viernes, 26 de septiembre de 2008

SUPER NANCY BROS

Nunca he sido de esas personas que se desesperan con el tráfico. Esto porque cuando empecé a manejar me di cuenta de la gran ventaja que hay para los novatos en el arte de conducir que se avance a vuelta de rueda. Así nadie lo presiona a uno y todos vamos despacito.
Cierto es que tuve mi época de brinconcita. No imprudente, ni salvaje, pero sí de esas que no da la pasada si el abusivito que se quiere cambiar de carril no pide vía con el pidevías, la mano o aunque sea con la lengua. Pero afortunadamente ya ni les pongo coco y no peleo con nadie. Las cosas feas que pasan todos los días en estas calles son suficientemente convincentes como para que a estas alturas exponga mi hígado o la vida misma (o, peor aún, la de mis hijas).
Y como vivo en la quinta porra y para ir de mi casa al trabajo y viceversa tengo que pasar por cientos de obstáculos, pues me tuve que crear un sistema que me permita poner atención al camino y tomar por el lado amable los incontables túmulos, baches, cráteres, pantanos y demás estorbos que hay a lo largo del camino.
Así que hoy no les contaré ninguna historia sino que les enseñaré a jugar SUPER NANCY BROS.
Eso de salir de un punto para llegar a otro pasando por una serie de situaciones, me da la sensación de pertenecer a un videojuego. Así que cada vez que enciendo el súper Chevy me preparo para atravesar un largo trayecto que incluye pasar por varios “mundos” a lo largo de los cuales gano o pierdo puntos imaginarios (depende de mi destreza y actitud). Gano puntos cada vez que logro pasar una situación difícil sin lastimar al Chevito, cada vez que me ceden amablemente el paso, cada vez que yo soy amable, etc. Y pierdo puntos si me molesto más de la cuenta, si caigo en un bache por distraída, si cometo alguna torpeza.
El primer mundo empieza cuando el vigilante levanta la talanquera de la garita para salir de la colonia en la que vivo. Ese primer mundo que debo atravesar tiene unos 800 metros de terracería que en verano levanta polvaredas de película y en invierno sufre cambios que implican tramos fangosos en los que puede patinar el carro, o zanjas y hoyos distintos cada día después de un diluvio. Hay que cuidar no afectar a quienes lo transitan a pie y es opcional, pero siempre satisfactorio, poder darle jaloncito a alguien. Es un mundito verde y bonito que todavía tiene árboles, canto de pájaros y en el que se te pueden atravesar ratas de monte o ardillas.
Al abandonar ese mundo por el portón de la lotificación donde termina Chinautla (del lado de Mixco) se pasa por el pequeño mundo de los pantanos de invierno. Este tiene hoyos que alcanzan el largo y el ancho de vehículos grandes. Termina en una estación de buses que pone a prueba la paciencia del más santo.
Le sigue el mundo de los túmulos, un par de kilómetros que combina túmulos y cráteres con distractores como perros, gallinas y peatones temerarios, y conductores impacientes e imprudentes.
El sisguiente mundo es “Las Cañas III”, una cuesta con problemas de visibilidad en la noche y distractores similares al mundo anterior todo el tiempo.
El mundo que debo sortear más adelante es terrible en horas pico. Aparte de los baches y túmulos, que son menos pero siempre están presentes, hay que lidiar con gente que se levanta tarde y cree que va en jet, con pilotos desesperados, maleducados o realmente irrespetuosos de toda norma, que deciden conducir en contra de la vía abriendo carriles en sentido contrario con los que sólo consiguen interrumpir la circulación de los que vienen hacia nosotros, lo que genera caos en diversos puntos del trayecto.
El mundo Naranjo es quizá el más hermoso, visualmente hablando, pues tiene tramos de increíble verdor en invierno, mantitos de niebla que por las mañanas parecen ser nubes que de la tierra suben hacia el cielo, y por las noches fantasmas que nos ingieren con todo y carritos. Aquí hay que cuidar no caer en un cráter que pueda destruir la flecha de tu carro (como le pasó al Chevito este año). También hay que estar atentos a la formación de cuatro y hasta cinco carriles, pues podríamos raspar nuestros carritos. Y por supuesto, lidiar con conductores realmente envenenados o poseídos.
El periférico es mi penúltimo mundo. Quizá el más salvaje de todos, donde hay un poco de todos los obstáculos anteriores a los que se les suman conductores que “vuelan” por encima de los 100 kph ignorando los rótulos que dicen que la velocidad máxima permitida es de 70 kph.
Finalmente, el centro de la ciudad: un mundo de semáforos des sincronizados y de peatones que no saben usarlos a la hora de pasar la calle.
Al llegar a mi parqueo todavía debo atravesar la segunda fase de este mundo antes de incorporarme a mi trabajo. Este recorrido es a pie y en el que debo cuidarme de no ser atropellada por un loco, agredida física o verbalmente por otro loco de a pie, o asaltada por algún raterito de los que abundan por esas calles del centro.
Llegar a la casa o la oficina es realmente una hazaña y, últimamente, he aprendido a ganar muchísimos puntos.
¿Eres de esas personas que se desesperan con el tránsito? ¿Vives lejos y el camino a tu casa está lleno de baches, túmulos y similares? ¿Te sacan de onda los pilotos envenenados que se levantaron tarde o, peor aún, olvidaron ir al baño antes de salir?
Protagoniza tu propio SÚPER TÚ BROS y verás que se hace más divertido llegar vivo y entero a tu destino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja, buenísimo. Por eso no manejo ni me interesa empezar a hacerlo!