Probablemente aquel asaltante, era principiante por ello no me bajó las pocas cosas que llevaba, pero tampoco me quiten merito, yo no tampoco negocio con asaltantes todos los días.

Ángel Elías

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