En cuestión de metidas de pata soy una experta, para aquellos que no leyeron el capítulo I. Una de mis especialidades es decir las cosas a
La persona equivocada
- ¿Y esa cara de sueño? ¿A qué se deben tus ojeras? Me preguntó un compañero de la U (en los años 80, por supuesto)
- Es que no pude dormir bien por culpa de esos evangélicos que están a la vuelta de mi casa.
Mi amigo respiró profundo en busca de paciencia y me dijo:
- Nancy, acordate que yo soy evangélico
Intentando sacar las extremidades, aclaré:
- Bueno, pero es que los que están a la vuelta de mi casa son de esos pentecosteses que gritan, lloran, cantan, levitan, hablan en lenguas, traban los ojos y no sé qué más…
- Nancy, Nancy, Nancy… Yo soy de esos que levitan, traban los ojos y no sé qué cosas más
¡Plop!
Otro día (principios de los 90) tuve oportunidad de entablar conversación con un compañero de trabajo, Rolando*, a quien sólo conocía de vista pues él trabajaba en otro departamento. Me pareció muy amable y simpático, con muchos temas interesantes de conversación. Una vez pasé por su oficina y me quedé platicando. Caímos en el tema de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Usac, de donde me gradué. Al parecer, él tenía varios conocidos allí, así que me preguntó:
- ¿Conocés a fulano de tal?
- Claro, es re buena onda, bla, bla, bla
- ¿Y a Menganito?
- Por supuesto, es un mate de risa, que U y que A y que más acá.
- No me digás que también conocés a Perencejo?
- Pues sí, si conozco a toda su promoción
- Entonces también conocés a Armando Cajas
- Ay sí, pero ese es un tal por cual. Políticamente un farsante, no conoce la moral ni X, ni Y, mucho menos Z. Es un aquí y un allá… y un largo etcétera de puras cosas malas.
En el momento que daba mi horrorosa respuesta noté un cambio de colores en mi interlocutor. Pasaba del rojo al blanco y del morado al verde azulado. Su molestia era más que obvia por lo que terminé mi última frase y me disculpé aduciendo que tenía mucho qué hacer. Él lo agradeció sin poder disimular su enojo.
Al salir al pasillo, pasé a la oficina de una secretaria que conocía a medio mundo y a toda la institución.
- Hola, Menganita, cuanto tiempo…
- ¿Qué tal, Nancy?
- Aquí, con una duda. ¿Qué apellido tiene Rolando, el de la oficina de la esquina?
- Cajas… ¿por qué?
¡Plop!
*Por razones obvias, tuve que cambiar los nombres reales.
La persona equivocada
- ¿Y esa cara de sueño? ¿A qué se deben tus ojeras? Me preguntó un compañero de la U (en los años 80, por supuesto)
- Es que no pude dormir bien por culpa de esos evangélicos que están a la vuelta de mi casa.
Mi amigo respiró profundo en busca de paciencia y me dijo:
- Nancy, acordate que yo soy evangélico
Intentando sacar las extremidades, aclaré:
- Bueno, pero es que los que están a la vuelta de mi casa son de esos pentecosteses que gritan, lloran, cantan, levitan, hablan en lenguas, traban los ojos y no sé qué más…
- Nancy, Nancy, Nancy… Yo soy de esos que levitan, traban los ojos y no sé qué cosas más
¡Plop!
Otro día (principios de los 90) tuve oportunidad de entablar conversación con un compañero de trabajo, Rolando*, a quien sólo conocía de vista pues él trabajaba en otro departamento. Me pareció muy amable y simpático, con muchos temas interesantes de conversación. Una vez pasé por su oficina y me quedé platicando. Caímos en el tema de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Usac, de donde me gradué. Al parecer, él tenía varios conocidos allí, así que me preguntó:
- ¿Conocés a fulano de tal?
- Claro, es re buena onda, bla, bla, bla
- ¿Y a Menganito?
- Por supuesto, es un mate de risa, que U y que A y que más acá.
- No me digás que también conocés a Perencejo?
- Pues sí, si conozco a toda su promoción
- Entonces también conocés a Armando Cajas
- Ay sí, pero ese es un tal por cual. Políticamente un farsante, no conoce la moral ni X, ni Y, mucho menos Z. Es un aquí y un allá… y un largo etcétera de puras cosas malas.
En el momento que daba mi horrorosa respuesta noté un cambio de colores en mi interlocutor. Pasaba del rojo al blanco y del morado al verde azulado. Su molestia era más que obvia por lo que terminé mi última frase y me disculpé aduciendo que tenía mucho qué hacer. Él lo agradeció sin poder disimular su enojo.
Al salir al pasillo, pasé a la oficina de una secretaria que conocía a medio mundo y a toda la institución.
- Hola, Menganita, cuanto tiempo…
- ¿Qué tal, Nancy?
- Aquí, con una duda. ¿Qué apellido tiene Rolando, el de la oficina de la esquina?
- Cajas… ¿por qué?
¡Plop!
*Por razones obvias, tuve que cambiar los nombres reales.
4 comentarios:
Jajaja... muy bueno, leí el primer capitulo y lo de "pariendo enanos" me parece el peor clavo.
Eso si Maestra Nancy, de leer tu blog queda claro que los ditintos clavos o introducciones como vos decis te han hecho sabia pues uno aprende de sus errores.
En este menester yo te hago la competencia, solo que la diferencia es que yo no aprendo nada, sigo tan mula e imprudente como antes de la introducción.
Saludos.
me había perdido 3 posts, ya me puse al día, creo que te voy a poner en el blogroll porque si no me pierdo tus dibujitos.
que habil con el paint.
Bueno, a veces se aprende, pero yo creo que hay cosas que no me calan. Tengo tantas historias de metidas de pata que a veces me pregunto si algún día aprenderé.
Gracias Patricia, de verdad nunca pensé que fueran a ser apreciados mis dibujitos. :O)
jajajajaj, sabés? todos los dias abro tu blog para ver qué escribió Nancy hoy y reirme. En serio.
Me uno a mi tocaya Patricia de que qué hábil sos para los dibujitos. saluditos
Patty
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