No sé ustedes, pero yo soy de esa especie de personas (espero no muy común, para el bien de la humanidad) que por ingenuidad en unos casos (para ser piadosa conmigo misma), o por problemas de conducta… digámoslo así, a veces tienen actitudes que confunden a los demás y que dan origen a anécdotas que cualquiera preferiría no protagonizar jamás. Al final, termino riéndome de mis propias ridiculeces, así que, para muestra, dos botones.
¡Doctor, tengo una ladilla!
No sé por qué pasé de noche y nunca me enteré en realidad de qué se trataban y cómo eran las ladillas, exactamente. En mi “lóbrega y yerta fantasía” siempre pensé (estaba segura, no es broma) que se trataba de gusanitos que se metían por la piel de cualquier parte del cuerpo. Nunca me preocupé por saber dónde se adquirían ni qué daños podrían provocar. Yo simplemente pensé que eran gusanitos milimétricos que se metían en la piel.
Un día (hace cuatro o cinco años), al volver de un paseo por Monterrico, noté que tenía algo entre la piel del dedo índice. Asustada, pensé que se trataba de una ladilla. Era tal y como me la había imaginado. Así que me fui a la clínica médica de la oficina y le enseñé mi dedo al doctor. Con toda la seriedad del caso le dije: “Ay doctor, yo creo que se trata de una ladilla”. En ese momento, no sé qué cara puso el doc, pero debe haber hecho un esfuerzo sobrehumano para contener la risa. Tomó la pinza, me sacó la astilla con cuidado y me dijo, “andate tranquila, es una astilla, no se trataba de una ladilla”. Recuerdo que cuando le conté a mi amigo Aníbal no lo podía creer. Me preguntó ¿sos o te hacés? Me explicó lo básico de las ladillas, todavía incrédulo ante mi versión sobre las mismas.
Incultura alcohólica
Nadie me cree cuando digo que no tomo. No bebo licor porque con cantidades mínimas (hablo de una copita de lo que sea, o menos) me da risa y bueno, no sigo con la descripción. El caso es que nadie me cree. Un día mi mamá llegó a molestarse conmigo cuando le rechacé un vinito. ¿Por qué con tus amigos sí tomás y con tu familia no? me preguntó indignada y sin creerme cuando le dije que no bebo licor, sólo gaseosas o jugo.
Hace poco, en la fiesta de cumpleaños de un amigo muy querido, su joven pareja me preguntó: “Te sirvo otro tequila?” Yo le dije “no gracias, no bebo licor”. Ante mi respuesta, volvió a preguntar “¿entonces no estás tomada?”… Y yo, que casi me morí con el comentario, le dije “no” (buaaaaaaaaaaaaaaaa). Para no hacerme sentir tan mal, me hizo un nuevo comentario (la guinda del pastel): “No importa, así te queremos”. (¡Plop!)
miércoles, 13 de agosto de 2008
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2 comentarios:
jajajajajajjajajajajajajajjjajajajajajajajaja ese de la ladilla esta muy bueno. Parece chiste
algo similar le paso a una de mis hermanas, ella estaba muy pequeña (3 años) y vio que un tio se quito la camisa y le dijo "que testiculos tan grandes tio"...todos se quedaron asustados y el cambiaba de colores. despues ella dijo que los testiculos eran los que se le marcaban en los brazos, entonces la conclusion es que quizo decir "qué músculos tan grandes"....
Es cierto. Los niños tienen cada cosa. Hace muchisimos años la hija de un vecino estaba en su camita y, creyéndola dormida, su papa salio del baño en pelota. La niña, que tendría dos o tres años y que no estaba dormida, se levantó de la cama y le dijo "Ajaja, ya te vi picarón... tenés colita. supongo que el hombre también cambiaba de colores. jajaja
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