jueves, 30 de octubre de 2008

Un besito al final de la tarde


A veces he tenido el privilegio de ver lo que otros no ven, incluso a los "invisibles", como bien los llamó elKontra hace poco a los muchachos que viven en la calle y que la sociedad quiere ignorar.

Pues bien, hace unos tres o cuatro años iba yo conduciendo el súper Chevy por la 1a. avenida de la zona 1, buscando la 8a. calle para llegar al Periférico. Cuando me encontraba a la altura de la 9a. calle, vi a mi izquierda a tres jovencitos callejeros sentados a media banqueta compartiendo una bolsa con espagueti que alguien les había regalado.

Como el tráfico iba a vuelta de rueda, tuve tiempo de tomarles la película. La gente pasaba casi encima de ellos, ignorándolos como personas. Eran un estorbo en su camino. Deben haber sido las seis de la tarde, hora pico.

Conforme avanzaba lentamente hacia la 8a calle, los veía ignorar al resto del mundo y charlar e intercambiarse el tenedor plástico por turnos para comer. Eran una joven como de 18 años, un muchacho de unos 19, y un chico de unos 14 años. El muchacho mayor coqueteaba con la jovencita y poco a poco fueron ignorando al adolescente hasta dejarlo comiendo solo.

Como si se tratara de la fuerza de un imán, el muchacho cerró los ojos y acercó sus labios a los de la jovencita que, con rubor en el rostro, cerró los ojos también para recibir aquel besito.

Esa ha sido una de las escenas más conmovedoras que he visto. Me sentí una intrusa de su privacidad y a la vez una privilegiada por haber tenido acceso en el momento justo a una bella escena de amor.

miércoles, 29 de octubre de 2008

De temblores y terremotos II


Como comenté hace un par de días, hay personas que hacen cosas insólitas cuando los nervios las traicionan durante un temblor o un terremoto.

Hace muchos años conocí a un joven guatemalteco que vivía exiliado en México. Había salvado la vida en un tiroteo (donde recibió como cinco impactos en el torso). También salió bien librado del terremoto del 76. Y bueno, tenía más vidas que un gato pues durante el terremoto de México en el 85 (creo) salvó la vida una vez más por abrir:



La puerta equivocada



Resulta que él vivía en un viejo edificio del Distrito Federal. Durante aquel terremoto, este compatriota a oscuras buscó apurado una puerta y la que abrió fue la del closet. No tuvo tiempo de buscar otra, por lo que optó por encerrarse junto a su ropa y eso, precisamente, le salvó la vida.

Otros vecinos del mismo edificio, que sucumbió ante el siniestro, no corrieron la misma suerte. Murieron aplastados en las escaleras o en sus habitaciones. Pero este chapín suertudo todavía tenía mucho por vivir, a lo mejor unas cuatro vidas más. Quién sabe.

No volví a saber de él, pero estoy segura de que donde quiera que se encuentre, estará vivito y coleando. Si me cuenta que es sobreviviente del Tsunami o de la invasión a Irak, se lo creo.

martes, 28 de octubre de 2008

Una streper en La Reforma


Dicen las malas lenguas que "nunca falta un roto para un descosido". Pues bien, no sólo mi ex ha andado en paños menores en la calle... tengo que confesar que yo también tengo mi numerito de streptease a plena luz del día.

Bueno, es una exageración, pero lo que les contaré es una de esas anécdotas que en el momento le causan a uno mucha vergüenza.

Esto ocurró en la época en que no habían nacido mis hijas. Mi ex y yo acabábamos de llegar a Guatemala y yo trabajaba en un pequeño semanario (7Días). Tenía que hacer una entrevista en la Cámara de Industria, al final (o inicio, depende de cómo lo vean) de la Avenida La Reforma.

Me puse un vestido muy bonito. Era de lona gris y se abrochaba adelante... con un sinnúmero de broches a presión.

Pues bien, no teníamos automóvil en aquellos tiempos, así que tomamos una camioneta que a lo largo del trayecto se fue llenando de gente hasta casi reventar.

Yo tenía que bajar varias cuadras antes que mi ex, así que nos despedimos y mientras él tocaba el timbre yo empecé a abrirme paso hasta la puerta trasera de aquel viejo bus. Pero, oh vergüenza: con cada paso que daba entre el gentío se iban abriendo los broches, y no podía volverlos a cerrar. La angustia de que el piloto arrancara antes de que yo me bajara se apoderó de mí y sólo intenté protegerme colocando las manos al frente para que el vestido no se abriera mientras caminaba hacia la puerta.

Todo fue en vano. ¿Qué creen? Al bajar del bus no había un solo broche cerrado. Pasé mucha vergüenza intentando abrocharlo uno a uno. Tarea difícil pues si empezaba por los de abajo se abría la parte de arriba y viceversa.

De plano que me vio un montón de gente, pero yo fingí demencia (nada difícil para mí) y, como pude, logré abotonar todo el vestido.

Menos mal se me ocurrió pedir el baño en cuanto llegué al edificio. Al entrar me di cuenta de que había caminado varias cuadras con los broches mal colocados. Sobraban arriba y abajo, al estilo de Cantinflas.


lunes, 27 de octubre de 2008

De temblores y terremotos I


En este territorio de volcanes suelen abundar historias de lo que la gente vivió durante un temblor. De hecho, hasta hay una expresión que dicen las abuelitas: "por aquello de los temblores..." Es decir, es hasta parte del folclor.

Pues bien, resulta que mi difunto marido, (difunto por lo de marido, pues él está vivito y coleando y, de paso, hasta lee este blog) es oriundo de Honduras, donde ni tiembla y lo único que recibe ese gran territorio son amaqueos de cuando tiembla en los vecinos Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

Es decir, él y sus paisanos no están acostumbrados a que se les mueva el piso. Por esa razón un temblor es "noticia" en territorio catracho. Al menos lo era a finales de los ochenta, cuando me tocó vivir un temblor que yo ni sentí, pero fui testigo de la alharaca que armó la gente. Incluso las radios de música popular interrumpieron su programación y abrieron los micrófonos para que la gente se expresara. Fue toda una novedad.

En fin, esta introducción es para que se hagan una idea de por qué los catrachos pueden hacer cosas insólitas en un territorio donde sí tiembla de verdad.

¡Tiembla! ¡Tiembla!

Debe haber sido como en 1994, más o menos, cuando vivíamos en una colonia de San Cristóbal. Aquel era un lugar tranquilo, con vecinos relativamente tranquilos.

Una noche, como a las 7, hubo un temblor bastante sensible. Como estamos acostumbrados, creo que nadie se movió de su lugar y todos en el vecindario seguimos haciendo lo que estabamos haciendo. Todos, menos uno: mi ex, que estaba leyendo en calzoncillos, salió corriendo a la calle y gritando ¡Tiembla! ¡Tiembla!

De más está decir que su presencia en la calle en paños menores fue motivo de curiosidad de los vecinos, que ni se mosquearon con el remezón, pero sí se asomaron a las ventanas para ver el espectáculo.

viernes, 24 de octubre de 2008

Mi blusita de Crónica


Muchos de nosotros a veces nos sentimos tan bien con alguna prenda de vestir o con algunos zapatos, que los usamos con mucha frecuencia y a veces hasta "parecemos retrato".

No suelo ser conciente de esto y es hasta que alguien me lo hace ver, que me percato de que de plano hay que usar esa prenda con menos frecuencia.

Una vez me di cuenta de que estaba usando mucho una blusa cuando mi nena mayor, que entonces tenía unos cuatro añitos, me ayudaba a tender la ropa recién lavada.

La niña me iba pasando cada prenda y yo le colocaba los ganchos. Mientras me la pasaba, me iba diciendo:

- El pantalón de mi paaaaaaaaapi, mi pijamiiiiiiita, tu faldiiiiiita.... etc.

hasta que de pronto me dijo:

- Tu blusita de la croooooonica

jajaja, de plano que como me la ponía tanto, la niña creyó que era el uniforme de mi trabajo (la Revista Crónica)

jueves, 23 de octubre de 2008

La sede del sindicato (despistada IV)




Llevo ocho años y medio en mi actual trabajo. Eso significaría que debería conocer algunos lugares como la sede del sindicato, los servicios sanitarios, la cafetería, la clínica, etc.


Hace unos cuatro años necesitaba hacer una consulta al sindicato. Así que me dirigí a donde yo creía que estaba ubicada la sede del mismo.


Al momento en que me acerqué a la puerta para tocar, un hombre con un gesto de preocupación que venía detrás de mí se me acercó y me preguntó :


-¿Qué busca?


-Vengo con los del sindicato, le dije, ¿aquí es, verdad?


Él, cambiando de colores, me dijo:


-No seño, este es un baño de varones.


¡Plop!


Un tanto contrariada y avergonzada, me pregunté ¿por qué diablos yo estaba segura de que esa puerta era la del sindicato? Paso frente a ella todos los días y en varias oportunidades he visto salir de allí a los sindicalistas directivos (vitalicios) y a otros hombres. Nunca me percaté de que era un servicio sanitario.


Es más, hasta este momento en que escribo ni siquiera tengo certeza si he visto el rótulo que lo designa como sanitario para hombres. Despistada que soy. Eso sí, ya vi las siglas del sindicato en una puerta de la entrada... que siempre está cerrada.


En fin, como podrán darse cuenta, nunca hice la consulta, pero ahora ya aprendí que en lugar de suponer, es mejor preguntar... En fin.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Testimonio de media noche


Amigos todos y todas, bienvenidos a este su blog. Hoy les tengo preparada una excelente historia recientemente protagonizada (y ahora escrita) por Alfredo Vicente, mejor conocido en la blogósfera como Kerosene. Los dejo con este


Testimonio de media noche (en el cementerio)


Siempre que me han mencionado la palabra cementerio me he imaginado el típico escenario de un terreno tenebroso, repleto de lápidas, leyendas, ángeles, demonios y espíritus "malparados" dispuestos a ahuevar a quien sea, sobretodo en la mera noche. Hasta ahora, claro. Les explico por qué.

El viernes pasado acudí con unos compañeros de la oficina al Cementerio General, a las 11pm, para realizar un reportaje. La idea, de uno de mis compañeros "créelotodo", era ver qué se vivía en estos lugares, pues Hollywood recrea todo tipo de experiencias en estos sitios, que nada tienen que ver con la cruda realidad: simplemente son un repositorio de cadáveres y mierda.

Entramos en plan Indiana Jones, esperando escuchar todo tipo de historias, pero los guardias, muy tranquilos, nos dijeron que a quienes había que temer es a los vivos (mejor dicho, a los cacos). Eso me puso un poco de nervios, pues sólo me faltaba ser asaltado, bajo la lluvia, por un grupo de mareros en un cementerio.

Conforme pasaron las medias horas, fuimos adentrándonos en el místico sitio, que ha visto viajar al más allá a todo tipo de gente, con y sin dinero, con y sin familia, y con y sin huevos (o manos, cabezas, etc). El asunto es que, pasada la media noche, quisimos caminar hasta el tope (al barranco sobre el basurero), en donde hay unos arboles "tétricos", llenos de prometedoras aventuras oscuras.

He de confesar de que a esas alturas de la noche y el recorrido, con el silencio y la oscuridad, pese a ser escéptico de muchas cosas, creció en mí un nerviosismo peliculesco. Al llegar al tope, frente al basurero, donde abundan los zopes que forman un paisaje siniestro sobre los árboles, el suspenso se incrementó. Lo sentía en mis compañeros, en en mí, y en el ambiente que se respiraba. Pasaron los minutos, esperando a que el fotografo hiciera rapidamente su trabajo, viendo el escalofriante paisaje que se presentaba... me alejé un poco del grupo, y ahí fue cuando sucedió... Ploff! Un fuerte golpe en mi cabeza, me hizo girarme y gritar lo primero que suelo responder ante esas situaciones: "qué putas!"

Al girarme, vi que sólo estaban mis compañeros, como si nada hubiera pasado, y me toqué la cabeza para sentir qué había sucedido. Pude palpar una textura como de tierra, y pensé que alguien me había tirado cosas del suelo, pero inmediatamente deduje que algo del cielo había caído, probablemente de los árboles. Al oler mi mano, descubrí el por qué los guardias del cementerio nos habían advertido de que, al entrar al área del barranco (al tope), nos encontraríamos a los "albañiles". Caca de zope en la cabeza, 1am.

En ese momento lo que había en mí llamado miedo pasó a llamarse "encontrá una puta regadera ahora mismo" y me dirigí, a unas cuantas cuadras, al área de las tumbas de la policía nacional civil, metiendo la cabeza bajo un grifo de agua que había en un tanque. Luego de lavarme, me agarró pánico, pero no por los fantasmas, ni por los zopes, sino porque estaba en el área de la pnc. Salí de ahí corriendo... Amigas y amigos, ahora cuando pienso en tumbas, lápidas, entierros, muertos y buitres, inevitablemente recuerdo mi cagada de media noche. Y me convierto, aún más, en escéptico embarrado. Lo bueno es que ya puedo decir, que se cagaron en mi, y a media noche en un cementerio. Dicen que es de buena suerte, pero para mi (y más para mis compañeros) fue un "cague" de risa. Saludos!
http://www.alfredovicente.com/

martes, 21 de octubre de 2008

El perfume


La amiga que me contó la historia anterior también me contó esta otra que habla de una apestosa venganza.

Resulta que los hijos de otra prima suya vivieron por mucho tiempo en Patzun (Chimaltenango). Ellos controlaron que la empleada andaba mera olorosita porque se echaba las cremas y perfumes de la mamá.

Entonces urdieron un apestoso plan y decidieron llenar con orines un frasco de perfume y con eso se perfumaba la empleada.

Por el uso del verbo "se perfumaba" imagino que la mujer ni cuenta se dio que no olía a rosas...

domingo, 19 de octubre de 2008

Traducción simultánea II


Esta historia me la contó una amiga hace poco, espero que les guste y les haga reír como a mí.
Mi amiga tenía una prima (Q.E.P.D.) que vivía en Xela y tenía una empleada que era de San Juan Ostuncalco (o por ahí cerca). Un día llegó a visitar a la prima de mi amiga una maestra de la escuela donde trabajaba, era una indígena quetzalteca de apellido Zapeta Rojas.
Tocó la puerta y atendió la empleada quien, tras intercambiar palabras con la visitante, llegó donde la prima de mi amiga y le dijo
-Te busca una enrollada igual que yo y dice que se llama (Fulanita) Zapato Rojo.

viernes, 17 de octubre de 2008

jueves, 16 de octubre de 2008

Otro casi asalto

Mi amigo Ángel Elías me envió otra de sus historias insólitas. No recuerdo cuándo, lo cierto es que hasta hoy encontré el correo.
Quizá mañana pueda contar la historia en la que aparecí como una zorrita en una página web de zorritas. Mientras tanto, los dejo con esta historia que encierra una lección de astucia femenina..

Nancy

Una amiga hace algunos años me contó su experiencia frente a un asaltante.
Sucede que esta amiga es un poco, cómo decirlo, extravagante para vestirse, ustedes comprenden. Es siempre el centro de atención a los lugares que llega. Además de una muy buena poeta de décimas. Y por supuesto declamadora.
Ella siempre anda luciendo sus collares, aretes y anillos de oro. Esto porque es fanática a todo lo que brilla. Aunque sabe perfectamente en qué tipo de país vive, también toma sus precauciones, cuando viaja en bus, pues pasa casi desapercibida.
Esa vez su hijo la traía en el carro, regresaban de una fiesta. Pero él recibió una llamada. Y tuvo que decirle a su mamá que tenía que ir a la oficina solucionar un problema. Como ya se encontraban cerca de la casa ella le dijo que no se preocupara, que regresaría en bus.
Menudo asunto. Ella se baja del carro y toma el bus hacia la zona 12 de esta capital. A todo esto, no se quitó ni las alhajas ni lo que llevaba presumiendo. Ya dentro del bus un tipo, que según ella, a leguas se le veía lo delincuente, al acercársele le dice –que bonita está esa tu cadena.
Ella al verse en esa situación, le responde –ta’bonita verdad vos, se la acabo de bajar a una ruca allá el trébol.
El tipo abre los ojos y se le queda viendo. –al principio se opuso la vieja –continuó –pero como éramos cinco no pudo chistar la doña. El tipo no le creía, y le preguntó que cómo trabajaba.
-pues –dice mi amiga –nos reunimos los compas y le ponemos a la mara allá en el guarda y otras veces por la U. –a la que buena onda –le dice el otro, acercándosele y tratando de meterle la mano entre la falda. –¡tranquilo vos! –le dice ni amiga–si no querés que tu puye ahorita. El bus corrió algunas cuadras más.
Bueno aquí me quedo –dice mi amiga. –órale, a ver cuándo nos encontramos otra vez, o nos choteamos en la U –le dice antes de bajarse presurosa.
Cuando estaba en la parada le temblaba todo el cuerpo, y como pudo se fue caminando para su casa.
Ángel Elías
www.angelgt.blogspot.com

miércoles, 15 de octubre de 2008

A propósito de exámenes


Estamos en octubre, mes de exámenes finales. Esto me recuerda una anécdota de mi hermana menor hace muchísimos años, cuando ella, que ahora es médico (¿o médica? a veces no se me da el lenguaje políticamente correcto) cursaba su segundo añito de primaria.
Durante un examen, mi hermana Zully se dio cuenta de que su compañera Silvia había respondido de forma equivocada una de las preguntas del cuestionario. Así que sin dudarlo, como pudo, le susurró
-Está mala, tachala
Al día siguiente, la maestra llegó muy molesta, con los exámenes en la mano, y se dirigió a la clase diciendo:
- Esta es la prueba que demuestra que ustedes se copiaron en el examen. Miren el examen de esta niña: alguien le sopló y escribió "tachala"
En ese momento, Silvia, indignada, le reclamó a mi hermana
- ¿Ya viste que eso no era?
¡plop!

martes, 14 de octubre de 2008

Con sello de carnicero

Como periodista he cubierto distintos tipos de noticia, pero nunca la nota roja. Tampoco soy lectora asidua de este tipo de información. Sin embargo, cuando estuve al frente de la página web del medio para el que trabajo, tenía que lidiar con este tipo de información a cada rato para actualizar la web.
Pues bien, en un país como éste es fácil encontrar material para historias de terror. Y ya que dos de los blogs que leo han publicado recientemente historias de carniceros, yo los dejo con un par de recuerdos de esta naturaleza.
Una de las notas que vino a mi mente me impresionó por tres cosas: primero, porque el escenario fue una colonia o caserío llamado La bendición de Jesús: segúndo, porque el hallazgo de una cabeza y un brazo humanos lo hicieron niñitos de una escuela del lugar, y tercero porque quien ayudó a los fiscales del Ministerio Público para la identificación del cadaver fue un carnicero que se encargó de lavar, con la mayor naturalidad del mundo, la cabeza y el brazo de la víctima.
Cierto es que no es una historia en sí, pero son recuerdos que no se borran fácilmente.
La otra nota habla de un horrible crimen en la colonia El Paraíso (y dale con los nombresitos), de la zona 18. Resulta que desde las primeras horas del día, vecinos del lugar se horrorizaron al descubrir el torso de un hombre. A lo largo de la mañana fueron recuperando los pedazos, como si de un rompecabezas humano se tratara, hasta casi completar el cuerpo. Se trataba del "janano", mote que le daban a un pandillero que se dedicaba a cobrar el famoso "impuesto" a los comercios del lugar.
No fue difícil dar con su victimario. Las gotas de sangre condujeron directamente a la carnicería de Miguel Ramírez Zacarías, de 42 años, donde los fiscales encontraron más evidencia que lo incriminaba.
Al parecer, el desollador se cansó de las extorsiones y les puso fin con su sello de carnicero..

lunes, 13 de octubre de 2008

Duendes traviesos I

En esta vida pasan tantas cosas que uno llega a dudar de su propia cordura. Pero basta leer los titulares de los periódicos para pensar que vivimos en un mundo de locos.
Y bueno, llegó el momento de contarles una historia de esas que uno no cuenta más que a la familia, para no perder la credibilidad ante los demás.
No me animaría si no compartieran conmigo la misma experiencia mis dos hijas.
En mi casa pasan cosas extrañas, ya les iré contando. Algunas se las atribuyo a los ángeles, otras a los espíritus chocarreros, unas más a las hadas y varias otras a los duendes. A estos últimos los considero protagonistas de esta situación que he dado en llamar
El caso del papel higiénico
En mi casita ("ita", por chiquita y de cariño) vivimos mis dos hijas y yo. Como es tan pequeña, solo tenemos un baño.
Pues bien, es frecuente encontrar en uso dos, y a veces hasta tres, rollos de papel higiénico. ¿A qué se debe este fenómeno?
Resulta que cuando entramos al baño, tenemos por costumbre cerciorarnos de que haya papel higiénico. Una vez confirmado este extremo, pues hay que proceder a lo que uno entró. Pero resulta que en el momento justo de usar el papel, éste ha desaparecido (suele suceder con cierta frecuencia). Así es que debemos tomar otro, lo usamos y ¡oh, sorpresa! al colocarlo en su lugar el rollo que vimos al principio y que no apareció en el momento de su uso, ahora está de vuelta allí.
Por eso es que, si alguna vez llegan de visita a mi casa, no se vayan a extrañar de encontrar dos rollos en uso. Y no se asusten si tienen que sacar uno nuevo y al colocarlo, se dan cuenta de que había otro ya en uso.

sábado, 11 de octubre de 2008

Al que anda entre la miel...


En mi casa, la de mi niñez y adolescencia, siempre hubo muchos animales. Todos se relacionaban entre sí y nosotras (las cinco hermanas) también con ellos (ahora pueden explicarse muchas cosas, jajajaja).
Cuenta mi mamá que yo comía helado y le daba a probar al perro. Así, ambos sentaditos en la banqueta, disfrutábamos del postre dando un chupón el chucho y otro yo. A veces incluíamos a mi hermana Vivi en la comunión.
Estas prácticas se mantuvieron en mi casa a lo largo de los años. Así, mis hermanas menores, Bele y Zully, también compartían la comida con perros o gatos. Y así, estas prácticas se transmitieron de generación a generación. De tal cuenta que, al menos mi sobrino mayor, también compartió los sagrados alimentos con los perros.
Un día estaba este sobrino (con unos tres años de edad) comiéndose una suculenta pierna de pollo, cuando llegó su primita, 23 días menor que él, y se le acercó para pedirle un poco de pollo. Inmediatamente mi sobrino reaccionó como lo hubiera hecho cualquier chucho sin ganas de compartir: se puso tenso, mostró los dientes y lanzó un gruñido que dejó quieta a la prima.
De aquellos hábitos (o extrañas costumbres) no sé si conservo algo. Quizá mi gusto por los amores perros…

viernes, 10 de octubre de 2008

Dura de matar (y de morir) II
¿De qué murió Matute? II



Como ya lo anuncié antes, estuve a punto de ser asesinada y, para variar, yo ni en cuenta. Al menos eso me confesó tiempo después el arrepentido y frustrado victimario cuando se dio cuenta de que estaba equivocado respecto de mi personita.
En realidad nunca le creí, pero a veces me pongo a pensar en cómo hubiera sido todo si el tipo realmente me hubiera llegado a quitar la vida con lo que yo llamo
Una bala con mi nombre
Para contar esta historia deberé alterar algunos datos pues no quisiera perjudicar a nadie. Lo importante es la historia de fondo ¿de acuerdo?
Esto sucedió el último año que yo trabajé como maestra de primaria.
Una de mis alumnas, S, no era guatemalteca, procedía de un país con una cultura y un idioma muy distintos. Era la única hija de un hombre viudo que se había vuelto a casar, ahora en tierra centroamericana, con una salvadoreña.
La chica hablaba muy bien el español y era muy buena alumna, pero según decía, su madrastra la maltrataba y malinformaba delante del padre.
Un día, S no se presentó a clases. Esto me preocupó pues el padre llamó preguntando por ella. Se había llevado alguna ropa.
S no llegó a clases y tampoco llegó a dormir a su casa al siguiente día y eso me inquietó. Así que, como soy curiosa, asumí el papel de detective y me puse a buscar pistas en las pertenencias que S tenía en el colegio.
Buscando entre sus cuadernos... ¡Eureka! encontré una dirección. Era la de un bar (llamémoslo El Clavelito), en la colonia El Limón, de la zona 18.
Impulsiva como suelo ser, decidí ir inmediatamente en su búsqueda. Tomé una camioneta y, como preguntando se llega a Roma, dí con El Clavelito. Un bar de mala muerte ubicado en una calle de tierra, sin drenajes... para qué les cuento. Lo de bar era un piropo...
No fue difícil dar con S quien no se encontraba en el mentado Clavelito. Preguntar por la chica extranjera a los niños curiosos que me seguían de cerca como moscas, fue dar inmediatamente con su paradero.
La encontré transformada, con lentes oscuros, cabello rubio (según me dijo: Arena dorada de París) y una indumentaria muy provocativa.
La hice recoger sus cosas y, sin dudarlo, me la llevé a mi casa.
Mis papás, que son un pan de dios, la acogieron y le dieron el calor de hogar que la pobre chica no había conocido, pero esa es otra historia.
S siguió yendo al colegio conmigo. Llamé al padre para contárselo y me dijo que iría a platicarme personalmente.
Esa tarde, S se fue sola a la casa (de mis padres, claro) y yo me quedé en el colegio esperando a su papá. Llegó cuando ya se había ido todo el mundo. Estaba un poco nervioso, tenso, pero conforme platicábamos (a él se le dificultaba un poco el español) fue relajándose. No recuerdo cuánto tiempo hablamos, pero me pareció una eternidad. Accedió a que S continuara en mi casa. Días después mis papás y él llegaron a un acuerdo en un juzgado y mi casa se convirtió en algo así como un hogar sustituto (creo que es la figura legal) para S.
Como digo, es otra historia que quizá no voy a contar.
Lo cierto es que cuando todo se arregló por la vía legal, el padre de S nos invitó a cenar a su casa como agradecimiento por el apoyo que le habíamos dado a su hija. Durante la velada, me llamó aparte y en su español me contó que el día que llegó a hablar conmigo al colegio llevaba escondida una pistola con la que pensaba matarme.
S vivió más de un año en mi casa, hasta que se dieron las condiciones para regresar con su padre que siguió frecuentando a los míos por un tiempo.
Todas las navidades, S llega a ver a mi familia pues se convirtió en un miembro más de la misma.
Como dije al principio, nunca pasó por mi cabeza que aquel hombre me fuera a matar. Simplemente no le creí. Pero cuando cuento esta historia, no puedo menos que repetir lo que me dijo mi hija menor: "Que bueno que todavía estoy vivita y coleando".

jueves, 9 de octubre de 2008

El pez por su boca muere


Las historias de Patty y MaR desataron en mi memoria una serie de anécdotas simpáticas. Aquí les va una de ellas:

Resulta que Margarita, hermana de Marina (empleada doméstica de mi casa), trabajaba con mi hermana mayor. Un día Margarita pidió permiso para irse a su pueblo el fin de semana. Mi hermana accedió. Sin embargo, la joven no regresó ni el lunes, ni el martes, sino que creo que hasta el miércoles o jueves.

Mi hermana estaba molesta y le dijo a Margarita:

- Si sabías que no ibas a regresar el domingo me hubieras llamado por teléfono.

A lo que la chica respondió:

- Si llamé, pero sólo se oía a la perica...

miércoles, 8 de octubre de 2008

Traducción simultánea I

¿No les digo? La realidad supera a la ficción. ¿Qué me dicen del cínico de portillo y de la güizachada que nos cae como bofetada? Mejor dejo para los blogs más serios estos temas que no ayudan al buen humor. Así que yo sigo con mis historias para regalarles un momentito de distracción.
Nicolasa era una joven marquense que también trabajó en mi casa y de quien guardo gratos recuerdos. Tanto nos identificamos, que ella le puso a su segunda hija mis dos nombres.
Pues bien, la Nico, como le llamábamos cariñosamente, también tenía sus puntadas. Aquí les va esta historia pequeñita y simpática.
Un día llamaron a la puerta y la Nico atendió.

- ¿Va a querer naraaaaanjas?, preguntó un vendedor.
La Nico llegó corriendo a donde mi hermana y le dijo:
-Dice que si van a querer naranjas
Mi hermana mayor, que estaba en plena adolescencia, le respondió

- Decile que nel, maestro
Obediente, la Nico regresó con el vendedor y, con aire de solemnidad le dijo:
- Dicen que no, profesor

martes, 7 de octubre de 2008

Epícteto


Como ya comenté alguna vez, en mi casa (la de mis padres) siempre hubo muchos animales. Gatos, perros, palomas, pericas, gallinas, gallos y pollitos, pescados, tortugas etc. Incluso hasta un mono llegamos a tener. Era un monito araña que un ex novio de mi hermana pequeña le llevó de Petén.
No sé si era medio kaibil el ex cuñado, pero lo cierto es que andaba por la selva petenera con los chafas. Creo que alguien mató a la mamá del monito y él recogió a la criaturita y se la llevó a mi hermana.
En mi casa fue novedad. Toda la familia intentó buscarle un nombre especial y exótico como su sola presencia. De pronto, alguien recordó el nombre de un ex compañero de mi papá y toda la familia estuvo de acuerdo (con el perdón del señor dueño de tal nombre): el monito se llamaría Epícteto Zeuxis Aristófanes López
Marina, que era una joven que trabajaba en mi casa como empleada doméstica, preguntó:
- ¿Cómo es que dicen que se va a llamar el mono?
- Epícteto Zeuxis Aristófanes López
Luego de pensarlo un rato, Marina comentó:
- Ah, yo le voy a decir López

lunes, 6 de octubre de 2008

Sorpresas de la web II


Como ya saben, o por si no, internet me ha dejado grandes experiencias. A través de la www he conocido muchísimas personas, quizá las más especiales a lo largo de mi vida.
Pues bien, esta historia se la prometí a Juan Carlos Lemus y es la que habla de cómo conocí a un familiar que llegó a convertirse casi en mi hermano.
Lucio y Ágata
Como soy de esta generación visagra de los grandes cambios tecnológicos, del paso de la máquina de escribir a la computadora, del disco de acetato al cd y de los carteros en bicicleta al correo electrónico, pues comprenderán que llevo mis añitos navegando por el ciberespacio.
Pues bien, hace muchos años participé en un foro en internet sobre el imperio romano.
Dos de los libros que me marcaron fueron Yo Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina, de Robert Graves, los cuales devoré, junto con muchos otros, mientras pasé mi año sabático en el Hospital General, recibiendo quimioterapia.
Pues bien, al participar en ese foro, el nick de los participantes aparecía con un enlace al correo de cada quien. Así que mi nick Ágata estaba vinculado a un correo de hotmail.
El tiempo pasó y no volví a asomarme por el dichoso foro.
Una tarde, muchos meses después, me preparaba para ir a dar clases a la U. De pronto, como era viciosa de la web, sentí deseos de conectarme y ver quién estaba conectado en el messenger. No había ningún contacto en línea, pero tenía la solicitud desde hacía mucho tiempo de un tal Lucio que deseaba que lo agregara a mis contactos.
Como soy curiosa, acepté y Lucio, que estaba en línea, inmediatamente entabló conversación. Me dijo que había encotnrado mi comentario en el foro sobre Roma y que yo le parecía una mujer interesante.
Chateamos por espacio de media hora, quizá, y luego me pidió que nos conociéramos.
Ya saben que soy curiosa y "Matute" y no pude resistirme a conocer a quien tanto sabía de mis admirados romanos. Así que ¿que creen? Como también soy una gran confiadota en esta era en la que todo el mundo vive con paranoia y grandes desconfianzas, acepté. Y como el otro era más curioso que yo y un gran impaciente, la cita la fijamos para esa tarde en Los Alpes.
Nos dimos los números de celular, pero a ninguno se le ocurrió preguntar el nombre verdadero. Así las cosas, Lucio el impaciente me llamó a medio examen de la U para preguntarme a qué hora iba a llegar a Los Alpes.
Confirmé la hora pues antes debía cumplir con los alumnos.
- Para que me identifiques, mido 1.80, tengo cabello castaño ondulado, tez blanca, etc... Visto un traje gris
- Yo mido metro y medio, cabello castaño ondulado y tez morena clara, le dije. Y agregué que llevaba un vestido negro con una chaqueta beige.
Era una tarde lluviosa, por lo que mucha gente buscó refugio en la misma cafetería.
Cuando llegué, estaba lleno el lugar. Hablé con una señorita que atendía en el lugar, le di las señas del hombre que buscaba y me dijo
-"ya está aquí, en aquella mesa"
Era cierto: alto, castaño, traje gris...
Me acerqué sin saber cómo entablar la conversación. Pero su sonrisa confiada me hizo sentir bien y nos pusimos a charlar como dos viejos conocidos.
Él se me hacía tan familiar que en ningún momento me sentí incómoda o ansiosa. Era mucho más joven que yo y con un aire de intelectualidad muy especial.
Hablamos horas enteras. La charla fue muy amena. Pasamos de la Roma antigua y sus excesos a la Roma actual y sus escándalos, y de ahí a nuestra vidas personales. Pero en ningún momento nos dijimos nuestros verdaderos nombres.
El tiempo se nos hizo corto y no nos dimos cuenta de que éramos los únicos clientes del lugar. Ya todo estaba limpio y listo para que cerraran. Así que nos dimos cuenta de lo tarde que era cuando una señorita llegó a pedirnos que pagáramos.
Como buen caballero, él invitó. Sacó su tarjeta de crédito y escribió sus respectivos datos para la factura.
Como soy miope, no pude ver qué nombre escribió, así que seguía con la duda sobre la identidad de mi extraordinario interlocutor.
Empezamos a caminar hacia el parqueo y la charla seguía amena e interesante. Era como si realmente fuéramos dos grandes amigos.
En una de esas, me preguntó
-Por cierto, ¿cuál es tu verdadero nombre?
- Nancy Arroyave, respondí
- No es cierto, me estás tomando el pelo. Viste cuando coloqué mis datos para la factura... me dijo.
- No, en serio, así me llamo ¿por qué?
-Porque yo también soy Arroyave... Eduardo Arroyave
Era increíble, empezamos a pasar por todas las ramas del árbol genealógico y resulta que su papá es primo hermano de mi papá. Yo lo conocí cuando él era un bebé, pero nosotros siempre hemos vivido en Guate y ellos en Xela.
Ese fue el comienzo de una larga y hermosa amistad que nos unió muchísimo. Llegamos a convertirnos casi en hermanos. Éramos confidentes.
La naturaleza de nuestros trabajos no nos permitía vernos personalmente, pero internet, la gran ramera que a todos nos une (como dice Juan Carlos) nos mantuvo siempre al día, pendientes uno del otro.


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Eduardo sufrió un terrible accidente hace como un año. Fue víctima de la delincuencia que impera en este país. Perdí todo contacto con él y solo tuve noticias suyas cuando en TrovaJazz hicieron un concierto a beneficio de él pues el incidente casi cobró su vida. No sé qué tanto sea cierto, pero unas personas dicen que una bala le atravesó el cuello lesionándolo serieamente. Alguien me habló de paraplejía, incluso de cuadriplejía .
Hablé con su papá y su hermana mientras estuvo hospitalizado, pero luego perdí todo contacto. Qué ingrata me siento, pero les comparto esta historia pues es hermosa y en ella conocí a uno de los seres más lindos que ha llegado a mi vida. Donde quiera que esté, le mando un beso. Ya se lo daré personalmente.

domingo, 5 de octubre de 2008

Despistada II


Soy de esas personas que han llevado el despiste a la última potencia. Ir con la ropa al revés es mi especialidad, olvidar quitarle el precio a las prendas es tradición.

Uno de los despistes más memorables fue el día en que llegué al instituto con una calceta blanca y otra azul. Debo haber estado en primero básico.

Me sentía muy mal y mi profesora de inglés, que era muy elegante y sabia, notó mi malestar y me dijo que no había nada de qué preocuparse. Luego nos contó una historia de cuando ella era niña y alguien en su clase se sentía mal por no llevar zapatos, sino que pantuflas. Su maestro o maestra les pidió a todos los niños de la clase que se quitaran los zapatos para que todos estuvieran igual.

Esa anécdota me recuerda que yo no aprendo, como creyó elKontra. Y aunque los años pasen, sigo cometiendo los mismos errores. Tropezando con la misma piedra...y, lo peor, los errores son cada vez más grandes, en lugar de ser todo lo contrario.

Hace pocos años llegué a mi trabajo con dos zapatos diferentes. No importa que haya salido de madrugada y que por estar oscuro no me diera cuenta de que eran diferentes. Es que los zapatos eran realmente diferentes entre sí. Es realmente imperdonable ese despiste.

Un zapato era negro, con tacón delgado y el oro café, con una hebilla y tacón ancho. Hasta un ciego en la oscuridad habría notado la diferencia.

De más está decir que no salí ni al baño. Me quedé detrás de mi escritorio todo el día, para que nadie puidera verme los piés.

Mis papás, que son unos santos, me llevaron uno de los zapatos que hacía pareja al final del día. Y así pude salir de la oficina para mi casa sin tanta vergüenza, pero riéndome a carcajadas de solo recordar el episodio.

sábado, 4 de octubre de 2008

Carta para la tía Vivi


La ingenuidad e inocencia de los niños es hermosa y cada historia, por pequeña que sea, es digna de recordar.

Hace algunos años, cuando mi hija mayor tenía unos tres añitos se contagió de la euforia familiar: alguien viajaría a L.A. y le llevaría regalos y cartas a mi hermana Vivi, así que todos íbamos de compras y escribíamos cartas.

Mi nena me pidió papel y lápiz para escribir su misiva. luego de un buen rato de garabatear letras torcidas o alrevesadas, satisfecha de su hazaña llegó ufana conmigo y me extendió el papel.

- "Aquí está la carta para mi tía Vivi", dijo sonriente

La tomé entre mis manos y una sonrisa asomó a mis labios mientras veía sus garabatos.

- "Qué linda carta, mi amor. ¿Qué dice?"

Ella indignada, respondió:

- Leela tú, ¿acaso yo sé leer?

viernes, 3 de octubre de 2008

Introducir las extremidades II


En cuestión de metidas de pata soy una experta, para aquellos que no leyeron el capítulo I. Una de mis especialidades es decir las cosas a
La persona equivocada
- ¿Y esa cara de sueño? ¿A qué se deben tus ojeras? Me preguntó un compañero de la U (en los años 80, por supuesto)
- Es que no pude dormir bien por culpa de esos evangélicos que están a la vuelta de mi casa.
Mi amigo respiró profundo en busca de paciencia y me dijo:
- Nancy, acordate que yo soy evangélico
Intentando sacar las extremidades, aclaré:
- Bueno, pero es que los que están a la vuelta de mi casa son de esos pentecosteses que gritan, lloran, cantan, levitan, hablan en lenguas, traban los ojos y no sé qué más…
- Nancy, Nancy, Nancy… Yo soy de esos que levitan, traban los ojos y no sé qué cosas más
¡Plop!

Otro día (principios de los 90) tuve oportunidad de entablar conversación con un compañero de trabajo, Rolando*, a quien sólo conocía de vista pues él trabajaba en otro departamento. Me pareció muy amable y simpático, con muchos temas interesantes de conversación. Una vez pasé por su oficina y me quedé platicando. Caímos en el tema de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Usac, de donde me gradué. Al parecer, él tenía varios conocidos allí, así que me preguntó:
- ¿Conocés a fulano de tal?
- Claro, es re buena onda, bla, bla, bla
- ¿Y a Menganito?
- Por supuesto, es un mate de risa, que U y que A y que más acá.
- No me digás que también conocés a Perencejo?
- Pues sí, si conozco a toda su promoción
- Entonces también conocés a Armando Cajas
- Ay sí, pero ese es un tal por cual. Políticamente un farsante, no conoce la moral ni X, ni Y, mucho menos Z. Es un aquí y un allá… y un largo etcétera de puras cosas malas.
En el momento que daba mi horrorosa respuesta noté un cambio de colores en mi interlocutor. Pasaba del rojo al blanco y del morado al verde azulado. Su molestia era más que obvia por lo que terminé mi última frase y me disculpé aduciendo que tenía mucho qué hacer. Él lo agradeció sin poder disimular su enojo.
Al salir al pasillo, pasé a la oficina de una secretaria que conocía a medio mundo y a toda la institución.
- Hola, Menganita, cuanto tiempo…
- ¿Qué tal, Nancy?
- Aquí, con una duda. ¿Qué apellido tiene Rolando, el de la oficina de la esquina?
- Cajas… ¿por qué?
¡Plop!
*Por razones obvias, tuve que cambiar los nombres reales.

jueves, 2 de octubre de 2008

Contra la soledad...


Hay una frase popular que dice: "el que no oye consejos, no llega a viejo".

Hoy, cuando leí el comentario de MaR sobre las sorpresas de Internet recordé esta pequeña historia que les cuento para compartir el consejo que un sabio actor y director le dijo al público un día. Ahí les va.

Este año presencié una obra dirigida por Javier Pacheco en el TAU. Era una pieza que invitaba a la reflexión sobre la necesidad de comunicarnos los seres humanos.

Al finalizar la presentación, el maestro Pacheco intercambió algunas ideas con el público.

Me impresionó mucho cuando dijo que a veces no es buena la soledad. "Si algún día sienten la necesidad de compañía llamen a alguien, busquen a alguien pero no se queden solos. Y si no tienen a nadie a quién llamar, pues marquen un número equivocado y entablen conversación con su interlocutor".

Cuánta razón, ¿no MaR?

Yo no me he animado a hacerlo. A lo mejor algún día...

Los testigos de Jehová y yo II


Y bueno, ya saben ustedes que soy alérgica a los fundamentalismos en general. Así que los testigos de Jehová no han sido santos de mi devoción por eso y porque escogen los domingos por la mañana para interrumpir mi descanso.
Como ya les conté, al autoproclamarme "adoradora de Satán" me convertí instantáneamente en un objetivo para estas criaturitas del señor, quienes se propusieron salvar mi alma de las llamas del infierno.
Y fue por esa razón que cambié de estrategia y decidí mejor invitarlos a
Rezar el Rosario
Una de esas fugaces y anheladas mañanas de domingo, golpearon mi puerta y, de paso, a mi imaginación. Respiré profundo y salí con mi mejor sonrisa a atender la llamada. Eran dos mujeres. Una joven de aproximadamente 20 años y otra señora como de 50.
-Muy buenos días, saludé alegre y amable (debería estudiar teatro), y, antes de que tuvieran oportunidad de decir algo más, pregunté: ¿ustedes son las personas que vienen a rezar el rosario conmigo?
La jovencita se quedó muda y sólo volteó a ver a la otra que de inmediato respondió:
-No, pero venimos a hablar de (dios, las escrituras o lo que sea, ya ni recuerdo)
-Ah, qué lástima, comenté. Pero si quieren pasen adelante. Rezamos el rosario y después hablamos de (dios, las escrituras o lo que sea que me hayan dicho).
Aunque la jovencita asentía como estando de acuerdo con mi trato, la mayor interrumpió:
-No, señora. No vinimos a rezar el rosario
-Pero si pretenden que las escuche ¿por qué no me van a escuchar a mí? ¿qué les da derecho a pensar que ustedes sí pueden venir a mi casa sin que yo las llame, para obligarme a escucharlas y no quieran atenderme a mí?
La jovencita parecía darme la razón, pero ante la falta de argumentos, la mujer mayor dio la vuelta y me dijo:
-Que tenga usted muy buen día.
En fin... al parecer, me las sacudí por un buen tiempo. Las otras veces que llegaron a mi casa no son memorables. Luego me cambié a mi actual casa que queda muy lejos todavía como para tenerlos todos los domingos molestando.
Eso no significa que no tenga una historia para contarles, pero eso será otro día.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Sorpresas de la web I

No sé ustedes pero yo tengo muchísimas historias curiosas en internet. He conocido por este medio a muchas personas y cultivo amistades desde hace más de una década. Algunos son gente a la que quizás nunca llegue a conocer personalmente. Un par de estas historias tienen que ver con la forma curiosa en que conocí a dos parientes. Bueno, en realidad sólo uno es mi pariente. El otro es como si lo fuera y es precisamente la historia que hoy les cuento:


N. Arroyave

Los que tuvimos la suerte de trabajar en la finada Revista Crónica en sus gloriosos tiempos tenemos la tradición de reunirnos (ahora cada vez menos) en la casa de Haroldo todos los 25 de diciembre. Esta fecha es siempre la oportunidad preciosa de robarnos al niño Jesús, o en su defecto, como sucede hace más de una década, a cualquier muñequito mal puesto en el nacimiento o en cualquier otro lugar de la casa. Una vez fue un mariachi, otra vez un ángel... hasta un Maximón se fue con Pancho, digo, con nosotros, con el pretexto de hacer en febrero, más o menos, la entrega, pretexto para el chupivio. Eso sí, después le robaron una vaca y hasta una ovejita negra, pero nunca se las devolvieron. Pero eso es harina de otro costal.
Pues bien, entre el día después del robo (26 de diciembre) y el día del chupivio, los involucrados generamos varios correos electrónicos a nombre de bandas delincuenciales poniendo condiciones para la devolución.
Son re chistosos esos correos en los que todo el mundo participa con cada ocurrencia...
Pues bien, en el ya lejano diciembre del 2001, año del atentado contra las torres gemelas, nos robamos a uno de los reyes magos. Resulta que la figurita de yeso venía con camello incluido el cual ya había perdido la cabeza, literalmente hablando.
Podrán imaginarse entonces aquel flujo de correos en los que los raptores señalábamos que teníamos en nuestro poder al pariente de Bin Laden. Todo con términos terroristas y con mucho sentido del humor y del sarcasmo (característicos del grupito).
Así las cosas, me daba cuenta de que no estaba recibiendo todos los mensajes. Reclamé y me dijeron que mi dirección aparecía en todos los correos que iban y venían.
Silvia me envió uno de los mensajes que yo alegaba no haber recibido y revisé todo el listado. Allí estaba la clave. Alguien se había inventado que mi correo no institucional era narroyave.
Como soy curiosa y no puedo quedarme con la duda, escribí a esa dirección disculpándome por el error ajeno y la avalancha de correos locos que seguramente había recibido.
El correo no rebotó. Al contrario, al poco tiempo tenía en mi bandeja de entrada la respuesta de Néstor Arroyave, un intelectual colombiano un año mayor que yo con quien teníamos en común mucho más que el apellido: ambos teníamos dos hijos (él dos varones, yo dos niñas); ambos tenemos ideales semejantes y un largo etcétera...
El intercambio ciberepistolar no se hizo esperar y poco a poco surgió una hermosa amistad. Hace algún tiempo dejamos de escribirnos, pero ya retomaremos la comunicación que no se interrumpió ni siquiera cuando dejó su natal Colombia para asentarse en una ciudad de Canadá.
La vida te da sorpresas y el internet te da muchas más. Esta ha sido una hermosa coincidencia, pero no es el único "pariente" que conocí por internet. Ya les contaré...