martes, 19 de agosto de 2008

Una breve historia
(a la memoria de Guillermo Arroyave)


La historia de hoy no es ni divertida, ni cursi. Es, más bien, una de esas historias sumamente breves pero especiales que le toca vivir a uno en este mundo que, como diría mi amiga Paty Moreno: "es un pañuelo.
Esta mañana leí la esquela de Guillermo Arroyave, un científico guatemalteco que, entre otros aportes, fortificó el azúcar con vitamina A, lo que ha ayudado a combatir la ceguera en el mundo mundial, como dice Nacho.
Guillermo Arroyave no era mi pariente. De serlo quizá fuera en un lejanísimo grado de consanguinidad. Pero mucha gente pensaba que él era mi papá.
Curiosamente él también tuvo una hija a la que bautizó como Nancy, sí, Nancy Arroyave, mi tocaya, mi homónima.
Así las cosas, estando yo dentro de este maravilloso mundo del periodismo, se llegó el día en que lo pude conocer personalmente. Trabajaba yo en la desaparecida Revista Crónica y me correspondió escribir la notita en la que lo nombrábamos "Hombre de la semana". Lo entrevisté en el Camino Real. Al verlo exclamé: "por fin conozco a mi papá el científico" y me presenté. A lo que él respondió, "por fin conozco a mi hija la periodista".
Fue un breve pero cálido encuentro. Siempre me sentí orgullosa de él, no por ser Arroyave sino por ser guatemalteco. Hacen falta más guatemaltecos de su talla. Descanse en paz.

1 comentario:

Nancy dijo...

Tengo que agregar acá que ya me enteré del parentezco. Guillermo era primo de mi abuelito, es decir, ya nada mío.