viernes, 30 de octubre de 2009

Los extraños sucesos de la casa de la tercera avenida


Y bien, finalmente les voy a contar la historia prometida. Confieso que hubiera querido hablar antes con mi papá para refrescarla; además, tuve la intención de visitar la casa (o lo que queda de ella) donde tuvieron lugar los horribles acontecimientos que hoy les contaré. Pero ya saben, la falta de tiempo siempre trunca planes. Pero, si mi hermana Vivi la lee y recuerda algo más, que me corrija la plana.
La historia ocurrió hace muchísimo tiempo, a finales de los años sesentas, si no estoy mal. Años antes, mi papá había vivido en una casa de huéspedes ubicada en la tercera avenida, entre 3ª. y 4ª. calles de la zona 1. La amistad con la dueña de aquella casa era muy estrecha, tanto que ella era la madrina de mi hermana mayor.
Esta señora, a quien llamábamos Mima (q.p.d.), había tenido un hijo más o menos de la edad de mis padres, pero falleció en un accidente de motocicleta.
Como era madre soltera y había sido su único hijo, Mima mantenía la habitación del malogrado vástago tal y como él la dejó el último día de su vida.
Pero bueno, no sé cuántos años habían pasado de la muerte del hijo y quién sabe cuánto tiempo había pasado desde que mi papá dejó la casa de huéspedes para fundar su propio hogar.
Lo cierto es que una tarde (creo que fue en fin de semana) se presentó a la casa de mis papás Mingo, un empleado de Mima. Le pidió con urgencia a mi papá que lo acompañara pues sucesos muy extraños habían estado ocurriendo a lo largo del día en la casa de huéspedes. Mima estaba desesperada y quería su apoyo y consejo.
En fin, cuando mi padre llegó, todos en la casa estaban alarmados. No sé cuánta gente había, pero al menos estaban Mima, Mingo, la “Nana” (una indígena que ayudaba con el oficio y la cocina) y algunos huéspedes. Le contaron a mi papá que se movían las cosas, algunas salían lanzadas por el aire violentamente contra los allí presentes, otros objetos se incineraban solos. Todo era un caos, había desorden, olor a quemado, cosas quebradas... Además, la casa estaba demasiado fría.
Mi papá fue testigo de sucesos inexplicables: vio cómo se quemaban cosas y nunca olvida cómo tres pequeñas repisas con algún adorno se fueron incendiando una a una, como si las hubieran cronometrado.
Poco después de que mi papá se presentara, llegó una medium, recomendada quién sabe por qué huésped. La mujer se sintió mal desde el principio pero decidió recorrer la casa, sin embargo, al pararse frente a la puerta del dormitorio del hijo de Mima el frío se hizo más intenso y en ese instante se incendió toda la ropa del difunto. La medium pidió un crucifijo y nadie tenía uno… excepto mi papá que siempre lleva uno en una cadenita de oro que le regaló mi mamá. Mi papá suele ponerse la cadenita sin necesidad de destrabar el broche, pero en ese momento tal parecía que se le hubiera pegado a la piel. Fue imposible que se la sacara o que pudieran desabrocharla.
Entonces, aquella mujer dio marcha atrás. Dijo que era demasiado malo lo que había allí y que ella mejor se iba. No sé si fue una deducción de ella o de alguien más, pero alguien sugirió que le habían hecho brujería a uno de los huéspedes…
Antes de irse, la medium recomendó que llamaran a los curas de La Recolección, una iglesia ubicada a una cuadra de la casa de Mima.
Así lo hicieron. Fueron a llamar a un hermano franciscano (pues dicha orden es o era la que tenía a su cargo la iglesia). Pero también fue atacado por los fenómenos extraordinarios. Entonces, este religioso fue por “refuerzos”, así que llegaron otros dos o tres franciscanos más.
Se sentaron a rezar en la mesa de la cocina, en cuyo centro había una maceta con alguna plantita. Pero cuando el religioso que llevaba la oración estaba rezando, se avivaron los ataques. Un puñado de tierra salió lanzado desde la maceta justo hacia su boca.
No recuerdo qué otras cosas horribles les pasaron a los pobres franciscanos, lo cierto es que se fueron de la casa sin poder controlar todo aquel alboroto.
Finalmente (y tampoco recuerdo cómo) se fueron apaciguando las cosas y todo volvió a una relativa calma.
Cuando mi papá regresó a la casa y le contó a mi mamá todo lo ocurrido, pudo, sin ningún problema, sacarse la cadenita con el crucifijo.
Yo conocí esa casa, de hecho allí ocurrió una simpática historia que ya les conté. Tenía un olor muy particular. Mi mamá nos decía que era el olor de los orines de los perros de Mima, pero han sido contadísimas las ocasiones en las que lo he vuelto a sentir… situaciones que no quisiera volver a vivir.
En fin. A partir de aquel día y por muchos años después, siempre paraba frente aquella casa la procesión de la Virgen (no me pregunten cuál Virgen, es una que está parada sobre una luna). Supongo que algún informe sobre aquellos extraños incidentes deben haber rendido los franciscanos a las autoridades eclesiásticas.
Pasaron los años y aquella casa no resistió la embestida del terremoto de 1976. Para ese entonces, Mima ya no vivía allí.
Hace algunos meses pasé frente al lugar y vi que ahora hay allí un taller o un parqueo, no lo recuerdo bien. He deseado bajarme y preguntar si siguen ocurriendo cosas extrañas, o si sigue deteniéndose frente al lugar la procesión de la Virgen… pero he sido muy negligente y todo lo he dejado para después.
Pero de una cosa estoy segura: lo que allí ocurrió fue real, le creo a mi papá y hubo muchos otros testigos más. Además, como dije, debe existir algún informe en algún archivo de la Iglesia Católica.
Y bien, colorín colorado, esta historia ha terminado. Les deseo mañana una excelente noche de brujas… o de los muertos….wwwwuuuaaaaajjajajajajajaja

miércoles, 28 de octubre de 2009

Pescuezo de pollo
O de por qué para mí es un insulto el arroz con pollo



Dicen que cuando uno tiene problemas con algo, a pesar de que en apariencia no los debería haber, hay que remontarse a la historia personal para averiguar el origen de dichos problemas.
Pues bien, a pesar de que ya me he confesado melindrosa, hay una comida que definitivamente no tolero. No es que no me guste, simplemente. Mi problema iba más allá del melindre. Para mí que alguien me ofrezca arroz con pollo es prácticamente que me insulte. Así de simple.
En un principio yo pensaba que mi problema era puro melindre. Pero con el paso del tiempo, cuando alguien me invitaba a comer, me sentía obligada a decir: Por favor, cualquier cosa que no sea arroz con pollo. 
Peor aún, si quien iba a preparar la comida era persona de mi absoluta confianza, le advertía: Por favor, si me das arroz con pollo lo consideraré un insulto; o, si quieres conservar mi amistad, no me des arroz con pollo.
Necesitaba advertirlo, no me pregunten por qué.
Lo cierto es que el año pasado escuché en la radio a algún psicólogo hablar de estas fijaciones, así que hurgando en mi pasado pude vincular la historia que hoy les cuento con mi incómoda advertencia sobre el arroz con pollo.
Sucede que cuando yo era niña, quizás tendría unos diez u once añitos, fuimos un día de visita a casa de unos tíos en Quetzaltenango. En esa ocasión mi tía C (me reservaré el nombre) preparó un arroz con pollo que olía delicioso. Nos sentamos primero las niñas a la mesa (éramos cinco hermanas, los grandes debían esperar su turno porque el comedor no daba para tantos comensales) y mi tía nos fue sirviendo. Creo que estaba molesta conmigo o algo así. Lo cierto es que al momento de servirme percibí un dejo de enojo en su mirada y en la selección de la pieza de pollo que acompañaría mi plato.
Yo muy ingenuamente le pregunté ¿Me podrías cambiar la pieza de pollo? Es que no me gusta el pescuezo (Guácala, pensé).
Ella hizo como si no me escuchó y siguió sirviendo. Luego dijo con tono serio: "Se lo comen todo".
Yo no pude. Definitivamente no pude. Ver la cara sin pico del pobre animal solo anunciaba pesadilla segura. Recuerdo cómo las lágrimas empezaron a brotar  despacito y a dejar una huella tibia sobre mi mejilla mientras caían.
Mi tía se molestó mucho conmigo. No recuerdo si mis padres me regañaron, lo cierto es que no probé bocado. Hubiera preferido cualquier castigo, cualquier tortura antes que tragarme aquella comida. De ahí mi aversión hacia el arroz con pollo, tan típico y popular por estos lares.
Ahora que conozco el origen de mi problema, trato de no decirle a los que amo que si me dan ese platillo lo consideraré un insulto. Pero, si puedo, les pido que me den cualquier cosa, menos eso.
No lo supero.

lunes, 26 de octubre de 2009

La doble herencia de LadyMarian




Y bien, queridos todos, empezamos una semana más en este octubre que se nos termina irremediablemente. Para hoy les tengo una hermosa historia que me contó LadyMarian y que tardé mucho en publicar debido a que quería hacer un dibujito muy especial. Y aunque en el texto LadyMarian dé a entender que tiene un carácter de m... (heredado por sus familias materna y paterna), yo veo en esta historia, y a juzgar por la calidad de persona que es, que su doble herencia corresponde a la capacidad de tolerancia y respeto de sus dos ríos consanguíneos. Pero para que sepan de lo que hablo, mejor permito que sea ella quien nos la cuente ¿no?
Esta historia me la contó mamá y sucedió cuando estaba recién casada con papá. Mis abuelos paternos los habían invitado a que los visitaran en el campo unos días y ellos aceptaron. Mamá ya conocía a sus suegros pero nunca tuvo una relación de mucha confianza porque la familia de mi padre siempre ha tenido un estilo un poco más formal que la de mi madre, que es muy expresiva.
Mamá fue resuelta a aprovechar para descansar, jugar al Scrubble (=Palabras cruzadas o Escrabel) y aprender a manejar el auto en el campo. Quería seguir el consejo de su madre: "Pedile a tu marido que te enseñe a manejar el auto. En el campo lo peor que te puede pasar es que choques una vaca". Voy advirtiendo que no, no hubo ningún choque.
Mi madre consiguió que mi padre la llevara para practicar con el Fiat 600 de dos puertas que tenían pero hubo dos "colados" en el asiento de atrás, el padre de papá y un tío que según mi madre era "un Santo". Mi abuelo, en cambio, de "Santo" no tenía nada. Se podría decir, usando el vocabulario de mamá, que tenía "un carácter de mi****". Un antepasado de él, con ese mismo carácter, murió asesinado por un indígena con el que siempre tenía problemas. Mi madre sostiene que el pobre indio seguramente tenía razón. Según ella el "carácter de mi****" ha sido hereditario....Bueno, según mi madre yo también lo heredé... (pero no daré opiniones sobre esto).
Mi madre se sentó al volante, mi padre, al lado, en el asiento del acompañante y atrás mi abuelo y el otro familiar. La clase fue bastante "intensa" porque mi madre tenía tres profesores expertos arriba del auto. Cuando estaban regresando de "la clase" mi padre se bajó del auto para abrir una tranquera (=portón del alambrado entre campos), sostenerla abierta para que pasara el auto y luego cerrarla. Sin embargo surgió un problema, para avanzar mi madre tenía justo una pequeña subida del terreno y se le paraba el auto. Mientras tanto tenía que escuchar las críticas de mi abuelo sobre la manera de manejar . El auto se le paró mil veces y mi madre, que iba juntando fastidio por el auto y por mi suegro, de pronto oyó que nuevamente mi abuelo repetía: "Y ahora vas a ver que se te va a parar otra vez el auto". Mi madre en ese momento se estiró y abrió la puerta del acompañante, corrió el asiento y le dijo de muy mal modo: "Bájese!  Eduardo, bájese". Mi abuelo, sin decir una palabra se bajó del auto. No, la del carácter de mi**** se supone que no es mi madre (es una suposición de ella, claro) sino mi abuelo. La situación terminó con todos regresando a la casa en el auto, excepto mi abuelo que volvió caminando.
Mamá mientras tanto se lamentaba internamente: "Ahora arruiné todo. ¡Tan bien que me llevaba con mi suegros y la tuve que arruinar! Y ahora cuando lleguemos a la casa se va a armar la gran discusión" Sin embargo, al ratito de llegar a la casa mi abuelo se acerca a mamá y le dice con suavidad: "Elena, querés jugar a scrabble?" Ella aceptó y se pusieron a jugar. Nunca dijeron una palabra sobre el tema.  Eso sí, mamá nunca superó el tema de las subidas, por eso siempre evitaba una calle de Buenos Aires ya que temía tener que parar en uno de esos semáforos en subida. Menos mal que no vivía en San Francisco!
Mis abuelos murieron hace muchos años pero mi madre tuvo siempre una excelente relación con ellos, incluso con mi abuelo que la apreciaba muchísimo. Yo creo que justamente se entendían bien porque ella tiene también un "carácter de mi****" (no quiero ni imaginar la doble herencia que tengo yo!)

viernes, 23 de octubre de 2009

El medallón


Y bien, se nos vino el viernes de nuevo y yo sin historia propia ni de firma invitada, ni de mi familia. Ejem, es que tengo una buenísima que me he estado guardando para el próximo viernes, víspera de la noche de brujas o de los muertos, como le llamamos acá.
En fin, ante semejante situación, no me quedó más recurso que echar mano de una historia que solía contarnos mi mamá cuando éramos niñas y que es parte de las leyendas de esta ciudad capital. He leído anécdotas similares de México y Chile, así que imagino que más de alguno de ustedes tendrá en su haber una historia semejante. Pero, mientras mi cabeza recuerda más historias o se me viene la inspiración para hacer los dibujitos de las que aún no publico por falta de ilustración, pues les contaré ésta que ocurrió hace muuuuchos años para un jueves santo.
Sucede que en Jueves Santo acostumbran los católicos "visitar altares". Según la tradición, las personas deben visitar siete iglesias y sus respectivos altares preparados para la ocasión, los cuales consisten en una representación de la última cena.
Pues resulta que en una ocasión una mujer que aparentaba ser de muy buena familia abordó un taxi y le pidió al conductor llevarla a visitar altares. Terminado el recorrido por las iglesias del Centro Histórico, el hombre le preguntó a la señora a dónde debía llevarla de regreso. Lléveme al final de la 20 Calle, por favor, respondió la mujer.
- ¿Por el Cementerio General? preguntó el hombre para confirmar.
- Sí, allí está bien, indicó la señora.
Al llegar, el hombre esperaba indicación sobre alguna de las casas frente a la necrópolis. Pero la mujer insistió en bajar justo frente al desolado portón.
- Perdone, joven, olvidé traer mi monedero. En ese momento se quitó el medallón de oro que llevaba puesto y se lo extendió diciendo: Vaya a tal dirección, allí viven mis hijos, y dígales por favor que le paguen. Yo le doy este medallón como prenda para que usted se los de y ellos vean que no les miente.
Obviamente corrían otros tiempos menos violentos e inseguros que los actuales, porque si no el honrado taxista jamás la hubiera dejado sola a esas horas. 
Al día siguiente, el taxista se presentó en la dirección indicada y preguntó si era la casa de la familia de doña Fulanita de Tal. Lo vieron extrañados y le preguntaron qué se le ofrecía.
Ante la mirada ojiplática (como diría Lujo) de los hijos de la señora, el hombre sacó de su bolsillo el medallón que inmediatamente identificaron y les contó sobre el recorrido de la noche anterior.
Al ver los rostros boquiabiertos preguntó si había algún problema. Los hijos inmediatamente le pagaron no sin antes explicarle al buen hombre que doña Fulanita de Tal había muerto hacía décadas y que fue enterrada justo con el medallón que él les llevó.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Sopa de terror
O de por qué sólo cocino filete de pechuga en casa


La comida entra por lo ojos... Eso es algo que aprendí desde muy pequeñita, digamos que casi desde mi primer añito de vida.
Cuenta mi mamá que siendo yo aún una beba, un día que hizo sopa de pollo me sirvió un plato y le colocó una pata (no pierna, no muslo), una GARRA de pollo en medio. Mi progenitora supuso que yo tomaría la horrenda pieza mutilada y la disfrutaría como lo hacían los bebés de su época.
Cuando mi sopita estaba lista, me sentó en mi sillita de bebé para que la degustara.
Dice mi madre que en cuanto vi la garra asomar flotando con todos sus tenebrosos dedos engarabatados solté un grito desgarrador. Grité y grité sin parar hasta que retiraron de mi vista aquel lamentable platillo.
Y bueee, sí, es cierto: desde siempre he sido una melindrosa. Por esa razón, desde que yo tengo mi propia familia, cuando se trata de comer pollo, sólo cocino filete de pechuga. Nunca... NUNCA preparo ninguna otra pieza que me recuerde a alguna parte específica del cadáver del pobre animal.

domingo, 18 de octubre de 2009

Masaje relajante


No soy de las personas que frecuentan los "spa" y similares. Sin embargo, creo que debería de ir más seguido porque un masajito no le cae mal a nadie. Hay que consentirse de vez en cuando y sentirse como reina (o rey, según sea el caso).
Pues bien, esto me pasó hace unos meses, quizá un mes después de que me despidieran de mi trabajo (ya caigo mal con andar contando este asunto, jajaja, pero es necesario para que se comprenda el contexto de la historia).
Resulta que mi mejor amiga, Miriam, me propuso que nos diéramos un sauna y un masaje relajante, ambas lo necesitábamos. Así que accedí y nos fuimos a un lugar cercano a Miraflores.
Nos atendieron muy bien, con música, té, y  bueeee, como reinas. Yo pasé primero al sauna, mientras a mi amiga le daban el masaje y luego intercambiamos lugares.
Como debo haber sido taxista en alguna de mis anteriores vidas (y eso que no creo en la reencarnación) al momento del masaje me puse a platicar con la señora que daba el masaje: Que si los hijos, que si la casa, que si el trabajo... 
-Ah, le dije, es que yo acabo de quedarme sin trabajo.
- ¿En serio? preguntó, con un tono de angustia.
Y yo, creyendo que con ese tema el masaje sería más dedicado, agregué:
- Pues sí, si justo por eso estoy aquí.
Entonces, aquella mujer se transfiguró. Creo que se puso en mis zapatos y debe haber pensado que yo estaba al borde del suicidio o qué se yo.
Como si hubiera estado poseída, tomó mi pobre humanidad entre sus manos y me restregó con tal fuerza que no grité sólo porque me daba clavo. Como no tengo costumbre con los benditos masajes, pensé que estaba bien y que de plano dolería un poquito, pero después me sentiría como nueva.
La golpiza que me dio aquella buena mujer me dejó medio muerta. Terminé con tortícolis y dolor de hombros y espalda por varios días.
No es que no me preocupe haberme quedado sin trabajo, pero creo que tampoco es algo para morirse. Hay que tomar las cosas con calma. Lamentablemente creo que mi interlocutora debe haber sido de esas personas que entran en pánico y llevó su nivel de empatía a la N. Imagino que creyó que yo estaba muy muy mal y muy muy tensa y por eso me sangoloteó, exprimió y restregó como trapeador.
Snif, snif... solo de recordarlo me duele mi cuellito... ¡auch!

viernes, 16 de octubre de 2009

Extrañas apariciones


Bienvenidos a un viernes más de historias de aparecidos, sucesos extraños, hechos paranormales y esas cosas dignas de la "dimensión desconocida".
Tenemos para hoy nuevamente a un invitado que no necesita presentación. Creo que es quien más historias de miedo ha vivido y nos ha compartido. Los dejo con Aarón.
Esta historia, tiene su tiempo, y viene desde hace unos años atrás, cuando mi hermano pensaba casarse por primera vez, digamos que él ha tenido una vida amorosa difícil.
Si no me equivoco, yo aun no había salido del colegio cuando pasó la primera vez que recibimos a este "ser". Le digo ser porque hasta la fecha no sé lo que es. Bueno, sucede que al arruinarse los planes de casamiento de mi hermano, él pasó por una etapa difícil, y un día nos contó que en una lámina plástica que había en el techo de su cuarto visualizaba la imagen de un gato que se convertía en mujer. Yo nunca tuve la oportunidad de ver esa silueta, solo de escuchar maullar al gato y de escucharlo por el techo de la casa. El maullido del gato era escalofriante, parecía un niño llorando desesperadamente y te ponía la carne de gallina, yo lo escuche varias veces y eso era lo peor, y peor era escucharlo caminar por el techo: parecía una persona y sus pasos pesados. Muchas veces pensé que era alguien que andaba merodeando por los techos de las casas, pero cuando salía a ver solo miraba la imagen de un gato negro enorme.
Mi hermano se casó tiempo después y este "GATO" que se había alejado un tiempo, regresó y cada noche era más aterrador. No sé quien le dijo a mi hermano que era una persona capaz de transformarse en animal y que lo estaba acosando debido a que estaba obsesionado con él. No me recuerdo muy bien como se deshicieron del gato, pero pasó a la historia, hasta hace poco.
Por desgracia de mi hermano, el matrimonio con su ex esposa, se torno difícil, y se separaron, pero como él, al parecer es un alma que no puede vivir sola, después de haberse divorciado de su primer esposa, se junto con otra joven, de un lugar alejado de la capital. Pero estuvo un tiempo viviendo en nuestra casa, y sorpresa, el gato regresó. Lo escuché por primera vez hace casi un año, cuando mi hermano empezaba a salir con esta muchacha. Muchas madrugadas de desvelo escuché que el gato se paseaba en dos cuartos, los cuales ocupaba mi hermano. Y una noche cansado de ese maullido escalofriante, salí cautelosamente y noté la misma imagen del gato negro grande sobre el techo del cuarto de mi hermano. Cuando decidí tirarle algo, el gato volteó y sus ojos eran blancos, lo cual me dio más curiosidad, pero se marchó rápidamente y no pude nunca tomarle una foto o volver a verlo.
Mi hermano nos contó que por las noches miraba una silueta de un hombre parado entre las dos habitaciones. Yo lo molestaba diciéndole que era “un su negro”, que lo venía a buscar por alguna deuda pendiente, jajaja, pero resultó que averiguando poco a poco si era alguien que se le manifestaba a la muchacha por una deuda, entre las malas lenguas, dicen que la muchacha le hizo algo a mi hermano y a su primer esposa para que se pelaran y se separaran, ya que ella estaba detrás de los huesos de mi hermano, y ella no le había pagado al individuo que le hizo el trabajo y por eso aparecía para cobrarles la deuda.
Pero la cosa no se queda allí, después de ver yo a mi sombra o al ente que se estuvo apareciendo después de reencontrarme con mi ex, el día que le conté la historia a Nancy, sucedió algo más: era ya casi de madrugada, cuando escuché claramente que se abrió una puerta de los cuartos de la casa. Primero pensé en mi hermano pequeño que se había levantado al baño, verifiqué y nadie estaba despierto. Luego revisé la puerta que da a la tienda de mi mamá y nada, pensé que el desvelo me había empezado a afectar, llevaba varios días sin dormir. Pero fue cuando regresaba a la computadora que sentí a alguien a la par mía y alumbre con el celular, no encontré nada, pero sentía  la presencia de alguien a la par mía, sin saber qué pasaba regresé a la computadora, cuando sentí que alguien me tocó el hombro y una respiración agitada en mi oído, al asustarme, y créanme que me asusté como nunca, volteé a ver y vi pasar a alguien corriendo hacia el corredor que da a los cuartos, y mi sorpresa fue que mi cuarto se encontraba con llave, y yo nunca le hecho porque no tengo la llave de esa chapa, y al intentar varias veces se abrió  fácilmente, sin encontrar nada adentro.
Tengo que recordar que ya había dicho anteriormente que me mudé de cuarto, al que ocupaba mi hermano anteriormente y al atravesar mi cuarto hay otra habitación que quiero ocupar como estudio, pero tengo la leve sospecha de que ese cuarto tiene mucha vibra negativa y no he querido mudar mi estudio a ese lugar por lo mismo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Duda...


Esta es una historia rapidita.
Resulta que un día, hace muchos años, mi mamá necesitaba el nombre completo de un amigo de mi papá, pero no podía recordar el apellido. Así que le preguntó
- M'ijo, ¿qué apellido tiene Mario?
- ¿Qué Mario? preguntó mi padre.
- Castañeda... dijo mi mamá


¡Plop!

lunes, 12 de octubre de 2009

Mal sabor, dulce recuerdo


Buenos días y feliz semana a todos. ¿Qué tenemos para hoy? Bueno, es 12 de octubre, no tengo anécdotas de esta fecha, pero sí una que se me quedó de las fiestas patrias (15 de septiembre) ahí les va:
Resulta que hace muchos años, cuando yo era solterita y sin compromisos, trabajaba como maestra en un colegito cerca de mi casa. Ganaba un sueldo de hambre que me parecía toda una fortuna.
Pues bien, para las fiestas patrias (a mí que no me gustan las multitudes) se me ocurrió ir a ver el desfile de los estudiantes. Sólo mi hermana Bele me quiso acompañar, así que nos fuimos a verlo al Centro Comercial de la Zona 4. A medio día, decidimos tomar la camioneta (bus) de regreso a casa. Pasamos frente a un restaurante muy bonito que se llamaba A GUY FROM ITALY, y vimos que había un rótulo de oferta: hamburguesa, papas fritas y gaseosa por Q10.
Yo tenía guardadito un billete de Q20 y de inmediato pensé en invitarla. Dudamos un poco, porque aquel lugar se veía muy bonito, lujoso para la mente de un par de adolescentes: tenían "vasos de vidrio y servilletas de tela". Vimos varias veces si no tenía letras pequeñitas o algún engaño oculto. Y bueee, cuando nos convencimos que todo estaba bien, entramos.
Adentro, el ambiente era más bonito aún. Tomamos una mesa al lado de una ventana y nos tomaron la orden.
No lo podíamos creer, el mesero nos trataba como reinas. La vajilla era muy linda, de loza blanca. La comida, de lujo, exquisita. Muy bien preparada y presentada como para revista. Todo era demasiado bonito como para costar Q10. 
Entonces, el pánico se apoderó de nosotras y empezamos a creer que nos habíamos  equivocado. No podía ser cierto.
En fin, empezamos a comer (amargos bocados) y a urdir un plan. Le dije que cuando ya fuéramos terminando saliera ella al teléfono público y que llamara a mi papá para que nos trajera dinero. Para qué les cuento... comimos muy incómodas, preocupadas, pensando en el bochorno de que mi papá se tardara y nos llevaran la cuenta antes de tiempo. En ese momento recordé que casi siempre escondo algún billete por aquello de las emergencias, y ésta lo era. Así que ¡Bingo! allí estaba oculto entre mi cédula un billete de Q10 pude respirar mejor, pero ya casi terminábamos nuestras hermosas pero amargas hamburguesas.
Le dije a la Bele que no llamara a mi papá y que iba a ver si con Q30 nos alcanzaba. Pedimos la cuenta y el mesero nos la entregó: total Q20, tal y como lo anunciaban en el afiche que habíamos visto. Pagamos aliviadas, por una parte, pero enojadas por otra. Ni siquiera disfrutamos nuestras deliciosas y bien presentadas hamburguesas... habíamos sufrido a lo largo de todo ese tiempo que pasamos dentro. 
Ay, el paso de la adolescencia al mundo de los mayores es a veces traumático. 
Pero, independientemente de todo, yo lamenté mucho cuando cerraron aquel restaurante tan elegrante y bonito, donde nos trataron como reinas. En mi cortísima experiencia de aquella época, fue el mejor lugar al que había ido a comer.

sábado, 10 de octubre de 2009

La magia de Chu



En la blogósfera hay una isla mágica, encantada. Una isla gobernada por un hada cuya varita a veces es un lápiz y otras, un pincel.
Allá voy cuando quiero recuperar a la niña que llevo dentro, cuando quiero volver a convencerme de que todo lo que imaginamos puede convertirse en realidad.
Hoy estoy muy emocionada porque Chu ha vuelto a dedicarme una de sus hermosas obras. Les dejo el enlace a su hermoso blog

viernes, 9 de octubre de 2009

Visita milagrosa

Hoy me falló la programación del post que les había preparado. Pero bueeee, sigue siendo viernes para los que nos llevan horas de ventaja. Aquí apenas empieza el día.
Ya sé que muchos de ustedes gustan de historias que dan miedo, pero les recuerdo que esa no es la única condición de las historias de los viernes. Este día de la semana lo dejamos para fenómenos paranormales, espantos, aparecidos, hechos sin explicación. Así que la historia de hoy, si bien podría tratarse de un fantasma, tiene algo de dulzura similar a la de hace ocho días. Esta nos la cuenta la doctora Patricia Cortez. Los dejo con ella:

En el hospital general, en pediatría, todas las noches se escuchaba en el área de cancerología, como rodaba una pelota invisible, era el sonido inconfundible de una pelota plástica, rebotaba  y luego rodaba por el corredor, cuando uno bajaba, no había nadie y nada, era por las noches, cuando ya los niños no estaban despiertos.
En los hospitales siempre se habla de aparecidos
Una vez, tuve que llevar a mi hijo, con rotavirus, para que le pusieran suero. Con mi esposo pasamos la noche a su lado, para que no se arrancara el suero, apenas tenía año y medio y estaba asustado.
En un momento a mi esposo le cambió la mirada, luego me dijo "acabo de sentir la mano de un niño sobre mi brazo", y me dijo que era algo como un niño que se asomaba a ver que pasaba con nuestro hijo.
Pablo se calmó y pudimos descansar un rato, aunque el lugar es agobiante con tantos niños enfermos y llantos.
Por la mañana ya había dejado de vomitar y se le había quitado la diarrea, sólo pasamos una noche en el hospital, pero fué algo intrigante el saber cuantos niños habían muerto tal vez en ese lugar.
Patricia Cortez

miércoles, 7 de octubre de 2009

El árbol mágico

Estamos a media semana y se me ocurrió contarles algo que acaba de suceder recientemente en mi casita.
Resulta que yo tengo un jardín mágico. Lo llamo así por muchas razones... y hace unas tres semanas tuvo lugar en él un fenómeno sorprendente.
Fue una noche de luna llena. Yo salí al patio de atrás (mi jardín mágico) para ver la luna. De inmediato me percaté de que un árbol que sembré allí hace unos seis años brillaba de manera especial. Creí que era el efecto de los rayos de luna sobre sus hojas, así que llamé a mis hijas para que salieran a ver cómo brillaba.
Todas las hojas del árbol tenían un resplandor plateado, era realmente un espectáculo maravilloso.
Pero ¿por qué las hojas de los demás árboles y plantas no brillaban igual?
No pudimos encontrar la respuesta. Lo cierto es que yo quise creer que era el brillo de la luna el que producía aquel efecto maravilloso. Mis hijas me insistieron, no mami, ese no es el brillo de luna. Es demasiado diferente...
Lamentablemente no pudimos tomar una fotografía... snif    :o(
Todas las noches salgo a ver ese árbol y no ha vuelto a brillar igual. Incluso la noche siguiente... aunque la luna seguía redonda y hermosa, no proyectaba esa extraordinaria luz sobre el árbol.
Para mí que realmente hay magia... aunque estoy obligada a preguntarme
¿Habrá radioactividad en mi casa?
¿Fue una alucinación colectiva?
¿Por qué el árbol no ha vuelto a brillar así?
¿Por qué no brillaron así el resto de plantas?
 A menos que algún agrónomo  o un biólogo o cualquier otro experto en la materia me lo explique, creo que nunca lo sabré. 
Como soy  optimista, seguiré saliendo cada noche y espero que mis ojos vuelvan algún día a encontrarse con algo parecido. Ya les contaré.

lunes, 5 de octubre de 2009

La herencia


Y bueee, empecemos la semana con una historia que siempre recuerdo cuando pienso en la de Carmen. Si bien hay una escena un poco escalofriante, no decidí publicarla en viernes pues realmente no se trata de ningún fenómeno paranormal.
Me la contó otra amiga virtual, María, con quien también perdí el contacto. Y aunque esta historia es quizá más asombrosa, no tengo motivos para dudar de su veracidad pues yo nunca conocí personalmente a mi interlocutora... pero tampoco tenía ella motivos para mentirme.
Lo cierto es que María vive en algún lugar de Estados Unidos (me atrevería a decir que en Miami, pero no estoy segura). Ella es enfermera.
Según me contó, hace muchos años conoció en el hospital donde trabajaba a una mujer de la tercera edad que era muy buena. Congeniaron muy bien y pronto surgió una hermosa amistad.
Lo cierto es que la señora estuvo interna el suficiente tiempo en el cual la amistad se hizo cada vez más fuerte.
Una mañana que María llegó a visitar a su amiga, encontró que ésta había fallecido. Su cuerpo había sido trasladado unas horas antes a la morgue.
María sintió que se le oprimía el corazón y rompió en llanto. Se dirigió a la morgue y pidió que le mostraran el cadáver de su amiga, para poder despedirse.
Lloró abrazada al mismo.
Unos minutos después, María sintió que el cuerpo de la anciana se movió. Primero pensó que era su imaginación, pero luego se dio cuenta de que en realidad no estaba muerta. Algo había pasado y la habían dado por muerta equivocadamente.
María se sintió feliz y ambas se abrazaron agradecidas de que no fuera verdad esa triste situación y de que no hubieran enterrado a la anciana.
Creo recordar que la amiga salió del hospital para ir a su casa, pero siempre se seguían viendo. Cuando finalmente aquella viejecita murió, María volvió a estar triste. Un tiempo después, recibió una insólita noticia. Su amiga le había heredado una casa grande y no recuerdo qué otros bienes. Lo cierto es que a María le cambió la vida y pudo dejar de trabajar tan duro para dedicarle más tiempo a sus hijos.
Aquella mujer, a quien ella cuidó con tanto amor, se encargó de cuidar a su amiga más allá de la muerte.

viernes, 2 de octubre de 2009

La enfermera


Una de las historias que más me ha gustado sobre aparecidos es esta que les contaré hoy y que, a su vez, me contó Carmen*, una amiga virtual. Sí una amiga que conocí a través de internet. Aunque ya le perdí la pista, la recuerdo con mucho cariño.
Para variar, no tengo conmigo la versión original (me la contó a finales de los 90), así que vamos a tener que atenernos a mi memoria.
Si mal no recuerdo, esta amiga era mexicana y su familia vivía en algún poblado lejos del D.F.
Cuando ella tenía unos nueve años, viajó con sus padres y hermana a la capital para visitar a unos parientes. De pronto, el bus en el que se conducían volcó. El accidente fue tremendo y hubo varios muertos.
Afortunadamente sus padres y hermana salieron ilesos, pero ella salió lastimada y su condición ameritó que la internaran en el hospital más cercano.
No era un hospital con muchos recursos. Faltaban camas, medicinas y, sobre todo, personal.
Como su condición no era crítica, le habilitaron una cama en un pasillo en un área donde no circulaba mucha gente.
Los médicos y enfermeras la atendieron a su llegada pero, al cambiar el turno de las enfermeras(creo), olvidaron recordarles a las demás que habían habilitado ese espacio y que debían atender a la niña.
Ella estaba muy asustada. No recuerda haber tenido mucho dolor. Sin embargo, en la madrugada sintió frío y quiso llamar a las enfermeras. Como su cama había sido improvisada, no tenía un timbre a mano para llamar por ayuda. Así que quizó pedirla con su vocesita temblorosa y cansada. Nadie respondió. Al cabo de un rato, la pequeña empezó a temblar y a llorar del frío.
De pronto, se encendió la luz y apareció una joven enfermera que con dulce voz la tranquilizó, le puso una frazada en las piernas y le acarició el cabello.
La niña, entonces, pudo dormir calientita.
Al día siguiente, al darse cuenta de que se habían olvidado de Carmen, las enfermeras corrieron a verla y la encontraron profundamente dormida. Al entrar en la habitación la despertaron. Carmen pudo ver que estaban tristes y cansadas y no podían ocultar su dolor. En el accidente habían perdido a una joven compañera.
Algo llamó su atención: la frazada con que estaba cubierta la pequeña.
Le preguntaron a Carmen cómo había pasado la noche y se asombraron muchísimo cuando la niña les relató que la enfermera la cobijó y la cuidó durante la madrugada.
- ¿De dónde sacaste esa frazada? le preguntaron.
- No lo sé, la enfermera fue quien me la dio, respondió.
Las enfermeras no podían creerlo. Aquella frazada pertenecía a la compañera que perdió la vida la tarde anterior.
De acuerdo con la descripción que Carmen dio sobre la extraña joven, no cabía duda de que se trataba de la malograda enfermera. Aún así, alguien le llevó una fotografía y Carmen confirmó que se trataba de la misma mujer.
El tiempo pasó y Carmen no volvió a aquel pueblo nunca más.
Se casó y tuvo hijos. Por tenebroso que parezca, cuenta que cuando alguno de sus niños se enfermaba ella no dudaba en pedirle (¿rezarle?) a la enfermera que la ayudara a sanar a sus niños.