viernes, 30 de abril de 2010

Promesa cumplida

¿Qué día es hoy? ¡Viernes! Eso significa que es un buen día para reunirnos y compartir una nueva historia de esas extrañas.
Esta historia me la contó mi papá hace muchos años. No es que él la haya vivido, sino más bien creo que la leyó. Quizá por eso debo advertir que lo que mi memoria no alcanza recordar, mi creatividad se atreverá a remendarlo. Por ello la contaré lo más breve posible.
Hace muchos años, dos jóvenes amigos se hicieron una promesa: El primero que muera se encargaría de hacerle saber al otro si hay o no más allá. Si hay algo más después de la vida.
Como diría don Mingo Bethancourt, el tiempo todo lo borra. Así que el paso de los años se encargó de poner otros temas en la mente de aquel par de amigos quienes, al llegar a la madurez ya no se frecuentaban como antaño, aunque el cariño y el recuerdo de la amistad siempre estuvo latente.
Cierta noche, uno de aquellos personajes (ahora convertido en todo un caballero) se extrañó de ver que se había detenido el reloj de la sala a las siete de la noche. Estaba muy consciente de que por lo menos eran las nueve. Al querer confirmarlo con su reloj de pulsera, vio con extrañeza que también éste tenía las siete de la noche.
Y así se encontró con que todos, absolutamente todos los relojes de su casa se habían detenido a la misma hora.
Al día siguiente recibió una llamada. Un pariente de su antiguo amigo le comunicaba sobre la muerte de éste.
En ese momento, impulsado por una corazonada, el hombre preguntó: 
-Perdóneme ¿a qué hora falleció?
- A las siete de la noche
¡Plop!

miércoles, 28 de abril de 2010

Los últimos dos "Milán" sobre la faz de la Tierra

Si yo hubiera sido algún personaje de cuento, seguramente me habría tocado ser Grethel (de "Hansel y Grethel") por despistada y golosa (adoro las golosinas, principalmente los chocolates).
Ay, esta debilidad mía de no poder resistirme a la tentación de un chocolate, de sucumbir fácilmente ante sus dulces encantos, me llevó a protagonizar la historia que hoy les cuento y que me llena de remordimientos... snif, snif...
Hace tres años (2007) mi querida Mau (mi hija mayor) dejó en la mesa del comedor dos barritas de chocolate "Milán" (de la Gallito). Pasaron dos o tres días y aquel par de barritas envueltas en papel dorado me hacían guiños que no podía pasar por alto.
Finalmente, convencida de que podía reponer en cualquier momento aquel par de golosinas y aprovechando que estaba sola en casa, tomé la primer tableta entre las manos y la despojé de su brillante envoltorio. Como si de una adicta se tratara (en realidad se trataba de una adicta) me la llevé a la boca con prisa y dejé que mis papilas gustativas brincaran de felicidad al contacto con su dulce sabor. Mmmmmmmmmmmmmmmmm bocado de los dioses... en menos de un minuto la había hecho desaparecer y, antes de engullir el último bocado, ya mis manos se habían encargado de quitarle el envoltorio a la segunda barrita. Ésta desapareció también como por arte de magia.
Unos días después, mi Mau me preguntó por las barritas. Y yo no tuve más remedio que reconocer que me las había comido, pero le ofrecí reponérselas en ese instante. Le dije que le daría dinero para que las comprara en alguna tienda de nuestra colonia. Entonces mi Mau me contó que ese par de chocolatitos los había comprado en una tiendecita de una colonia cerca de Montserrat, que eran las dos últimas barritas Milán que tenían allí. Que incluso como no llevaba dinero, la tía de su amiga Gaby le había prestado para comprarlas... que en ninguna tienda de la colonia las vendían. Y que tampoco me molestara por buscar en el supermercado, por la casa de mi mamá, mi trabajo o cualquier otro lugar a donde fuera... nunca más había vuelto a verlas.
Desde entonces, me he dado a la tarea de buscar en cualquier tienda por donde pase. Llevo tres años sin poder encontrar ni media barrita y, por supuesto, el peso de mi culpa cada día es más grande al comprobar que me comí las dos últimas barritas Milán sobre la faz de la Tierra.

p.d.
Si alguien de Guatemala sabe dónde venden, por favor cómpreme las que pueda, yo se las pago, voy a donde me digan con tal de reponérselas a la Mau y, si fuera posible, de volverle a dar a mi paladar una probadita de los famosos chocolates.