jueves, 4 de septiembre de 2008

Solo es un día…

De nuevo Ángel Elías comparte una historia de esas que no sabe uno a quién pegarle, si a la novia del amigo o al amigo. En fin...

Vos –me dijo una vez un amigo. -¿Cuánto ha sido lo más que has esperado a una mujer en un lugar? –Pues –le dije. A lo sumo media hora. ¿Por qué?
Sucede que este amigo tuvo una novia sino un tanto distraída, un poco desamorada.
–Fíjate, que yo espere a aquella un día –me comentó.
¿Un día?
–Sí, un día –me dijo. Resulta que ellos se habían citado con su novia en un centro comercial, esto por lo de su aniversario. Él, entusiasmado llevaba un ramo de rosas y unos chocolates, que según me contó le costaron no solo entrarlos sino también un ojo de la cara.
Esa mañana, aquel amigo se bañó, se afeitó, se peinó, se volvió a afeitar y se perfumó en ese orden. Todo para encontrarse con la reina de sus desvelos.
Desde hacía ya algunas semanas él había planeado el día. Un día de desayuno, cine, boliche, zoológico, cine de nuevo y cena. Por lo que desde semanas antes le había avisado a su novia cómo estaría el itinerario.
Esa mañana llegó muy puntal al lugar de la cita. Y se sentó en una de las bancas del centro comercial. Media hora después no llegaba la dichosa novia. A la falta de celular se fue a un teléfono monedero y la llamó al celular de ella, recordando que se lo habían robado días antes. Por lo que procede a llamar a su casa. En la casa la mamá le responde que acaba de salir, que no dijo a donde, pero que se veía con prisa.
A lo que mi amigo deduce que va a su cita con afán, por lo que regresa a esperarla a la banca que momentos antes había dejado.
Media hora después la chica no llega. Es el tráfico, se justifica,
Una hora después de la media anterior, la chica sigue sin llegar.
El medio día se perfila y los trabajadores empiezan a buscar almuerzo. Mi amigo no se mueve pensando que ella llegará en cualquier momento y que si se mueve, ella no lo encontrará.
La tarde se pasaba lentamente y es desesperante cuando la gente ya te ve sospechoso –me dice. -¿Qué hace un tipo con rosas y chocolates en una banca toda una mañana y buena parte de la tarde? Aunque al final –se justifica –creo que lo que les infundí fue lástima.
Y ¿Por qué no te fuiste para tu casa? –le pregunté. –Por imbécil –respondió. Hay un momento de rabia e impotencia, en el que se desea que llegue aquella persona, y así decirle un par de verdades bien puestas, creo que por eso me quedé –dice no ocultando cierto grado de resentimiento.
Y no es para menos esperar casi un día a que llegará, es inmoral. Cuando ya casi se iba, ve al hermano de su novia, él le preguntó qué hacía allí. Y el dice que esperaba a su hermana. Ahhh –responde el otro.
Al rato, llega la novia de mi amigo con la cara respingona que le caracteriza y con la culpa saliéndose por sus poros. Resulta que el hermano le avisó lo que sucedía y ella se recordó de la cita.
Mi amigo desde ese día ya no tiene novia. Y anda retando a cualquiera que bata su récord de esperar a una chica un día. Aunque –me dice después –no creo que haya alguien tan estúpido.

Ángel Elías
www.angelgt.blogspot.com

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tengo una amiga, no voy a decir su nombre, que esperaba horas enteras al novio. Lo esperaba desde las 9 hasta las 11 o 12 de la noche en la parada del bus para hablarle media hora. Luego, ella tomaba la camioneta a su casa y él se iba a la suya en carro. :(

Angel Elías dijo...

jajaja, increible. No me rio de la desgracia de tu amigo sino de lo turbio e increiblemente sincera de la decadencia del cuate!!!

Nancy dijo...

Ah, yo creo saber de quién se trata... o es que en el mundo hay muchas historias parecidas. Como diría mi hermana Winy, "Nunca falta un roto para un descosido"