Entre toda esta variopinta gama de convivientes (mientras les dura el gusto) los que más me simpatizan son los grillos.
No sé si sea igual en todas partes, pero podría asegurar que en mi casa, de los grillos que he encontrado del 2000 para acá, uno de cada tres ha perdido una de sus largas patitas traseras.
Cuando empecé a darme cuenta de la frecuencia con que encontraba grillitos cojos se despertó en mí la curiosidad por comprender el fenómeno. Podría tratarse de mutaciones genéticas, de algún proceso temporal después de haber cambiado de piel... Así que, después de mucho buscar, encontré, finalmente, la causa de las mutilaciones: Desde mi punto de vista, los grillos no son pieza fácil de las arañas. Antes que morir entre las redes arácnidas, luchan desesperados por su vida. En el intento, pierden la patita trasera pero recobran la libertad. Lo sé porque en algunas telarañas he visto algunas patitas parecidas a las de los grillos.
¿Saben? Yo admiro y respeto a los grillos por ese sacrificio. ¿Cuántos de nosotros nos dejamos vencer cuando caemos en las telarañas de la adversidad?
No es que me las lleve de fabulista y pretenda dejar una moraleja. Pero sería bueno actuar como los grillos: pagar caro el precio de la libertad y de la vida misma, antes que dejarnos vencer.
2 comentarios:
Me parece que podrías escribir fabulas pajeras.
Salú pue.
Siempre intento poner en práctica tu moraleja, muy buena la historia!
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