Como ya lo anuncié antes, estuve a punto de ser asesinada y, para variar, yo ni en cuenta. Al menos eso me confesó tiempo después el arrepentido y frustrado victimario cuando se dio cuenta de que estaba equivocado respecto de mi personita.
En realidad nunca le creí, pero a veces me pongo a pensar en cómo hubiera sido todo si el tipo realmente me hubiera llegado a quitar la vida con lo que yo llamo
Una bala con mi nombre
Para contar esta historia deberé alterar algunos datos pues no quisiera perjudicar a nadie. Lo importante es la historia de fondo ¿de acuerdo?
Esto sucedió el último año que yo trabajé como maestra de primaria.
Una de mis alumnas, S, no era guatemalteca, procedía de un país con una cultura y un idioma muy distintos. Era la única hija de un hombre viudo que se había vuelto a casar, ahora en tierra centroamericana, con una salvadoreña.
La chica hablaba muy bien el español y era muy buena alumna, pero según decía, su madrastra la maltrataba y malinformaba delante del padre.
Un día, S no se presentó a clases. Esto me preocupó pues el padre llamó preguntando por ella. Se había llevado alguna ropa.
S no llegó a clases y tampoco llegó a dormir a su casa al siguiente día y eso me inquietó. Así que, como soy curiosa, asumí el papel de detective y me puse a buscar pistas en las pertenencias que S tenía en el colegio.
Buscando entre sus cuadernos... ¡Eureka! encontré una dirección. Era la de un bar (llamémoslo El Clavelito), en la colonia El Limón, de la zona 18.
Impulsiva como suelo ser, decidí ir inmediatamente en su búsqueda. Tomé una camioneta y, como preguntando se llega a Roma, dí con El Clavelito. Un bar de mala muerte ubicado en una calle de tierra, sin drenajes... para qué les cuento. Lo de bar era un piropo...
No fue difícil dar con S quien no se encontraba en el mentado Clavelito. Preguntar por la chica extranjera a los niños curiosos que me seguían de cerca como moscas, fue dar inmediatamente con su paradero.
La encontré transformada, con lentes oscuros, cabello rubio (según me dijo: Arena dorada de París) y una indumentaria muy provocativa.
La hice recoger sus cosas y, sin dudarlo, me la llevé a mi casa.
Mis papás, que son un pan de dios, la acogieron y le dieron el calor de hogar que la pobre chica no había conocido, pero esa es otra historia.
S siguió yendo al colegio conmigo. Llamé al padre para contárselo y me dijo que iría a platicarme personalmente.
Esa tarde, S se fue sola a la casa (de mis padres, claro) y yo me quedé en el colegio esperando a su papá. Llegó cuando ya se había ido todo el mundo. Estaba un poco nervioso, tenso, pero conforme platicábamos (a él se le dificultaba un poco el español) fue relajándose. No recuerdo cuánto tiempo hablamos, pero me pareció una eternidad. Accedió a que S continuara en mi casa. Días después mis papás y él llegaron a un acuerdo en un juzgado y mi casa se convirtió en algo así como un hogar sustituto (creo que es la figura legal) para S.
Como digo, es otra historia que quizá no voy a contar.
Lo cierto es que cuando todo se arregló por la vía legal, el padre de S nos invitó a cenar a su casa como agradecimiento por el apoyo que le habíamos dado a su hija. Durante la velada, me llamó aparte y en su español me contó que el día que llegó a hablar conmigo al colegio llevaba escondida una pistola con la que pensaba matarme.
S vivió más de un año en mi casa, hasta que se dieron las condiciones para regresar con su padre que siguió frecuentando a los míos por un tiempo.
Todas las navidades, S llega a ver a mi familia pues se convirtió en un miembro más de la misma.
Como dije al principio, nunca pasó por mi cabeza que aquel hombre me fuera a matar. Simplemente no le creí. Pero cuando cuento esta historia, no puedo menos que repetir lo que me dijo mi hija menor: "Que bueno que todavía estoy vivita y coleando".
6 comentarios:
Nancy Arroyave de las historias citadinas y sucesores, tienes cada historia.
Otra cosa, sabías que la novela de García Márquez, Memoria de mis putas tristes, fue publicada en Irán, en el idioma de ese país, pero le cambiaron varias palabras que no eran aptas para los lectores de por allá. El rollo es que al traducirlo de nuevo al español el título de la novela quedó, Memoria de mis dulces cariñitos.
Viene este asunto a colación porque veo que tradujiste el nombre del blog del maestro Kontra. En lugar de Despepute, le pusiste Despepito.
Salú pue.
jajajajaja, tan observador don Johan. Es que la maquinita no me lo dejó con su nombre real, entonces le puse otro parecido pero que sonaba a "dulce cariñito".
Maestrísima de Maestras: Que buena historia, nuevamente mis respetos ya hubiera querido yo tener profes así en primaria. Sos de gran corazón sin duda.
La traducción es más que bienvenida, se me viene a la mente el gran pepito, el más pilas de todos, lejos. No importa bajo que nombre, es de por si un honor aparecer en el blogroll de la maestrísima.
De paso mis historias citadinas no le llegan ni a los tobillos a las tuyas. Igual procuraré más tarde contar algo entre la ficción y la realidad.
Hola Nancy, que buena historia y qué buena onda tu y tu familia. Tan baboso el papa de S, en fin... Corrigiendo al don Johan Bush, no es Memoria de mis dulces cariñitos. La traduccion fue: Memoria de mis tristes cariñitos. Igual muy buena observacion. Saludos
Maestrísima, ahí en el despepito, le deje una historia. En este caso la ficción se acopla a la realidad, espero sea de su agrado.
PD: voy a ver como compongo la configuración del blog para que le salgan las actualizaciones.
Feliz fin de semana ¡¡!!
Mis queridos Patty y Kontra, gracias por sus comentarios. En realidad la mía es de esas familias que de buenas se pasan a mensas, jajaja, de honradas, a mulitas, pero bueeeee. Lo cierto es que se siente rico hacer cosas buenas y poder ir con la frente en alto. Ya les contaré las muladitas de la familia por ser buenotes y honradotes... ay, si hasta dan ganas de ahorcarnos.
Kontra, yo seguiré visitando a diario el despepito aunque no me aparezcan las actualizaciones.
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